2. Lo que en verdad duele

2575 Words
VALENTINA “Para ser un buen escritor, tienes que ser un buen lector” eso dijo Bertrand Russell, un escritor y filósofo británico. Y yo, estaba segura de que lo era. Me había leído la saga de “El señor de los anillos” en dos días y dos noches, en dos semanas había acabado con “Harry Potter” y eso porque en mi mesita de noche guárdame mi marcador verde, para seleccionar mis partes favoritas (lo que me sumaba tiempo), En cuatro días y medio había terminado toda la saga de “Los juegos del hambre” (me enamoré del personaje principal) y casi lloré cuando leí “Yo Antes De Ti” (me seguía pareciendo inaceptable la decisión de Will), y fue más triste porque era una tarde lluviosa de abril, mientras me devoraba un bote de helado de pistacho y ron, al lado de la abuela, quien se había quedado un dormida sobre el sofá mientras miraba un documental sobre las Actineas, conocidas popularmente como Anémonas de mar, o mejor descritas por su filo, Cnidarias. Ella era una fiel televidente de Animal Planet. Hasta solía llenar de esos álbumes de colección que salían en medio de los periódicos. Decía que algún día le servirían a mis hijos para sus tareas. Mi lugar favorito de casa no es mi cuarto. Mi lugar favorito en casa es el ático, en el que tengo todos los libros que he leído a lo largo de mi vida. Desde los escritos clásicos más antiguos y renombrados, de los que los profesores piden como referencia en las escuelas para fomentar la lectura y la comprensión lectora, hasta los más nuevos y contemporáneos que eran populares en estos tiempos. Y, sin afán de sonar como ratón de biblioteca, puedo decir que cada uno me ha dejado una enseñanza diferente. Hay quienes dicen que estamos hechos pequeños fragmentos de libros, y creo que es verdad. Creo que todos guardamos un poco de cada uno de los personajes de nuestras historias favoritas en nuestro interior. Aquellos que nos han enseñado algo que se ha quedado en nuestro corazón para siempre. Si tomara todos los libros que guardo con tanto aprecio en mi ático y los ordenara por género en estantes, tendría una biblioteca igual de grande que la que “Bestia” le obsequió a Bella en la película. Incluso he pensado en hacerlo algún día. Luego de aquel estrepitoso incidente en recepción, nos llaman para darnos un tour a los que hemos sido seleccionados para la entrevista; lo que es bueno, porque significa qué es posible que el puesto sea mío. Tengo una oportunidad entre cuatro, que somos los que pasamos a la siguiente fase. Una señora alta, de cabello plateado y rizado, nos hace el llamado con una seña de su mano para que nos acerquemos a ella y poder guiarnos por aquel tour. A simple vista se ve que tiene una personalidad bastante afable. Por el color celeste de su uniforme puedo atinar a que se trata de una de las asistentes de los altos mandos. Estar aquí es uno de los sueños más grandes que he podido hacer realidad. Así que a pesar de estar a dos metros de distancia de aquel hombre que me ha robado el aliento desde que lo vi, trato de estar pendiente de todo lo que nos informan durante el recorrido. —En editoriales Greco nos esforzamos día a día por encontrar “el nuevo éxito” de la semana, seleccionamos las mejores historias y las colocamos en los estantes de las librerías más importantes a nivel mundial. Contamos con el mejor equipo de traductores profesionales, para llevar las historias a más de 20 países del mundo. Nuestros editores trabajan exhaustivamente para pulir cada obra, y contamos con un equipo de marketing de primera calidad, los mejores en su rama empresarial. Nos hacen entrar a una enorme sala azul, con aire acondicionado, cortinas gigantes de color beige que cubren las enormes ventanales, en el centro una mesa hecha de cristal, el piso no es la excepción. Es tan lujoso que tenía miedo de pararme en él. De hecho todo aquí aspira lujo. Está cubierto con una alfombra de color azul océano y tiene una insignia característica de una sirena con una corona en el centro y lo demás es color azul apagado, simulando lo que creo es el fondo del océano. Las paredes están adornadas por cuadros con fotos de libros y sus autores. —No todos entran ahí. —me sobresalto al escuchar aquella voz masculina y dominante a mi lado. Resulta que estaba absorta en aquella pared. ¿En qué momento llegó a mi lado? Froto mi brazo, estoy intranquila por tenerlo cerca, no quiero volver a decir una tontería como la de hace rato. Sé que soy capaz de hacerlo y sin que me obliguen. —¿Po-por