Alexander Caminé por los viñedos tratando de calmar la efusividad que Jennifer me había provocado. Me sentí realmente tonto al haber caído tan fácil en sus palabras y mentiras tras tanto tiempo. Ni siquiera tuvo la decencia de admitir su culpa, incluso cuando el daño ya estaba hecho y ahora tenía sobre mí a una Marcela celosa que seguramente empezaría a acosarme hasta descubrir quién era mi supuesta amante. –¿Señor Alexander? Preguntó una voz a lo lejos, no recordé de quién provenía pero me resultó muy familiar. En cuanto me giré, vi acercarse a una de las mujeres de servicio, era mucho más pequeña que yo y tímida, parecía de unos 50 años. No me hizo falta pensar mucho luego de observarla. Si había ido hasta aquella parte más alejada de la casa para verme, probablemente estaba sig