Alexander Me duché quince minutos extra esa mañana. Estaba tan consternado por lo ocurrido y por mi propia forma de manejarlo que ni siquiera sentí el peso de la trasnochada pasada. Ese día me resultó más fácil ignorar las quejas y preguntas constantes de Marcela. Todo giraba en torno a la extraña sensación que sentía al saber que volvería a estar cerca de Jennifer en la misma mesa, durante la primera comida del día. Hallé a Michaela en el comedor con los ojos vidriosos, siendo consolada por Mauricio y Antonella cuando fui en búsqueda de aquel encuentro inevitable. Comprendí la situación cuando Nicolás llegó y fue puesto al corriente de la ausencia de su nieta. –¿Acaso Jennifer ya desayunó? ¿Por qué no está aquí? Las lágrimas de Michaela volvieron a fluir. –No quiere levantar