qué? ¡Rayos! Tartamudeo. Para ser un aspirante al puesto, sabe mucho sobre este lugar. Frunzo mi ceño y formulo una pregunta. —¿Ya habías venido aquí antes?. Niega. —De hecho es mi primera vez aquí. —confiesa, rascando su nuca y mirando hacia la puerta de salida. Parece desesperado por irse, algo me dice que no quiere estar aquí y que seguramente alguien lo está obligando. Por lo poco que he hablado con él me he dado cuenta de que no es de por acá. Su acento es muy extraño. —¿También vienes por el cargo de…? No me permiten continuar. La chica rubia que hace rato me despertó de mi cómodo sueño mientras esperaba a ser llamada, entra por la puerta. Toma el micrófono e interrumpe a la señora que nos estaba dando el tour por el edificio. —Ya basta, Clarisse, vuelve a tu puesto. — ordena con arrogancia. O ella es la jefa o tanto tinte le ha dañado la cabeza y le ha quemado la humildad y la delicadeza, pero me molesta, esa no es la actitud para pedir algo y ni siquiera para ordenarlo. —Seguramente se acuesta con alguien aquí. —digo sin pensar, luego me doy cuenta de que lo he exteriorizado. El chico a mi lado enarca una ceja y me mira curioso. —¿Quién?. Lo miro asustada —. ¿Ah…? Bueno… Me debato si decírselo o no, no era algo que quisiera compartir. La verdad es que mi lengua tiene vida propia y a veces dice cosas que si bien, sí pienso, las retuerce para que se escuchen peor de lo que las he pensado. El sujeto a mi lado, del que aún no conozco el nombre, espera mi respuesta con mucha atención y sé que es posible que pueda usar mis palabras en mi contra para quedarse con el empleo. Sin embargo, como lo dije antes, mi lengua tiene vida propia. —Esa chica. — La señalo con la mirada —. Es asistente al igual que la señora Clarisse, pero es demasiado mandona. Está claro que tiene su puesto asegurado y por eso es así. —¿Entonces… según tú nadie puede llegar lejos sino es acostándose con media empresa? —murmura divertido, pero sin dejar de ver al frente. Niego con rapidez —. No quise decir eso, es que… ¿Es que qué, tonta? Sí, era eso lo que había querido decir. Había abierto de nuevo mi boca y lo había arruinado todo. Dejo de intentar explicarme, porque es obvio que lo iba a terminar arruinando todo aún más, mucho más de lo que ya lo había hecho, si continuaba así. Bajo mi cabeza y doblo mis labios apenada, y escucho cuando vuelve a reír. Lo miro de nuevo, tiene sus manos metidas en las bolsas delanteras de su pantalón, está un poco más cerca y su sonrisa me ha comenzado a desestabilizar. Se ve demasiado sexy como para ignorarlo. —Tranquila. —me guiña un ojo —. Será nuestro secreto. Siento el rubor subir por mi rostro. Hace tiempo que alguien no me hacía sentir así, nerviosa…, confundida…, exaltada. Ni siquiera Mark. Retrocede un paso sin dejar de sonreír, mirándome con complicidad. — Quizá ya llegó la persona que le quite su trono. —asegura, caminando hacia la salida. Eso fue demasiado extraño. … … … El estómago comienza a pedirme comida, ya es tarde y aunque creo que quizá estoy exagerando y lo que he esperado en el restaurante es poco, al revisar la hora en mi reloj, confirmo que mi teoría de “ya es tarde” es real. Los demás comensales ya han comenzado a retirarse, no es para menos, es casi medianoche, pero no puedo irme porque Mark dijo que vendría. Tiene que hacerlo, él nunca me ha fallado de esta manera. Celebraríamos que él sería el nuevo entrenador del equipo de fútbol de la universidad estatal de Florida, y que yo había pasado a la segunda fase para entrar a la editorial de mis sueños. No podía olvidarse de algo tan importante, algo que era no sólo para mí, sino también para él. —¿Ordenará algo? Tal vez su acompañante tuvo un inconveniente. ¿Está segura de que vendrá? —preguntó el mismo mesero, que ya llevaba tres veces con esta, preguntándome lo mismo. Las dos veces anteriores había negado, pero esta vez sentía que tomaría su consejo, después de todo no me había puesto el vestido nuevo que la abuela había tejido para mí y había gastado tanto tiempo en arreglarme, solo para sentarme toda la noche una de las mejores mesas de uno de los mejores restaurantes de la ciudad, para nada. Asentí y pedí una botella de champagne, tal vez tal y como él decía, a Mark solo se le había hecho tarde, o había tenido un… inconveniente. O al menos eso era lo que yo esperaba. … … … “Siempre que sufras, recuerda algo…. Llorarás, sentirás que te ahogas y tocarás fondo, pero lo bueno de todo eso es que solo te queda algo por hacer, subir de nuevo hasta la orilla, en la