Capítulo 3

2770 Words
Patrick Willians Miro sin interés alguno por el gran ventanal de mi oficina, el estacionamiento de "Willians Company" está casi vacío. Mi compañía era una de las más prestigiosas a nivel mundial, me enorgullecía de eso, pero no todo es perfecto en este mundo, ¿no? La tensión que llevo acumulada en mis hombros y en el cuello no desaparecen, todo el día trabajando comienza a pasarme factura, así que decido irme a casa. Dirijo mis pasos hacia la puerta de mi oficina y la abro con lentitud, notando que mi secretaria, la señorita Marshall, aún está aquí también. Su mirada está fija en el ordenador, por lo cual no nota mi presencia hasta que cierro la puerta detrás de mí. —Puede irse Señorita Marshall, mañana tiene el día libre —le anuncio antes de empezar a caminar en dirección a las afueras del edificio. Busco con la mirada el lugar donde dejé mi auto y luego de unos segundos me encuentro dentro de el, empezando mi camino hacia mi casa. Minutos después entró resonando mis pasos en la gran mansión en la que vivo con Verónica, mi hermana, quien debe estar fuera, ya que no se escucha ni un alma. Suspiro cansado y me dirijo a la cocina donde está Marta, nuestra empleada. Con un cucharón mueve algo en una olla. El contenido de esta huele delicioso, por lo que me siento frente a ella; quien no se da cuenta de mi presencia. —Marta —la llamo haciendo que pegue un respingo en su sitio—. ¿Habrá para mí? —bromeo mirándola. Ella sonríe girándose en mi dirección y asiente. —Por supuesto Patrick —responde poniendo un plato frente a mí, luego de eso, su inquieta mirada se clava en el teléfono—. No ha parado de sonar, alguien quiere hablar con usted —menciona. Frunzo el ceño pensando en quien podría ser, pero no se me ocurre nadie así que procedo a preguntar. —¿Sabes quién era? —Una chica, decía que quería hablar con usted —responde y al instante el teléfono empieza a sonar. Lo tomo entre mis manos y contesto la llamada: —¿Sí ¿Quién habla? —pregunto. —Hola guapo, ¿No te acuerdas de mí? —pregunta una voz familiar. —No, no te recuerdo —digo con sinceridad. —¡Pero si salimos la semana pasada! —chilla. —Lo siento, no me acuerdo —respondo irritado. —Bueno, ¿qué te parece si salimos hoy? Para que nunca más me olvides —dice, y yo miro a Marta quien sigue en lo suyo ignorándome. —Bien, te enviaré la dirección de mi casa —digo antes de colgar el teléfono. Busco mi móvil y guardo el número de la chica, segundos después le envío la dirección y como rápidamente. Dirijo mis pasos a mi habitación y entro en la ducha tal vez necesite un poco de relajación. (♥♥♥♥) Despierto temprano como siempre y me giro encontrando una melena castaña esparcida por la almohada, entonces recuerdo a la chica de ayer. —Tamara. —Suelto un suspiro antes de despertarla e indicarle que puede usar el baño de afuera. Nunca permitiría que usara el mío, ni mi hermana lo hace así que, en fin, luego de mandarla fuera de la habitación, entro al baño, cerrando la puerta detrás de mí. Entro en la ducha graduando el agua, para que quede en su punto exacto y no me queme. Mis pensamientos van a todo el trabajo que tengo por delante, y casi quiero volver a la cama a dormir. Contando que hoy no tengo a mi secretaria para ayudarme, ¿en qué momento se me ocurrió darle el día libre? Ahora estaré corriendo por toda la oficina. Porque, aunque no lo admitiera en voz alta, la señorita Marshall era muy buena en su trabajo. Suelto un suspiro saliendo de la ducha y luego de envolverme en una toalla, salgo del baño, dirijo mis pasos a mi armario y busco un traje para hoy, opto por usar uno n***o, y luego de ponerme un bóxer, me lo pongo, peino mi cabello con los dedos y rocío un poco