Capítulo 2: Altas horas de la noche

948 Words
Jordan Llevaba cerca de media hora tratando de buscar mis llaves entre las cosas revueltas de mi bolso. Cualquier persona en mi lugar hubiese optado por tocar la puerta, pero yo confiaba en que mi abuela estuviera dormida, así que no pretendía despertarla. Haber conseguido un trabajo hasta esas horas de la noche empezaba a resultar un problema. El barrio en el que vivía era algo desolado y al día siguiente tenía que despertar muy temprano para ir camino al taller. Tuve un pequeño sobresalto cuando un ruido extraño se desató cerca, después me alivió darme cuenta de que era Chitara, la gata de la vecina. Había aparecido en el pasillo, tirando uno de los maseteros que colgaban de la puerta de su dueña para intentar llamar su atención y entrar a casa. Ambas estábamos en la misma situación. La puerta de mi lado se abrió súbitamente, dejándome ver el rostro de mi abuela muy despierta, con el celular en la mano. –¡Jordan! Muchacha ¿En dónde te habías metido? Te estuve llamando muchas veces, es muy tarde. –Abuela, lo lamento yo creo que… –Metí la mano una vez más entre mis cosas y saqué el teléfono más rápido de lo que creí. Solo hasta ese momento me di cuenta de lo muerta que estaba la batería– mi celular se quedó sin carga y olvidé mis llaves en el café. –Pasa, no te quedes ahí. A esta hora ya todos los vecinos están durmiendo. Agradecí que estuviera despierta y que hubiese aparecido en un momento tan necesario. Me quité los zapatos mientras iba camino a la cocina y dejé el bolso en la encimera. –¿Qué tal te fue en tu primera semana de trabajo? ¿Te sientes agusto allí? –Indagó, tratando de saber si el puesto era tan bueno como me lo habían pintando cuando leímos el contrato– –La jefa y la cocinera son muy amables conmigo. A juzgar por la forma en la que me hizo la entrevista de presentación creí que iba a ser un poco más ruda, pero resultó ser todo lo contrario. Incluso después del desmayo que sufrí el día miércoles frente a todos los clientes. Por todos los cielos… qué vergüenza. –Mis mejillas se sonrojaron con tan solo pensar en aquel espectáculo. – –Cariño, eso no fue culpa tuya. Esperemos que mañana el diagnóstico del médico no diga nada malo, tal vez sea solo un desmayo por fatiga. Asentí esperanzada en que sería así. –Sobraron algunas donas y me permitieron llevarlas… ¿Te apetece algo dulce antes de dormir? Saqué de mi bolso una pequeña caja que contenía los dulces. Encendí la cafetera y me dispuse a servirlas en un plato para disfrutarlas junto con una buena taza de café caliente. –Al menos algo bueno tiene ese lugar, no me gusta para nada que salgas a estas horas de la noche. Las calles son cada día más peligrosas… –Lo sabía, aceptó a regañadientes que accediera al trabajo gracias a mis constantes súplicas.– –Eh… Abuela ¿Por qué no sacaste la basura? Pregunté fijándome en la bolsa llena y amarrada junto al bote. Ella se llevó una mano a la frente mientras ponía un gesto de falso horror, se había olvidado de dejar los restos en el contenedor del edificio. Nuevamente. –Vale, vale… –Reí un poco antes de coger el paquete y volver a colocarme los zapatos para salir– Voy a dejarla en el contenedor y regreso. Te dejo a cargo de cafetera… La oí decir que ya era algo tarde para hacerlo, pero ya me conocía. Detestaba tener basura acumulada en la casa hasta el otro día. Me dirigí hasta la salida trasera del edificio en el que vivíamos y abrí la puerta del contenedor para terminar de meter bien los desechos. De pronto un fugaz y extraño ruido a mis espaldas hizo que me incorporara al instante. "Quizá sea Chitara otra vez" Pensé al descuido mientras puse la tapa de vuelta y me dispuse a volver a casa. Otro ruido un poco más fuerte puso en alerta todos mis sentidos. Me di media vuelta para verificar la situación y me tropecé con el pecho de un hombre misterioso. Tenía puesta una capucha negra y escondía el rostro en la oscuridad, no supe quien era. –Es ella… –Lo escuché decir en Italiano, quizá creyendo que yo no entendía aquel idioma– Es Jennifer 2. Lo empuje para correr de nuevo hacia casa pero choqué con otro hombre un poco más alto de igual vestimenta. En lo primero que pensé fue en mi abuela. Quizá eran ladrones y pretendían usarme para entrar al departamento a llevarse todas nuestras pertenencias, ya que en ese momento no tenía nada más que ropa encima. –Lo es, es idéntica… Murmuró el otro, mirándome con cierta insistencia. Sentía su vista en mi aunque no pudiera divisar su rostro. –Pero que… déjenme o les juro que voy a gritar y hacer un escándalo. Advertí empezando a morir de miedo. Un tercero apareció entre las sombras de la noche y el pequeño callejón, dando una orden apenas audible. Se abalanzaron hacia mí a los pocos segundos, tomándome del brazo pese a que luchaba por correr. No tenía idea de qué hacer, solo pretendía escapar hasta mi casa para refugiarme y llamar a la policía. Cuando por fin me solté di tan solo unos pasos lejos antes de sentir un paño levemente húmedo sobre mi nariz y boca. Forcejeé cuando me abrazaron pero mis fuerzas flaquearon, cayendo en un sueño inevitable. Así de débil era. Siempre.
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