que te aseguro, te espera algo mucho mejor”. Aquello que la abuela decía era tan cierto. No lo pienso muy a menudo, pero quizá el hecho de haber sido plantada en el restaurante, que son casi las dos de la madrugada y que estoy mareada por beberme yo sola una botella entera de champagne, quizá tenga algo que ver. Estoy loca, quizá más que eso, decepcionada… y por esa razón quiero aclarar los hechos y escuchar de la boca de Mark la razón por la que no llegó a nuestra cita. Quizá está enfermo y no pudo avisar. Quizás solo se durmió y perdió la noción del tiempo… quizá… —¡Fiesta! ¡Quizá estaba en una fiesta…! Bien, Val, no pienses mal. Es posible que solo les haya prestado el apartamento a sus amigos para hacer una pequeña fiesta que se salió de control. Es todo. Quizá él no esté aquí. Es muy posible que te haya ido a buscar al restaurante y no te haya encontrado. Era obvio que mi conciencia me quería hacer sentir mejor. Ella, mi voz interior, me decía que Mark no era así. A lo lejos, en medio de tantas personas que bailan como si hubiesen sido poseídos por espíritus zombies, yo creo que era Carlos, el mejor amigo de mi novio. Se encuentra a la mitad de la sala bailando con dos chicas de una forma un tanto obscena. No quiero acercarme. Sin embargo, necesito saber dónde está Mark, así que sin meditarlo tanto, en medio de empujones y llenándome del sudor de otras personas debido al poco espacio, me acerco a él y le pregunto por Mark. —¡Vale! —exclama emocionado al verme, pero sin dejar de bailar —. ¿Te unes a la fiesta? Niego —. ¿En dónde está Mark?. —¡No te escucho! —señala sus oídos y luego los aparatos de sonido que resuenan a todo volumen. —¡¿MARK?! —grito. Hace de nuevo esa señal de no escuchar nada y se da la vuelta sin dejar de bailar, tomando por el trasero a una de las chicas, la cual no parece quejarse. Y sí, a lo que me refiero con “bailando” entre comillas, es algo muy diferente, puesto que pareciera que están teniendo sexo en medio de decenas de parejas que hacen lo mismo. No quiero estar ahí. Prefiero irme, pues ese lugar aparte de darme desconfianza, me provoca náuseas. Giro sobre mis talones y —¡Maldición! —exclamo fuerte, al sentir como el líquido helado baja por mi escote, seguido del asqueroso olor a cerveza. —¡Fíjate! —dice furioso el chico que la llevaba y con el que he chocado. ¡Estoy harta! Lo miro como si con mis ojos le dijera hasta de lo que se va a morir, lo empujo y camino hasta las escaleras que dan al segundo piso. Me iré de este asqueroso lugar, pero antes trataré de secarme, tal vez de paso encuentro algún suéter que tomar prestado del cuarto de Mark. Arriba está más tranquilo. La música se sigue escuchando bastante fuerte, pero al menos no está abarrotada de gente. Voy exprimiendo la orilla de mi camisa con una mano. Con la otra abro la puerta, y al levantar la mirada hacia la cama, lo que veo hace que me quede de piedra, sintiendo como mi corazón duele y se rompe en pedacitos. El tipo se da cuenta de mi presencia y niega asustado. —¿Val? —se aleja de la chica con la que estaba follando y sin tener al menos el decoro de cubrirse, trata de acercarse a mí —. No es lo que piensas. Retrocedo y me aparto antes de que siquiera me roce. No quiero tenerlo cerca. ¡Es ridículo! ¿No es lo que piensas? ¿En serio no se les ocurre nada mejor? ¿Tenía que usar una frase tan trillada? Trato de contener mis lágrimas y disimular el dolor que el nudo en mi garganta me provoca. Sin embargo, es inútil. Mis lágrimas ya han salido de mis ojos y mi pecho duele mucho. —¿Ah no? —la tipa se acomoda en la cama con una sonrisa divertida al escuchar mi voz temblorosa —. ¿Y qué se supone que pasaba en realidad? ¿Le dabas clases de anatomía básica? ¿No sabía dónde están los órganos genitales, le explicaste y como no te entendió porque es estúpida decidiste meter tu falo en su coño? —¡¿A quién le dices estúpida?! —chilla la tipa, sentándose a la orilla de la cama —¡Fue a ti a quien engañaron! —Puede ser —a como puedo le devuelvo la sonrisa —. Soy estúpida por estar con este idiota y por la misma razón ahora la estúpida eres tú, con la única diferencia de que ambos se merecen. —Vale… —trata de tomar mi mano una vez más —. ¡No me toques, imbécil! ¡Esto se terminó! Sin esperar alguna respuesta de esas dos escorias, me doy la vuelta y bajo las escaleras tan rápido como puedo. Tropiezo, mas no me detengo. Quiero salir de ese lugar. ¿Así duele el amor? ¿O lo que en realidad duele es la traición?.
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