LIBRO II: CAPÍTULO 2- Eduardo Jaz

2346 Words
Registrada en SAFE CREATIVE  Bajo el código: 2108299104794 TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS © María Julia  El despertar en mi casa de la infancia al lado de mi hija no es algo extraño para mí, pero si lo es cuando la tengo que vestir para ir conmigo a la cede del conglomerado CanCon a ver a la única persona que no quiero que conozca, su verdadero padre. Sabina no tiene idea de nada, ni de lo que pasará y mucho menos de lo que puede pasar si Jaz mueve bien sus cartas, ¿está será la última vez que vista a mi hija con su vestido favorito?  Julie, es hora de irnos.  Escucho a mi padre en la puerta y volteo a verle ― si papá, ya vamos.  ―¡Abuelo!, ¿luego podemos ir a la playa? ― pregunta mi hija con toda la felicidad del mundo.  ―Sí claro, pero primero vamos a dar el paseo.  ―Vale,vale― responde feliz y luego me abraza con sus brazos al rededor de mi cuello ya que la tengo de pie sobre la cama ― estoy feliz porque estás aquí, mamá.  ―Yo también estoy feliz― respondo y le doy un beso sobre la frente―¿nos vamos?  ―¡Vamos!― baja feliz al suelo y luego toma a su muñeca “Por” para ir con mi padre que la recibe con las brazos abiertos ―vamos abuelo.  ―Vamos.  Me acerco a mi padre y él me sonríe―¿cigarro otra vez?― le digo.  ―Vamos Julie, tendré suficiente con tu madre cuando llegue― responde haciéndome sonreír.  […] El camino hacia la sede del Conglomerado CanCon en Ibiza fue más largo de lo que recordaba, aunque confieso que tenia mucho tiempo que no iba para allá y mucho menos a algo tan importante como es esto sin embargo, Sabina ha hecho el camino leve ya que Mateu ha puesto el disco de la Sirenita y ella va cantando sus canciones a todo pulmón junto con él.  Saco mi móvil para poder enviarle un mensaje a Robert cuando veo la mano de mi padre encima de la mía ― aún no― me murmura.  ―Sólo le diré buenos días.  ―Habrá preguntas― murmura.  Hemos llegado señor  Escuchamos ambos la voz de Mateu al entrar al estacionamiento del conglomerado.  ―Ven con nosotros Mateu, necesito que te quedes un momento con Sabina y te la lleves al jardín si es necesario― ordena mi padre con una voz autoritaria pero tranquila.  ―Claro señor.  ―¿Mateu me vas a llevar por un helado de vainilla? ― pregunta Sabina tierna mientras la bajo de su silla para el auto.  ―¿Helado señorita Sabina? ― pregunta entre sonrisas.  ―Sorbete Mateu― corrijo a Sabina― recuerda que en México se dice diferente.  ―¡Ah si claro!, pero ahora que tu abuelo diga que podemos, ¿vale?  ―¡Vale!― grita emocionada y baja del auto entre mis brazos. La aprieto un poco fuerte porque tengo el presentimiento de que en cualquier momento alguien me la tratará de quitar ― mami, me estás lastimando.  ―Lo siento― me disculpo y la bajo para que camine a mi lado y la cojo bien de la mano― sólo no te separes, por favor, nada de ir a explorar, ni de irte a ver cosas, ni con nadie que no seamos tu abuelo, yo o Mateu, ¿si?  ―Bueno mamá, me portaré bien― responde.  Los cuatro entramos al elevador y mientras nos dirigimos al salón de juntas no puedo dejar de pensar en lo que me espera. Mi nerviosismo es evidente, así que mi padre toma mi mano y besa el dorso.  ―No pasará nada, todo estará bien ― me comenta y yo sonrío.  Las puertas del elevador se abren y mi padre se adelanta para ir hasta la sala de juntas y ver cómo está la situación. Sabina viene tomada de mi mano y en la otra toma su muñeca.  ―¡Es muy grande el sitio mamá!― expresa emocionada.  ―Lo es, aquí trabaja el abuelo.  ―¡Guau!, cuando sea grande yo quiero nadar― habla y yo sonrío.  Mi nieta está aquí pero no puedo permitirle que esté presente en la reunión.  Escucho la voz de mi padre dentro de la sala.  ―Señor Ruíz de Con mi cliente pidió ver a la niña, es la principal razón de este encuentro.  ―Sí, pero mi nieta no conoce a este señor, sólo la va a alterar y asustar, no voy a permitir que eso suceda, ¡me entendió! ― expresa mi padre.  ―Mateu, toma a Sabina, mantente cerca, en la sala de espera, y por nada del mundo permitas que se la lleven sin mi autorización.  ―No se preocupe Señorita.  Me acerco a Mateu y le murmuro ―con tu vida Mateu― y él asiente. Me pongo a la altura de Sabi y le doy un beso sobre la frente ― Sabi, voy a entrar con el abuelo, ¿vale?, te quedas con Mateu, por favor no te separes de él.  ―Bueno― responde con una sonrisa.  Me pongo de pie, arreglo los vaqueros que traigo puestos para después entrar a la sala de juntas donde enseguida la mirada de Jaz y la mía se cruzan.  ―María Julia, pero qué sorpresa― habla en un tono se sarcasmo y mostrándome esta sonrisa falsa que siempre ha tenido ― pero qué gusto.  ―Déjate de tonterías, ¿qué quieres? ― pregunto.  Mi padre me toca el brazo y al voltear a verlo me dice con la mirada que es momento de que me tranquilice, pero es que no puedo, no quiero, no debo.  ―Tranquila, porque puedo volver a poner la demanda por agresión que retiré meses atrás y será peor para ti.  ―¿Ahora quién me está amenazando? ― pregunto sin retirar mi mirada de la suya.  Un hombre alto, de barba tupida, pelirrojo y muy bien arreglado se acerca a nosotros ― señorita Ruíz de Con, es mejor que escuche lo que su padre le dice, porque mi cliente aquí tiene un caso muy sólido para quedarse con la niña Sabina.  ―¡No tienes nada!― expreso― Nada Jaz, todo lo haz inventado.  ―¿Esa es una acusación? ― me pregunta el abogado.  ―Julie, déjame que yo hable, ¿sí?― me pide mi padre. Tomo un respiro profundo y asiento― ¿díganos abogado?, ¿por qué estamos aquí?  El abogado saca una carpeta llena de papeles y al abrirla comienza a leer― mi cliente, Eduardo Jaz, ha puesto una demanda para reclamar la custodia total de su hija Sabina Ruíz de Con Caballero, el cambio a “Jaz, Ruíz de Con” y llevarla a vivir con él.  ―No― respondo de inmediato.  ―Mi cliente alega que cuando él quiso ver a su hija, usted se lo negó agrediéndolo, quitándole la oportunidad de poder hacerlo.  ―Jaz, negó a mi hija hace tiempo atrás, incluso me pegó en medio del centro comercial…― trato de explicar.  ―Mi cliente― interrumpe el abogado― negó a su hija por órdenes de sus familiares ya que era mejor de edad y no había decisiones que pudiese tomar, ahora que tiene la edad adecuada y después de lo sucedido, ha decidido que el mejor lugar para ella es a su lado. Además, de que es bien sabido que usted, señorita Ruíz de Con Caballero, ni siquiera vive con la menor.  ―¿Qué? ― pregunto impactada.  ―Vive conmigo, Sabina está a mi cargo, familia directa, soy su abuelo ― me defiende mi padre.  ―Pero no su padre― responde Jaz y le sonríe― por lo tanto puedo cuidar a mi hija como su padre si es que su madre gusta quedarse a vivir en Nueva York.  ―No― digo firme.  ―¿No qué? ― insistió Jaz ― ¿me vas a negar ver a mi hija?  ―¿Qué es lo que quieres Jaz? ― insisto.  ―Ver a mi hija― repite pero veo que su mirada se desvía.  Mi padre suspira―¿Cree que podamos hablar en privado los tres? ― pregunta al abogado.  ―No señor Ruíz de Con, también se me hace raro que no hay atraído a su abogado.  ―Esta es mi empresa, este es mi lugar de trabajo, puedo tronar los dedos y traer a todo el bufete de abogados del Conglomerado CanCon y hacer que el caso de su cliente caiga en uno dos por tres. Así que Jaz, ¿hablamos en privado? ― vuelve a preguntarle.  Jaz accede y en seguida el abogado sale de la sala para quedarnos los tres frente a frente viéndonos a los ojos. Él, saca un cigarro de la cajetilla aplastada y lo prende.  ―Señor Tristán, mi padre siempre decía que cuando un Canarias o un Ruíz de Con te pedían un momento a solas, era por alguna propuesta o trato― habla viéndome a mí.  ―Tu padre siempre fue un idiota― responde mi papá con una seriedad en su rostro― al igual que su primo Iñaki, pensé que había aprendido de su ejemplo pero por lo que veo, no fue así.  