de perfume antes de salir de la habitación rogando que la chica ya se haya ido. Claro que por supuesto, mis súplicas no fueron oídas, ya que la chica de melena castaña está en la cocina, irritando a Marta, la cual me da una mala mirada al entrar. —Buenos días —saludo mirando a Marta. —Buenos días Patrick —responde ella, poniendo dos platos con el desayuno. —No señora, para mí tiene que ser comida dietética —responde con altivez la chica a mi lado. Ruedo los ojos y me giro hacia ella. —Si no te gusta, puedes ir y desayunar a tu casa, le diré al chofer que te lleve —espeto con frialdad, ella resopla y me mira mal. —Bien, ¿qué te parece si salimos a cenar? —pregunta y yo suspiro. —Te avisaré —comento, antes de verla desaparecer por la puerta de la cocina. Marta suspira de alivio haciéndome reír. —Creí que nunca se iría —murmura, creyendo que no la he escuchado. Niego con la cabeza, sumamente divertido y sin más salgo de la casa en dirección a la oficina. (♥♥♥♥) Busco con desesperación los papeles de una de las empresas internacionales, pero estos parecen haber desaparecido. Gruño frustrado y marco rápidamente el teléfono de mi secretaria. —¿Sí? —se escucha su adormilada voz a través del teléfono. Entonces recuerdo que hoy es lunes, así que hoy debería tener una cita con alguna chica. —Señorita Marshall. ¿Hizo la llamada a la chica de hoy? —pregunto seriamente. —No señor, no me envió los nombres de las chicas de la semana. —Me informa. —Hoy no tendré ninguna cita entonces, ¿sabes dónde están los papeles de la empresa Harly? —pregunto finalmente, buscando entre el escritorio. —En su escritorio. A la derecha, bajo las carpetas —indica rápidamente. Alzo las cejas sorprendido y me dedico a buscarlos, notando que evidentemente están allí. —Bien —cuelgo la llamada. Suspiro mirando a mi alrededor, y pienso en todo lo que he hecho estos tres meses. Mis padres hace unos años me cedieron por herencia, la fortuna familiar, la cual yo me encargué de multiplicar, convirtiendo a la familia Willians en lo que es ahora. Pero hace tres meses, empezaron los chismes y las especulaciones acerca del, porque yo no me había casado. La realidad era que yo no quería casarme con cualquier persona, creía plenamente en el amor, dado que mis padres siempre fueron un perfecto ejemplo de este, ellos se amaban y aunque ahora no fueran unos adolescentes, lo parecían, su amor seguía tan fuerte como al principio, según lo que me cuentan ellos. Por esta razón, yo no me había casado. Quería encontrar a la persona indicada, esa que me hiciera feliz, que le diera sentido a mi vida. Pero, mientras tanto, buscaría a esa chica especial. No me quedaría de brazos cruzados esperando conocerla, tenía que casarme, por el bien de mi reputación. Pero, también por el bien propio. Supongo que hoy tendré una cita con Tamara, ya que mi estupenda secretaria no me agendó una para hoy. (♥♥♥♥) Me visto con una camisa negra de vestir, doblando las mangas hasta mis codos, y la acompaño de un simple blue jean, y unos zapatos negros. Me pongo mi reloj y el perfume, para luego irme en dirección a la casa de Tamara. La chica era sumamente exigente, pero nada que no pudiera manejar. Llego a su casa y ella entra enfundada en un elegante vestido azul que resalta sus curvas, la chica era linda, pero no llamaba completamente mi atención. Así que seguramente, no sería la chica correcta. Suspiro decepcionado ante ese pensamiento, y el camino se vuelve tortuoso al escucharla hablar de maquillaje y ropa. Creo que su cerebro estaba un poco hueco, ¿no tenía nada más que hablar? Le extiendo mi brazo a la vez que bajamos del auto, y una vez afuera dirigimos nuestros pasos al caro restaurante que escogí esta