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1078 Words
El artista debe aspirar a la perfección en todo lo que hace. (Eugene Delacroix) . . . Regresé de la farmacia con mis compras, rápidamente fui al baño con el tinte para el cabello y me miré en el espejo. -Pobre cosita fea- me dije a mí misma y abrí el estante tomando mi peine y las tijeras. Si iba a hacer esto, entonces lo haría bien: Cómo había aprendido de todas las películas en las que las mujeres cuando querían un cambio empezaban por cambiar su look. Así que pronto mi cabello dejaría de ser por mis caderas de un aburrido color café muy pronto. Me peiné quejándome un poco por los nudos de mi cabeza, terminé relativamente pronto, siendo tanto el desastre que tenía por cabello. Bajé el cuerpo y até todo en una cola de caballo que más bien lucía como un cuerno de unicornio. Podía salir así de noche, conquistar a alguien… Dejé de burlarme de mí misma para empezar a cortar. Respiré hondo y medí. ¿Una cuarta lucía bien pero… Qué tal un poco más? Corté la coleta a la mitad, intentando que no quedara tan mal y chillé desde el primer corte hasta el último. Vi un gran mechón de pelo desprenderse y caer sobre el lavamanos y grité mirándome no sé si feliz o aterrada. Gracias al cielo no quedó tan mal, cubría hasta debajo de mis pechos y estaba conforme. Preparé el tinte, era de inmediato que haría todo, pero primero puse un poco de música, ya saben, para el proceso creativo. Cuarenta minutos más tarde salí de la ducha y no podía creer lo que veía. Mi cabello era n***o ahora, intenso y hacía que mi piel luciera más brillante. Bien, al menos lucía más joven y era lo bueno. Un cambio era un cambio. Terminé de depilarme, la cera era un doloroso placer que sufría en privado y con práctica llegaba la experiencia, por lo tanto no demoraba demasiado. El timbre sonó mientras seguía envuelta en la toalla. Debido a las cinco veces seguidas que se repitió comprendí que mi amiga había llegado. -Juro que si se daña lo pagas- dije al recibirla y gritó al verme con sorpresa. -¿Qué hiciste?- traía dos botellas de vodka en las manos y una bolsa de plástico guindando de su brazo. -¿Piensas embriagarme? -Claro, fue lo que pediste, ahora responde- dijo mientras se abría paso dentro de mi palacio de una sola habitación. -Quería un cambio, eso es todo- expliqué con simpleza mientras caminaba a mi cuarto. Ella se dirigió a la cocina. -Bueno, te queda- sonreí, ella siempre me apoyaba- Prepararé unos tragos, ¿Dónde está la licuadora? -Arriba- grité mientras abría mi armario, tomé lo primero que vi y fue una braga de tirantes delgados con estampado de margaritas. Traía mi tanga favorita y me la puse sin brasier, no saldríamos de casa de igual forma. O eso pensaba yo. Escuché el desastre provenir de Layla y respiré hondo pensando en lo mucho que tendría que limpiar, pero no importaba, la idea fue mía. Cambió la estación de radio por música de su celular y la fiesta privada empezó cuando me llevó a la sala las bebidas rosas. -¿Qué hiciste, loca?- dije divertida. -Unos tragos con limón y fresas que aprendí, gracias Pinterest- dijo sonriendo y chocamos vasos- ¿A qué carajos se debe todo esto? Temprano no te lo pregunté pero me muero por saber. ¿Es que por fin llegó un galán? Bufé antes de darle un trago a la dulce y peligrosa bebida. -Ya quisiera yo, pero no- su expresión cambió- Es sólo que… Estaba aburrida, Layla, quiero decir, todo es tan monótono- me quejé abrazando el espaldar del sofá- Lo único que cambia es… -Es el protagonista de tu novela erótica- bromeó ella y volteé los ojos- No te molestes, pero es cierto. No haces más que leer tus historias y no es que sea malo pero… ¿Has oído de la adicción a la pornografía?- arqueé una ceja- Siento que tienes lo mismo, pero con los libros. -No me juzgues, es lo único que me entretiene, vaya depre, ¿Eh? Vivir a través de personajes literarios- tomé un largo trago. -Nunca te juzgo, amiga- dijo con dulzura- Es sólo que debes empezar a vivir de verdad, ¿Me entiendes?- hizo una mueca- Tu hermano siempre te protegió demasiado y eso hizo que fueras inaccesible para los chicos desde siempre, pero ya Rick no está, Iris, tienes veintiocho, no doce, y necesitar liberarte un poco- respiré hondo. -Es cierto. No he sabido nada de él en meses- recordar eso me puso triste, Layla dio un suave golpe a mi pierna. -¿Ya ves? Empezaste a preocuparte de nuevo- me señaló- ¡No, no! Basta, deja de pensar en tus padres que están muy bien en su segundo crucero del año, tu hermano escogió estar en el ejército y espero que siga allá por un buen tiempo, vivo, pero allá- la miré con los ojos entrecerrados- Tú sigue haciendo tu aburrido trabajo pero ¡Sal!¡Disfruta!¡Ten sexo, Iris, por Dios!- exclamó y me reí. -Eres una estúpida. Pero tienes razón- admití y alzó ambos brazos al aire. -Lo sabía, salud por eso- dijo chocando la copa con la mía y ambas bebimos otro trago. Era el primero y ya yo me sentía muy alegre- La cuestión está en qué vas a hacer ahora. -¿De qué hablas?- pregunté frunciendo el ceño y se puso de pie. -Mira, es fácil. Tú… ¿Vas a tener sexo con un precioso jovencito? ¿O quieres probar con un Sugar Daddy? Tal vez podamos inscribirte en algo y tendrías sexo con tu profesor. O con un psicólogo. -¿De qué carajos hablas, Layla?- dije quebrándome de risa- ¿Hola? No soy una protagonista de novela de w*****d, ¿Sabes?- señalé mi cuerpo y ella se rió. -No, pero lo podrías ser- se rió sentándose de nuevo- Quiero que tengas aventuras, que conozcas gente, aunque no sea para dormir con ellos, pero… Arriésgate- insistió- Eres hermosa, eres inteligente, y cuando dejas atrás esa timidez eres alocada- me reí- ¿Por qué no jugar a ser alguien más?¿Por qué no haces de tu vida un verdadero cuento s****l? Mordí mi labio inferior, pensando realmente tal locura. Es decir, yo pedía un cambio pero… ¿Uno tan arriesgado?
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