Alexander
La familia entera continuaba desvelada. Michaela llamaba a algunos pocos conocidos que encontró en la vieja agenda de casa mientras luchaba por contener las lágrimas al recibir negativas en respuesta a sus preguntas.
Mauricio se ocupaba de hablar con el jefe de seguridad de la familia para darle algunas indicaciones sobre el método de búsqueda que empleaban. El abuelo Nicolas se encontraba a un lado, ensimismado y en silencio, siendo consolado por Gabriel.
Todos recurrieron a la desesperación y a una única cuestión en la cabeza. ¿Dónde estaba Jennifer Praga?
A mi no me extrañaba, mi cuñada pequeña jamás había dado explicaciones de a dónde iba o de donde venía, mucho menos de lo que hacía. Además, no era la primera vez que hacía algo así.
–Ya revisamos en hospitales y comisarías, también en albergues, lo siento señor Praga…
Giovanni, el jefe de seguridad de la familia, comunicaba con impotencia a Mauricio sobre el resultado de la búsqueda. Él no contestó, asumí que trataba de interiorizar lo peligroso del asunto y lo preocupante que resultaba. Jennifer había salido de casa 4 días atrás y ahora no sabíamos nada sobre su paradero.
–¿En dónde está Fabrizio? –Cuestionó el abuelo, tanteando el área con la mirada.–
–Fabrizio se fue al sur. Un contacto dijo que le pareció haber visto a Jennifer por allí y decidió investigar. –Repuso su madre de inmediato–
–Pero… ¿Qué hace Jennifer en el Sur? No lo comprendo… ¿Por qué no pidió a los choferes que la llevaran?
"Quizá quería escapar"
Terminé pensando automáticamente luego de oír la pregunta completa. Algunos pocos de la familia conocíamos su forma de ser y no ignorábamos sus deseos de librarse de toda la familia.
–Alexander, hijo… –Habló nuevamente el abuelo, dirigiéndose a mí– ¿Podrías llamar a Fabrizio y preguntarle si tiene noticias?
Asentí con la cabeza y sin ánimos de emitir palabra. Mi enemistad con el único nieto hombre de la familia Praga venía de varios años atrás, sin embargo, no podía negarme a quitarle la palabra tras un evento así. Mucho menos si era gracias a la petición del abuelo.
Tomé mi celular y no dudé en llamarlo cuando encontré su número. Un timbrado, dos, tres… Afortunadamente nunca contestó y me ahorró las molestias.
Si no atendía el teléfono en esos momentos quizá debía estar atendiendo un asunto muy importante.