Jordan Fabrizio empezó a actuar como un loco. Más de lo que yo pensé que estaba. Me tomó del brazo con violencia y me obligó a caminar con mayor rapidez. Tuve varios traspiés que casi me llevan al suelo y no se dieron gracias a sus jaloneos. –¡No quiero volver a verte con Alexander! ¡Te prohíbo que te acerques a él! ¿Entendido? No es un pedido, es una orden. No cuestioné ni me negué, no me apetecía enfrentar a un hombre peligroso en plena euforia. Sabía que no podía salir ganando de hacerlo así. El resto del día fue una tortura. La familia entera almorzó en un bonito restaurante que estaba cerca al cementerio. Una hora antes del entierro volvimos al campo santo para estar presentes en la desgarradora escena de una madre aferrándose al féretro de su joven hija. Siempre fui muy sen

