VALENTINA
Pasar la noche de viernes sintiéndome miserable no era mi mejor opción, pero pasar la noche del viernes sintiéndome miserable, mientras me echaba una maratón de "Dr. House" en mi cuarto, mientras le pintaba las uñas a Dave para sentirme un poco mejor, era una buena opción para mí.
—¿Rojo pasión? ¿O rojo cereza?—
Frunce su ceño, analiza los frascos y me mira interrogante.
—¿Cuál es la diferencia?—
Lo miro indignada y resoplo, tomando el rojo cereza de sus manos. —puff! ¿Cuál es la diferencia? ¡Este es más claro!—
¡¿Quién no sabe eso?!
—De acuerdo, tranquila.— respiro profundo, cuento hasta diez y mas tranquila le presto atención.— tomaré este.
Toma el rojo pasión.
Tomo su mano y la coloco en el la pequeña almohada sobre mis piernas.
Necesito distraerme y este es mi mejor escape.
La noche cae espacio, las estrellas ya han comenzado a notarse en el cielo y puedo apreciar a Polaris desde mi ventana, me concentro tanto en la estrella del norte, que no me doy cuenta de en qué momento pinto el dorso de su mano.
—¡Concéntrate Val!.—
—¡Lo siento, lo siento!—
Limpio con acetona y algodón la parte manchada y continúo.
Termino de pintar las uñas de ambas manos y es su turno de pintar las mías, unos minutos después nos colocamos rodajas de pepinos en los ojos y nos acostamos en la cama.
—¿Enserio, Dave? ¿Megan Maxwell?— lo escucho reír.
—Acepta que fue épico.—
—No, no lo fue, ¿Y se puede saber cuáles son los cinco idiomas que hablo?— retiro el pepino de mi ojo izquierdo y lo veo.
Está riendo a carcajadas silenciosas porque cree que no lo he visto.
¡Baboso!
—las empresas no lo preguntan, solo se sorprenden y te contratan.—
¡Se escucha taan fácil!
Pero como no es él.
—lo dices porque tú si los hablas, pero yo no, soy la amiga inútil del chico genio— ríe.
La puerta se abre y nos levantamos, quitándonos los Pepinillos.
La abuela.
Trae el teléfono de línea en la mano, está casi llorando y siento una terrible angustia al verla así.
¿Habrá pasado algo malo?
Entra a la habitación, me abraza y ríe emocionada.
..
..
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Pasó.
Justo lo que temía pasó.
La abuela celebraba, Inclusive Dave celebraba.
—¡Vamos, anímate!— exclama.
Bufa y me doy la vuelta, caminando hacia la cocina.—Vamos, Val.
Me sigue.
Tomo la botella de leche de la refrigeradora y le doy un sorbo.— No lo haré, no celebraré esto.—
—Querías entrar a la editorial.—
—sí, pero no...—
—explicate.— me arrebata la botella y toma un sorbo.
—yo... terminé con Mark y luego... ¡Oye!— exclamo, haciendo una mueca de asco.
Me ha escupido la leche encima.
—Lo siento, es que eso sí es extraño, ¿Puedo preguntar qué pasó?— se acerca a mí y limpia mi rostro con la manga de su suéter.
Me encojo de hombros y tomo su mano para detenerlo.— lo encontré con otra.—
Abre sus ojos, toma otro trago de leche y lo escupe de nuevo.
—tú limpiarás esto.— lo señalo.
Está perdido en sus pensamientos, lo que me parece extraño porque no me está atacando a preguntas de nuevo.
Frunzo mi ceño—¿No preguntarás cómo era ella? O ¿Qué fue lo que pasó?—
—Val, yo...—
Paremos ahí.
Le digo que terminé con Mark, le digo que lo encontré con otra y luego después de unos segundos, absorto, solo dice…"Val, yo…"
Abro mis ojos con fuerza y lo miro molesta.
—¡Tú lo sabías!—
Espero a que Dave lo niegue, pero no lo hace, solo baja la cabeza y rehuye de mi mirada.— ¡Lo sabías!— aseguro, más molesta que antes por su silencio.
Su silencio me duele.
—Él era un idiota, traté de decírtelo muchas veces.—
—¡Nunca me dijiste que me engañaba!—
—¡No me hubieras creído!— exclama de igual manera.