noche. —Qué bonito lugar —dice ella mirándome seductoramente. Asiento y busco con la mirada mi mesa, pero mi vista se dirige a una de las mesas en donde se encuentra una silueta conocida. Abro aún más los ojos y me sorprendo al reconocer a mi secretaria, ella me mira con atención y yo no puedo evitar escanearla con la mirada. El vestido n***o que lleva puesto se ajusta a su esbelta figura, sus curvas son exquisitas y su rostro se ve hermoso, sin duda, nunca la había visto así. Sus ojos negros me miran algo sorprendidos, pero lo disimula muy bien. Sin saber muy bien que hago dirijo mis pasos a su mesa. —Señorita Marshall —saludo con algo de seriedad. Las miradas de toda la mesa se dirigen a mí, pero no puede importarme menos. La chica que llevo a mi lado aprieta mi brazo, pero la ignoro olímpicamente. —Señor Willians —ella asiente con la cabeza—. Qué sorpresa encontrarlo por aquí —dice con tranquilidad. Miro otra vez su rostro y me sorprendo al verla diferente, nunca me había fijado bien en lo hermosa que es. «Claro, si te la pasas metido de cabeza en los papeles», me reprocha mi consciencia. —Simon, que sorpresa amigo —saludo viendo a uno de mis mejores amigos sentado a su lado, una sonrisa se extiende en mi rostro dado que tenía mucho tiempo sin verlo. —¡Patrick! ¡Cuánto tiempo! —responde Simon, abrazándome. Sí, lo admito. Lo extrañaba. —Veo que conoces a La señorita Marshall —digo señalando a mi secretaria. Mi amigo nota mi interés por lo que alza una ceja. Su sonrisa me hace ver lo mucho que le interesa mi secretaria, así que decido bromear un poco. —He tenido el placer de conocerla hoy, me cuenta que es tu secretaria —comenta en respuesta. Asiento dándole una mirada de reojo a la señorita Marshall. ¿Cuál era su nombre? Que desastre, tiene dos años trabajando conmigo y ni su nombre sé. Le doy una mirada distrayéndome al instante con su corto vestido, por lo que decido irme rápidamente antes que quiera quitársela a Simon. —Bueno, debo retirarme. Si me disculpan, nos veremos otro día Simon —suelto girándome a la salida, mientras que la chica que va a mi lado se queja por la rapidez con la que salimos, y cuando estamos fuera del local puedo respirar con tranquilidad. «Que intenso», pienso caminando hacia el frente. —¿Qué te pasa? ¡Quería que cenáramos! —chilla, y yo la tomo del rostro besándola. Necesito quitarme a mi secretaria de la cabeza. (♥♥♥♥) Me despierto mirando a mi alrededor y noto que estoy en mi habitación, solo. Menos mal, no quería lidiar con la loca de Tamara. Suficiente tenía con el día de ayer. Me levanto con pereza y unos ojos negros invaden mi mente haciéndome sacudir la cabeza. ¿Qué diablos me pasaba? ¿Por qué de repente esa chica se metía en mi mente? Resoplo entrando al baño de mi habitación y empiezo a prepararme para ir a la oficina. (♥♥♥♥) El camino a la compañía se hace corto y en mi mente aparece una idea excelente. Luego de unos minutos, llego al edificio y me dirijo a pasos rápidos a mi oficina, abro la puerta con la pequeña llave y me adentro. Me siento en mi escritorio y enciendo la computadora, busco rápidamente los datos de los empleados y encuentro el nombre de mi secretaria. Rode Marshall; secretaria administrativa, 24 años. Sonrío ampliamente y empiezo a redactar los nombres de las chicas de la semana, poniendo el de ella de primero. Veamos que tal sale esto Rode. Escucho que tocan la puerta de mi oficina, por lo que sonrío sabiendo perfectamente quien es. —Pase —indico entrelazando mis manos sobre el escritorio. —Buenos días Señor Willians —saluda Rode, hoy lleva un vestido rosa pálido, este le llega hasta la rodilla y resalta su figura, su cabello n***o lacio cae por su espalda y sus