Llegamos a una casa un tanto pequeña, afuera está pintada de blanco, lo que podría decirse que le resta brillo de entre las demás casas del vecindario, pero no importa, destila un aire familiar, no es ostentosa, por lo que cogerle cariño es de valientes, y por dentro pareciera estás abandonada. No le he dicho a Max lo que sucedió en el baño, tampoco le he dicho sobre mis dolores constantes, después de todo, esto de agarrarnos confianza es nuevo. — ¿Qué te parece?— pregunta con nostalgia. Algo me dice que esta casa era suya. — ¿Por qué me preguntas a mí?. — Porque será nuestra, porque quiero que hagamos esto real y para eso, invite a mi familia a un almuerzo... — ¡¿Aquí?!— pregunto escandalizada. Todo esya hecho un desastre. Max ríe y me toma de la cintura, pegándome a su cuerpo. —