Cubro mi rostro y deslizo mis manos hacia abajo. —De acuerdo, él es un idiota por hacerlo, pero tú por ser mi mejor amigo y ocultarme esto, eres el doble de tonto.—
La mirada que me dirige en este momento es nueva, al igual que yo cruza sus brazos y frunce aún más su entrecejo.
Quizá fui muy dura con él, pero su silencio me ha dolido mucho.
Abre su boca como si fuera a decir algo y sin formular ninguna palabra, deja el bote de leche en la mesa de la cocina y sale dando un fuerte portazo.
Esto es una pesadilla.
Primero Mark, luego Dave…¿Y ahora quién más se irá de mi vida?.
..
..
..
Era el día decisivo.
Estaba decidida, ese empleo no sería mío, de eso me encargaría yo.
El guardia moreno y robusto de la entrada me mira con recelo, toma mi cartera de nuevo, la revisa y cuando creo que mi mañana no puede ser extraña, comienza a reír, tan fuerte que las personas que transitan por la calle lo ven asustadas.
—¿Y ahora que encontró?—
—¿No habían para adulto?—
Saca la toalla sanitaria de mi cartera, mostrandola al público, me ruborizo y se la quitó.
—¡Oiga! ¡Eso es personal!— sigue riendo a grandes carcajadas.
—¿De patos con pañales, en serio?— sostiene su estómago sin parar de reír.
Me cruzo de brazos — ¿Qué? ¿dirá que son dinamitas?.— se queda serio de pronto y me mira con obviedad.
Era un hombre, él no sabía nada de toallas sanitarias, periodos y cólicos y mucho menos de lo cómodas que podían llegar a ser las toallas sanitarias de animalitos, sobre todo las de patitos.
—¿Y qué pasará? ¿Caerán cientos de patos?—
Le arrebato mi cartera y entro sin pedirle permiso, supongo que sí no me detuvo es porque sabe que me contrataron.
Diez metros después y aún puedo escuchar su risa en la entrada.
Subo al elevador, repitiendo en mi mente las palabras que usaré cuando lo tenga enfrente, seré amable, solo trataré de calmarme y le diré que no puedo aceptar el empleo.
Será sencillo.
Tengo todo bajo control.
..
..
..
Era ahora o nunca, debía enfrentarlo, había sido mi error y debía encararlo.
Dentro a su oficina y tomo una bocanada de aire antes de hablar.
—¡No lo quiero!—
Se da la vuelta y sonríe altivo.
—¿Qué no era tu sueño? ¿O es que somos muy poco al lado de RH?—
Quiero lanzarlo por la ventana, siento una profunda furia arder en mi pecho, pero no estoy en mi territorio, estoy en el suyo.
Mi desventaja es inminente.
Me cruzo de brazos y suelto un bufido.— ¡Tú lo sabías!— asiente.— Estabas jugando conmigo.—
—claro que lo sabía, es mi empresa y tú eres mi empleada.— señala, consciente de que posiblemente tiene esta batalla ganada.— y creo que te equivocas, esa noche jugamos los dos.
¡Te odio, alcohol!
Saco la carta de mi cartera, la que redacté justo después de recibir la llamada en la que me informaban que había obtenido el empleo.
Frunce su ceño y la toma dudoso.—¿Qué es esto?— inquiere.
—mi carta de renuncia.—
Con esto debería ganar un premio Guiness a "el menor tiempo durado en un trabajo"
Max ríe de nuevo, da un paso al frente y yo retrocedo dos más.
No hace falta que diga lo que su cercanía me provoca.
—¿Y qué dirás en tu próxima entrevista? ¿Qué tu jefe te incomodaba y por eso renunciaste?—
—bueno, eso no sería una mentira.—
Esboza una sonrisa.— no parecías muy incómoda esa noche.— da otro paso al frente y yo retrocedo de nuevo.
Intento no mirarlo a los ojos, si lo hago es posible que caiga de nuevo y esta vez sería mucho peor.
Sus ojos tienen algo que me atrapan, es como si hubiera nacido para ser vista por ellos.
Niego y me cruzo de brazos.—estaba ebria y despechada.—
—¿Esa es tu excusa?—
Me siento molesta por su desfachatez, quiero mandarlo al nabo, lanzarlo por la ventana y…
¿Está más cerca?