Jaz borra la sonrisa de su rostro ― sólo le recuerdo que los que están demandados son ustedes.  ―Y yo te recuerdo que a mi hija y a mi nieta no las tocas, ¿qué es lo que quieres?  ―Qué cree señor Ruíz de Con?, ¿cigarrillos?, ¿comida?, no… soy ambicioso y quiero lo que me merezco, un lugar en la mesa directiva de su empresa, dinero o casarme con su hija.  ―¡Qué!― expreso de inmediato― estás loco si crees que me casaré contigo, ¡loco!; ¡demente!  ―¿Cuánto quieres de dinero? ― insiste mi padre― dime la cantidad.  ―La cantidad que necesito para poder ser parte del Conglomerado CanCon.  ―Y, ¿quieres acceder al dinero de la familia a través de Sabina? ― hablo de inmediato y él sonríe.  ―¿De qué me sirvió tener una hija con una Ruíz de Con si no puedo sacar provecho? ― me pregunta.  ―Es mucho dinero y no lo tengo― habla mi padre firme.  ―¿No lo tiene? ― se ríe―¡un Ruíz de Con no tiene dinero! ¡Hay por favor! Si son dueños de medio Ibiza.  ―La cantidad de dinero que me pides no la tengo.  ―Pues pídale prestado a Canarias, no sé, haga cuentas.  ―¿Qué cuentas?, eres de verdad ambicioso, ni tu padre tuvo esa cantidad.  ―Lo sé, mi padre puede que sea un idiota como mi tío Iñaki pero yo no lo soy. Entonces, si no puede dar lo que deseo lo obtendré como lo venía planeando, su nieta se irá conmigo y recibiré la pensión que Julie me dé por cuidarla.  ―Jamás, escúchame, jamás te quedarás con Sabina, tengo todas las pruebas para que ella se quede conmigo, así que ve preparándote porque no conseguirás nada― hablo con un coraje que no puedo contener. Me doy la vuelta para prepararme a salir de ahí cuando escucho su voz.  ―Bueno, entonces Robert Carter tendrá que pagar las consecuencias.  Regreso a verlo a los ojos y le pregunto―¿Qué dijiste?  ―¡Ah!, entonces si me escuchaste.  ―¡Qué dijiste de Robert!― insisto.  ―Robert Nicholas Carter, economista, ¿eh?, nada, nada mal Julie, como siempre viendo la ventaja en otros.  ―¡Qué quieres con Robert!, él no tiene nada que ver en todo esto.  ―¿Es tu pareja no?, ambos están juntos en Nueva York viviendo su vida mientras tu pobre hija se encuentra abandonada, ¿qué pasará cuando ese hombre pierda su beca?  Al escuchar eso abro los ojos sorprendida, «¿cómo demonios supo de la beca?» ―Te estás preguntando ¿cómo sé de la beca? ― responde mi pregunta― pues bien, así como tu padre y Canarias tienen sus trucos, yo tengo los míos y averigüé todo y para mi fortuna, esto me conviene, puedo hacer que Robert Carter pierda su beca a la Universidad de Edimburgo con una llamada a mi padre que aún tiene contacto con su amigo allá.  ―No, deja a Robert fuera de esto.  ―¿Cómo?, si tú lo metiste, así que no te quejes― Jaz se acerca a mí― si no tienes el dinero entonces te propongo algo más. Casémonos, ambos cuidamos a Sabina como siempre debió ser y no te la quitaré ni molestaré a Robert Carter.  ―Y así vivirás del dinero de mi familia para siempre.  ―No para siempre, hasta que tu viejo se muera y me des parte de lo que te toca.  ―¡Eres un cínico!― grito y me voy hacia él y mi padre me sostiene para no molerlo a golpes.  ―¡Eh!, ¡Eh!, ¡Eh!, cuidado Julie, porque cualquier movimiento en falso te pueden llevar a prisión por agresión y si pisas el calabozo te juro que haré lo posible por que te quedes ahí.  ―No te atreves a insultar a mi hija frente a mí, ¡está claro!  ―¡Deme mi dinero!, o ¡cásate conmigo! O te quito a Sabina y de pasada hundo a tu noviecito, ¿está claro?  ―Como el agua― murmuro y salgo del lugar.  Abro la puerta y voy en busca de Sabina que se encuentra jugando con Mateu en la sala de espera. Ella al verme sonríe.  ―Ven vamos mi amor, vamos a la playa, ¿quieres?  ―Y por un helado.  ―Y por un helado― murmuro y sin esperar a nadie la saco de ahí. 
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