Reverdia de Liliana Capítulo _6

1652 Words
Narración de Liliana: Mi cabeza no para de dar vueltas. El dolor de la ausencia de mis padres, el desprecio hacia ellos, y, sin embargo, la incertidumbre de no saber qué ha sido de ellos me consume. ¿Cómo pude llegar a este punto? Ellos me vendieron, me traicionaron... pero aún los extraño. En el fondo, siempre lo supe, aunque no quería aceptarlo. Tyler... ¿qué se puede decir de él? Me repugna su actitud, su forma de tratarme, como si fuera una niña que debe obedecer cada uno de sus caprichos. Pero al mismo tiempo, hay algo en él, algo oscuro, algo que no logro comprender del todo. ¿Por qué me odia tanto y, al mismo tiempo, parece que se preocupa por mí? El dolor que transmite con cada palabra, la frialdad de su mirada... a veces creo que no está tan distante de mí, que los dos estamos atrapados en algo mucho más grande que nuestras peleas. Tal vez ni él mismo lo entienda. Mientras me sumo en mis pensamientos, escucho los pasos de alguien fuera de mi puerta. Me levanto de la cama, decido que no quiero quedarme en esta burbuja de ansiedad. Es hora de actuar. Necesito respuestas. Necesito saber qué ha pasado con mis padres, si están vivos, si están en peligro... y, aunque me odio por pensarlo, me doy cuenta de que tal vez, solo tal vez, Tyler puede ser la clave. Narración de Tyler: El vuelo a Brasil fue largo y tedioso, pero no puedo dejar de pensar en ella. Liliana. Mi mente no puede dejar de dar vueltas a lo que sucedió entre nosotros. ¿Por qué me tiene tan molesto? ¿Por qué su actitud me afecta tanto? Siempre supe que era arrogante, pero ahora parece que su dolor y frustración me llegan de una manera que no puedo explicar. Sé que su odio hacia mí es mutuo, pero no puedo evitarlo. Es como si una fuerza invisible nos estuviera empujando hacia el mismo lugar, hacia un destino inevitable. Aunque me cueste admitirlo, me importa lo que le pase. No sé si es porque veo algo en ella que me recuerda a mi propio sufrimiento o si, de alguna manera, quiero salvarla. Pero, al mismo tiempo, me repugna su falta de comprensión. Ella no entiende lo que sus padres le hicieron. Yo, en cambio, lo vi de cerca. ¿Cómo podría perdonarlos por lo que hicieron? Lo peor es que ella no lo ve. Los días en Brasil y Colombia fueron un caos. Negocios, reuniones, acuerdos con gente que nunca me gustó. Y ella, allí, en la mansión. Lejos de mí, pero cerca al mismo tiempo. Me hago un hueco en la cabeza preguntándome qué está haciendo. ¿Estará bien? ¿Habrá hecho algo imprudente? ¿Estará buscando a sus padres por su cuenta? Narración de Liliana: Decido que es hora de confrontarlo. Si voy a seguir atrapada en esta mansión, con este hombre y su actitud de mierda, necesito respuestas. Me levanto rápidamente, decido que no voy a quedarme aquí esperando que él venga a mí. Si quiero saber qué ha pasado con mis padres, si quiero entender por qué él se comporta así, voy a tener que ser yo quien tome la iniciativa. Varios días después Narración de Lilly No sé por qué Tyler se fue y me dejó aquí, pendiente de la servidumbre, sin poder salir ni siquiera al patio sin ser custodiada como una delincuente. No sé qué día es hoy ni en qué mes estamos. He perdido la noción del tiempo porque no tengo mi teléfono, ni mi laptop de trabajo y de la universidad. No sé dónde estoy, ni dónde están mis padres. No sé dónde los tiene ese maldito ni por qué no me ha dejado ir. ¡Dios!, me estoy volviendo loca dentro de estas cuatro paredes. ¿Por qué me involucré en esto? No sé qué diablos hago aquí. —Señorita, ¿no va a desayunar? —preguntó Lucrecia, el ama de llaves. —No, Lucrecia, no tengo hambre —respondí, mirando por la ventana de mi habitación, ya que tenía una vista hermosa hacia el horizonte. —Pero desde que el joven se fue, usted no ha probado ni un solo bocado. No quiero que se enferme. —Disculpe, pero por ahora no quiero nada. Lo único que quiero es salir de aquí, ¿no lo comprende? —le dije, mirándola fijamente. —Sí, lo sé y la entiendo, pero tengo órdenes de encargarme de usted y no dejarla ir. —Sí, ya lo sé. Entonces no quiero nada. Gracias, y por favor cierre la puerta al salir —dije dándole la espalda. Así continué encerrada, sin comer ni beber agua. Quiero morirme aquí, sola, sin probar nada. Unas tres horas después, salí al patio para tomar aire fresco. No soportaba más esta terrible soledad. Mientras bajaba las