¡¿Por qué rayos está más cerca?!
—No me quedaré, no me parece justo.—
—¿Por qué…?— eleva una ceja, chasquea los labios y me mira con gracia, como si le cayera el veinte de algo.— ¡Ah, sí, lo olvidaba! Estás en contra de escalar un puesto, solo por sexo.—
Alzo mi mano en el aire, mi intención es que viaje directo a su rostro, sin embargo me detiene.
Algo extraño, como si fuera corriente sube por mi brazo, me aparto lo más rápido que puedo y me alejo de él.
Es como si su sola presencia me quemara.
Fui una tonta, estaba tan enardecida por lo que Mark me había hecho, que cometí un grave error.
—No sé con qué intenciones me contrataste, pero te aseguro que no soy lo que buscas—
Por tercera vez avanza un paso y yo trato de retroceder de nuevo, pero todo me sale mal, ya que he topado a la pared.
Max sabe que me tiene aprisionada, y lo fundamenta dejando sus codos a los lados de mi cabeza y pegando su cuerpo al mío.
—te equivocas, eres exactamente la persona que busco.— acerca su rostro al mío, siento la delicada y deliciosa piel de sus labios rozar los míos, estoy cada vez más perdida y lo sabe, sabe que me tiene.
Cierro mis ojos y busco pensar en algo que no sea él. (La tarta de fresa que cocinó la abuela es muy buena opción) —No me conoces.— logro gesticular.
Sí, cometí un error, pero eso no significa que lo vuelva hacer...creo.
Presiona su m*****o en mi centro por sobre la ropa y besa mi cuello.—nos conocemos más de lo que parece.—
Dice eso y sube mi falda, no tengo fuerza para detenerlo, no puedo porque no quiero, sus manos acariciando mi piel me están volviendo loca, estoy tan ida en él, en que se siente tan delicioso todo esto, que no puedo detenerlo, o detenerme.
Sube mi falda y arranca mi braga, con esta ya me debe dos, se quita el cinturón, baja su pantalón y su boxer, me alza de las caderas, y sin delicadeza alguna entra en mí de una estocada.
Abro mi boca y suelto un sonoro "¡Oh!" Siendo callada por sus labios sobre los míos.
¡¿Qué estoy haciendo?! Dije que no haría esto.
Vine a renunciar no a repetir lo de aquella noche.
Se mueve una vez más con fuerza y antes de perder el poco juicio que me queda, lo aparto, me alejo de él y acomodo mi vestuario.
—¿Qué haces?—
—No puedo, yo no soy así.—
Aunque que ganas de terminar lo empezado las que me quedaron.
—¡¿Así como?! ¿Qué te dejas llevar por lo que sientes?—
Levanto mi mirada y por primera vez sin huir de sus Orbes exóticos, hablo.— no siento nada, y ni siquiera te conozco.—
Me doy la vuelta, estoy dispuesta a irme, esto ha sido demasiado fuerte, en especial porque esta vez no había alcohol en mi cuerpo, estaba consciente y quería seguir.
No obstante, Max me detiene. —Clarisse tiene tu contrato.—
—yo ya firmé un contrato, justo estoy echandolo a la basura.
—no ese contrato.— me detengo y lo miro expectante. —dile que te lo dé, piénsalo y fírmalo.—
Niego. No quiero saber nada más de él.
Salgo de la oficina lo más rápido que puedo.
Quiero llorar por lo que acaba de pasar.
Estoy molesta con él pero más conmigo, me siento frustrada y a la vez siento la incomodidad en mi sexo por lo que acaba de pasar.
No me detengo, ni siquiera detengo un autobús o un taxi, Camino y camino con mis pies adoloridos por la calle, pensando en lo tonta que fui al permitir que aquello pasara.
A una cuadra de llegar a casa, me quito los tacones y continúo.
Necesito hablar con la abuela, decirle lo que pasó, contarle todo y de esa manera sentirme mejor.
Sé que ella me dará un buen consejo, sé que como siempre, sus palabras dolerán, pero a la vez me curarán un poco del dolor que siento.
Solo puedo confiar en ella.
No obstante casi llegando a mi casa veo una ambulancia detenerse justo en la entrada de mi casa.
¡No puede ser!.