Jordan
El desayuno del día siguiente fue mucho más tranquilo y ameno debido a la ausencia de Marcela.
La desvelada y el efecto del poco alcohol que tomé me jugaron una mala pasada esa mañana. Además, la imagen de Alexander desayunando frente a mí solo me hacía evocar los recuerdos de lo sucedido en el baño del hotel.
Mis mejillas se sonrojaron solas al volver a sentir aquella electricidad bajo la piel recordando la cercanía de su cuerpo. También estaba muy avergonzada por la forma en la que lo había abofeteado. Aquella era una acción muy impropia en mi y sentí la necesidad de disculparme.
Esperé a que todos terminaran de desayunar y lo alcancé en el pasillo, mientras salía hacía el trabajo.
–¿Estás siguiéndome? –Preguntó de mal humor y con la parquedad que ya me acostumbraba a ver
