CAP. 23 - ¡OJO CON LAS BRUJAS!
El sol cayó sin ruido, con la extravagancia de un astro en la cima, a puro color. Un fervoroso tono naranja se reflejaba en los ventanales del bar, como indicando la hora.
Sólo cuando Lucio paso a buscar a Amelié, nos dimos cuenta que era de noche. Se sentó un rato, escuchó de qué hablábamos. Sonreía. Al rato: -si me permiten opinar, lo que veo es que se reitera esto de creer en las brujas…-
-No, dijimos todas-.
-Les voy a leer la última carta que me envió mi medio hermano, adoptivo, trabajador, desesperado. Bah, no adelanto nada. Ahí vengo, la tengo en la guantera del coche- y sin más, salió sin que nadie pudiera agregar nada.
Volvió a la carrera y leyó:
Querido Lucio:
Sabés que ando en tren porque es el medio más barato que tengo para moverme. Le dejé unos pocos pesos a la Rosalía para la comida. Si en la obra no pagan hoy, no sé qué voy a hacer. Andan suspendiendo y con esto de la operación del Beto… (-Mi sobrinito, aclaró-)
Si pasara algo, algo chico, uno no pide millonadas… Bueno, una esperanza queda si se cumple lo que dijo la bruja, la tarota ésa que conoce la Rosalía.
“Si pasara algo, pensaba. Uno no pide milagros. La esperanza para el pobre, decía su padre, es como el abrigo, no hay que perderlo, se hace difícil de reponer”
Lo animaba pensar en los dichos de la adivina aquella donde lo había obligado a ir su mujer. Se aferraba a cualquier cosa que le significara salir adelante. Creer en Dios y en el diablo. Decían que era muy certera. A Olga, la panadera, le vaticinó el embarazo cuando fue a consultarla por dolores de estómago. Creía que eran cálculos biliares y nació Jorgito, terrible, revoltoso, peor que los síntomas previos. A la hija de la portera del edificio le aseguró que se casaría en dos meses y parece que justo a los cuarenta y tres días estaba dando el sí en la iglesia de María Auxiliadora.
“Creer o reventar” lo apuró su esposa. Y lo empujó a aquella casa llena de gente y de gatos donde se sentaron en un pasillo largo y oscuro, como su desconfianza. En hilera, como para que ninguna entidad superior que anduviera supervisando se perdiera un rostro, una desesperación, una desdicha. Porqué, si no, soportar la espera tediosa, el rancio olor a orina de michis, la desesperanza…
En un rincón apartado una mamá mecía a su niño canturreándole. Todo él colgaba laxo, abandonado. Hemipléjico. Casi sin poder contenerlo en ese abrazo, ella lo besaba y continuaba susurrándole y lo volvía a besar sin importar que babeara y la mirara sin cordura, sin seso. Esa sucesión de almas que bregaban por creer que podrían recibir algún beneficio superior, que algo mágico podría sacarlos del fango cotidiano donde intentaban sostener su dignidad. Pero él también estaba allí: Jesús Molina. Arrastrando los pies, oponiendo mudo, la resistencia a permanecer, aunque nada podía negarle a su Rosalía. ¡Últimamente la veía tan nerviosa! por la salud del pibe, por el trabajo, por la puta plata que nunca alcanza…
¿Y quién era sin plata? Un don nadie. Un simple hombre con sueños imposibles.
Ojalá saliera cierto lo que dijo: “Aquí veo algo grande, trascendente, cuando cumpla los cuarenta pasará, veo mucha gente hablando de lo mismo… Las cartas no mienten.” Le había pronosticado.
Él no podía dejar de mirar las uñas de la bruja, rojas como la sangre. Desechó los malos pensamientos. Tenía el cabello como de guano, como la escoba que usaba su abuela, la que lo había criado cuando su madre lo abandonó. Con disimulo miró a su alrededor. Ya estaba adentro, era su turno. Se sentó en un banco ahuecado, que alguna vez estuvo tapizado. Los gatos iban y venían como descubriendo ellos también su aprensión. Se le restregaban entre las piernas y el los pateaba. No le gustaban y ellos lo percibían. Le pareció que el barcino lo miraba feo, le dio un escalofrío. Sentado sobre sus patas traseras no dejaba de mirarlo, mientras movía la cola, furioso. Eso era diabólico, pensó.