ojos negros me miran con sospecha. —Buenos días, aquí está la lista de las chicas de esta semana —le tiendo la hoja. La diversión se plasma en mi expresión haciendo que ella me vea confundida, pero asiente. —Organiza mis reuniones, puedes retirarte —digo mirándola. Ella asiente y yo curvo una sonrisa divertida. Ella sonríe mostrando su perfecta dentadura y algo se remueve en mi interior indicándome algo diferente. «¡Oh no!, ¿qué es esto?» me reprocho lleno de interés, pues para mí es una sensación nueva. Miro como asiente y sale de la oficina. Suspiro y miro mi reloj. Son las 8am. Escucho la puerta ser abierta, y por ella entra mi hermana. —Hola Hermano —dice, y yo le señalo que se acerque. —Hola, necesito un favor —pido mirando la puerta. —¿Qué quieres? —se cruza de brazos. —Finge que estás coqueteando conmigo, necesito que mi secretaria crea que estoy saliendo contigo —la explico. Mi hermana rueda los ojos y entonces escucho unos pasos apresurados venir en esta dirección. —¿Por qué? —pregunta, y yo ruedo los ojos. —Ahí viene, ven —digo sentándola frente a mí. Ella bufa y empieza a seguirme la corriente. Rode entra de golpe a la oficina mostrando todo su enojo hacia mí. Su rostro se gira hacia la chica y luego a mí, el enojo en su mirada me hace saber que hice bien en decirle a Verónica que fingiera, dado que ha resultado. Al parecer, no me es indiferente. —¿¡Qué diablos es esto Patrick?! —grita enojada. Alzo las cejas sorprendido al escuchar la manera en la que pasó de decirme, Señor Willians a Patrick. —¿Esto? Estoy ocupado con mi amiga, ¿no lo ves? —digo con diversión. Ella suelta un bufido y me mira frustrada. —¡No hablo de esto! ¡Me importa un comino tu vida! —chilla acercándose a mí. —Oh, oh, creo que me equivoqué. ¡Hablo de esto! —grita lanzando la hoja que le di. Sonrío mirando la hoja y luego dirijo mi mirada a ella. —Vete —ordeno a Verónica, quien asiente y se va. Ambos somos idénticos físicamente, pero mi secretaria está muy enojada para notarlo. —Lo siento, no sabía que tenía novia —dice la voz de mi hermana. Casi suelto una carcajada, pero me tuve que mantener en mi línea. —No soy su novia —espeta enojada. Mi hermana asiente y sale, no sin antes darme una sonrisa divertida. Oh no, ahora tendré una porción de burlas de Verónica esta semana. Sonrío al ver como Rode se gira hacia mí. —¿Me puede explicar esto? —señala la hoja. —¿Qué quiere que le explique? —pregunto divertido. —¿Por qué mi nombre esta allí? Se equivocó, ¿no? —pregunta alzando sus cejas. —Porque quiero una cita con usted Rode —menciono seductor. Ella se cruza de brazos y desvía la mirada, su rostro adquiere un tono rojizo haciéndome sonreír aún más. —¿Qué te hace pensar que quiero una cita contigo? —espeta enojada. —¿Quién no querría? —pregunto egocéntrico. —Yo, por ejemplo —espeta con el ceño fruncido. Suspiro enlazando mis manos en mi escritorio y la miro fijamente, midiendo mis palabras. —Veamos, me has ayudado desde hace tres meses a encontrar a la chica indicada para ser mi esposa, pero, no quiero dejar pasar ningún detalle frente a mí, por lo que solo quiero una cita, para estar seguro que no tengo mi chica perfecta a solo unos pocos metros —confieso haciendo que me mire sorprendida. —Está bien. Solo una cita —dice lentamente. Sonrío y miro como camina hacia la puerta. —Hoy a las 8:00pm —ordeno notando como se gira. Sus cejas se alzan con desafío dándome a ver que no aceptará órdenes. —Te recuerdo, que fuera de estas paredes —señala la oficina. —No soy tu empleada, Patrick —dice saliendo de la oficina. Me quedo plasmado analizando sus palabras, y noto cuanto me gustaría una cita con esta chica.
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