escaleras, de repente, mis ojos se nublaron y todo se volvió borroso. Un fuerte mareo me golpeó. Me sujeté con fuerza para no caer, pero al pisar el tercer escalón en falso, mi cuerpo rodó hasta el primer nivel. Después de eso, todo fue oscuridad. Se escuchó un fuerte golpe en las escaleras. —¡Ay, por Dios! ¿Qué pasó? ¡Dios mío! —gritó Lucrecia al verme tirada en el suelo. Corrió hacia la puerta de la mansión y llamó desesperada: —¡Julio, Julio, ven rápido! —¿Qué pasa? ¿Por qué grita así? —preguntó Julio mientras corría hacia la entrada. —La señorita se ha caído por las escaleras y no reacciona —dijo Lucrecia, aterrada. —Vamos a revisar su pulso… No está muerta —susurró Julio mientras la revisaba. —¡Ay, Dios mío! Si el joven se entera de esto, me va a matar. Me pidió que la cuidara y que no la perdiera de vista —dijo Lucrecia, nerviosa. —¡Cállese y ayúdeme a subirla al vehículo! Ella tiene pulso, pero hay que llevarla al hospital. Muévase, que el patrón no va a matar a nadie —dijo Julio, uno de los hombres de Tyler, mientras sacaban a Liliana y la subían al coche. En el hospital Después de que Julio llamara a su patrón, la llevaron a la clínica más cercana. —Patrón… —Sí, ¿qué pasó, Julio? —La señorita se cayó por las escaleras y no reacciona. —¡¿Qué?! ¿Está muerta? ¡Dímelo! —gritó Tyler, sorprendido. —No, patrón, está inconsciente. Vamos camino al hospital. —¡Apúrense! Voy para allá. Cuando lleguen, infórmame de inmediato. "¿Cómo diablos se cae por las escaleras? ¿Se está volviendo loca? No puedo creerlo. ¿Dónde estaba Lucrecia? Le dije que no se descuidara. ¿Y qué hacían los demás del servicio para que esto pasara?", pensó Tyler con desesperación. Poco después, Tyler llegó en su helicóptero personal a la clínica indicada por Julio. Subió rápidamente y pidió información sobre el estado de Liliana. Al verla, encontró a Julio y a Lucrecia afuera de la sala de urgencias. —¿Cómo está Liliana? —preguntó angustiado. —Está bien. No tiene fracturas ni huesos rotos, solo un golpe en la frente y varias raspaduras en el brazo y la pierna —respondió Lucrecia con la cabeza baja. Tyler la miró con enojo antes de entrar a la habitación donde estaba Liliana. Al entrar, la vio en pijama, una de las que él le había comprado. Su cabello estaba revuelto, tenía un golpe en la cabeza y un suero conectado. Cuando nuestras miradas se cruzaron, ella desvió la suya, evitando verme. Me acerqué mientras la doctora se dirigía a mí. —¿Usted qué es de ella? ¿Es su familiar? —Sí, soy su esposo. No estaba en casa cuando ocurrió esto. ¿Qué pasó? —Está muy débil. Parece que lleva tres días sin comer ni beber agua. Su desmayo fue tan fuerte que casi le cuesta la vida. ¿Por qué no come? —No lo sé, doctora. Antes de irme de viaje, ella estaba bien. Ahora dice que está gorda y no quiere comer para no engordar. ¿Pero está bien? —Sí, pero tiene mareo crónico y una fuerte anemia. No la deje sola ni un segundo. Si padece de anorexia, hay que tratarla, aunque no ha salido en los resultados. —Entendido, doctora. ¿Puedo llevármela a casa? —Sí, pero debe comprarle este suero. Está muy débil. No entiendo en qué piensan los jóvenes de hoy al querer acabar con su vida de esta manera. La doctora salió después de retirarle el suero. La ayudé a levantarse, pero estaba tan delgada y débil que terminé cargándola hasta la silla de ruedas para llevarla al auto. Mientras conducía, exploté: —No entiendo por qué pasaste todos estos días sin comer. ¡Dímelo! ¿Cuál es tu maldito problema? ¡Tengo que dejar todo lo que hago para venir a salvarte! —grité. —¿Por qué me gritas? Lo único que tenías que hacer era dejarme morir… —me dijo, llorando. —Sí, tienes razón. No sé por qué me preocupo por ti. Tú y yo no somos nada. No tenía que venir ni mucho menos salvarte. Debí dejar que Ricardo te maltratara y, al final, te matara. —¡¿Por qué me hablas así?! —me gritó entre lágrimas. —Porque eres una engreída, maleducada, orgullosa y soberbia —susurré, molesto. Ella lloró todo el camino. Me miraba, pero cuando notaba que la observaba, volteaba la cara hacia otro lado. "Ricardo solo quiere matarla. Ya ni el dinero le importa, solo quiere acabar con ella y sus padres. Pero ellos están bien. No les hace falta nada… Disfrutan de la vida en un resort de República Dominicana, en un lugar llamado Punta Cana o algo así", pensé mientras conducía.
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