Las cortinas raídas, las cartas gastadas. Si era tan asertiva ¿porque no tenía muebles nuevos? O al menos en mejores condiciones. Si hasta le faltaban algunos dientes… La Rosina lo codeó como sabiendo de su ojeriza. Había que hablar bajito, todos parecían escuchar lo de todos. Entonces se propuso aceptar. Algo saldría bien. “La mejor carta sobre la mesa” dijo la Rosi, que entendía bastante. Y le hizo sacar otra y otra más y salieron el loco y el ahorcado y que se yo… parece que eran buenos augurios, de cambios, de bienestar, prosperidad y no sé cuántas cosas más que oyó que dijo.
Le dejaron 50 pesos (Lo que valía un sándwich cuando lo compraba en la obra) Eso tenía de bueno la vidente. Uno le dejaba lo que podía. Jesús le pregunto a la Rosi de qué vivía, si podía alimentar a los hijos y a tantos gatos solo con leer cartas. Le explicó que tenía un merendero que lo había conseguido por política. Parece que le dio en la tecla con lo que le vaticinó a un concejal, y éste le devolvió el favor con un plan social. Que era todo ficticio, que a veces venían algunos chicos a tomar un mate cocido, porque que había que justificar el ingreso.
Hubiera preferido no saberlo. La política es necesaria, los políticos no. Lo mejor de la vida es gratis. El hombre ambiciona cada día más y pierde el camino.
“Ya pasamos la estación Mitre, falta menos. ¿Y si ganara la lotería? La patrona no lo sabe, pero jugué a la Lotería Nacional nocturna, el 14, el borracho. Quizás con ése, me salve ¿Y si fuera eso lo grande? ¿Por qué no? Si uno lo que pretende es vivir un poquito mejor, sin tanto sobresalto, lo justo para estar tranquilo. La paz de tener un respaldo, unos mangos. Por ahí me juego un Quini también, cuando el turco me pague la deuda, apuesto. Entonces, cuando anuncien los ganadores por la tele y Jesús Molina figure entre los nuevos millonarios, ahí voy y le digo a mi Rosina: -
Tenía razón la tarotista ésa, Jesús siempre da que hablar…
“¡Lo merecíamos Rosi, lo merecíamos! No puedo dejar de pensar en cómo se pondría… Y ahí nomás le propongo irnos a Córdoba, de vacaciones. Con todo lo que hace que no salimos a ningún lado. Ni al cine. Y con esto del Albertito, el corazón parece, el doctor dijo que sin cirugía no se salva. Con lo que ella sufrió para tenerlo. Y yo sin poder decirle nada, adentro del pecho un dolor que me doblaba, pero para afuera…nada. Nunca fui bueno con las palabras. Le estrujaba la mano y, nada. Cuando nació, finalmente, lloré como un desgraciado…Y bueno, llegaron mis cuarenta… quizás sea el numerito… El viejo desde arriba debe de estar convenciéndolo a Dios para que nos ayude…”
Los trenes conforman un medio de transporte económico para cubrir grandes distancias sin la necesidad de cruzarse con el pesado tráfico porteño. Cubre los requerimientos de millones de personas. Viajar en los primeros coches es una ventaja que supo aprovechar Jesús para ganar tiempo y acceder con más facilidad y rapidez a otros medios de transporte. De ahí a la obra tomaba el subte
La vejiga lo conminó a que visitara el baño. El alivio que sintió al vaciarla, le impidió darse cuenta de lo acontecido. La mayor tragedia ferroviaria de los últimos tiempos. Algo trascendente desde todo punto de vista. Aún como hecho periodístico:
Por desperfectos que aún se tratan de esclarecer, un camión Mercedes Benz fue colisionado violentamente por la formación que salió de Moreno, transportando a 1200 personas y cuyo destino es San Miguel. Aparentemente el conductor del 1114 no pudo dominar el citado vehículo, que se detuvo sobre las vías del conocido Cruce Alberdi cuando el “Tucumano” transitaba de este a oeste. Inútiles fueron los avisos dados por el señalero al conductor de la máquina. Por el momento se informó que son cuarenta y dos las víctimas fatales y ocho los heridos graves. Un gran estruendo y vidrios rotos. El siniestro ocurrió a las 8 (hora local) del primer día laboral de la semana.
De fuentes bien informadas pudo saberse que hasta el momento sólo un cuerpo pudo ser identificado: Jesús Molina, correntino, de 40 años de edad, quién fue trasladado a la morgue del Hospital Ferroviario. La víctima fue rescatada de entre los escombros del baño de varones por el cuerpo de Bomberos Zapadores. Entre sus pertenencias se encontró un billete de la Lotería Nacional nocturna.
Esto último, lo leí en los diarios. El accidente ferroviario de Once, ¿Recuerdan?