Esa noche, estamos en uno de los restaurantes más elegantes de la ciudad. La luz cálida de las lámparas colgantes ilumina suavemente nuestras caras mientras el murmullo de las personas a nuestro alrededor crea un ambiente íntimo, casi acogedor. David está sentado a mi derecha, y Carter a mi izquierda. Me encuentro en medio de ellos, literalmente y emocionalmente, tratando de mantener un equilibrio. Los primeros minutos son tensos, como me temía. David se ve incómodo, aunque intenta ocultarlo bajo una sonrisa forzada. Carter, por otro lado, parece más relajado, como si este escenario fuera lo que había esperado desde el principio. Nos turnamos para hablar sobre el trabajo, las noticias, anécdotas del día a día. Pero sabemos que hay una tensión no resuelta en el aire. Después de un par de

