Habían pasado días, semanas... meses. El reloj del tiempo parecía haberse congelado para Liliana, aunque todo lo demás giraba con normalidad. Volvió a su vida en Miami, a su apartamento cerca del campus, a las clases de medicina que le reclamaban precisión y enfoque. Pero el corazón no atendía razones lógicas. Se desbordaba por dentro con preguntas sin respuesta, y todas llevaban el mismo nombre: Tyler. Lo había llamado. No una vez ni dos. Lo suficiente para perder la cuenta y ganar desesperanza. Él no contestaba. Ni un mensaje, ni una palabra, ni una señal. ¿Dónde estaba? ¿Por qué no respondía? ¿La había olvidado? Se lo preguntaba todas las mañanas al despertar, mientras se recogía el cabello en la misma coleta apretada que usaba cuando las cosas aún parecían normales. Lo pensaba mientr

