Capitulo 3

1428 Words
Transportamos los restos de la moto y el hombre a 48 kilómetros del lugar del accidente hasta un tramo desierto de la carretera. El bosque nacional estaba atravesado por carreteras, la mayoría pavimentadas, pero muchas no. Cuando el BRMC comenzó la carrera, habían registrado a fondo la zona antes de elegir este lugar: una curva cerrada a la derecha sin guardarraíl, donde a solo unas pocas decenas de metros de la carretera había una caída casi vertical de 18 metros hasta un fondo rocoso. Esta zona de Oregón, con sus carreteras que serpenteaban a través de los Bosques Nacionales, era una meca para los motociclistas, quienes acudían a disfrutar de las sinuosas carreteras y las hermosas vistas. Los motociclistas inexpertos a veces perdían la habilidad, amontonando sus motos en una curva cerrada repentina o cruzando la línea central y chocando con un coche que venía en dirección contraria. Otros motociclistas más experimentados solían poner a prueba su habilidad con el mismo resultado. Los Departamentos del Sheriff de los Condados de Lincoln, Lane y Benton, junto con varios otros, estaban acostumbrados a los accidentes de motocicleta, y aunque rara vez eran mortales, ocurrían. Con un par de miembros observando y dirigiendo, Vince retrocedió con la camioneta lo más cerca del borde que nos atrevimos, abriéndose paso entre la maleza hasta que la parte trasera estuvo a solo dos o tres metros del acantilado. Salimos de la camioneta y, gruñendo y con esfuerzo, los cinco sacamos el fajo de metal de la camioneta y lo llevamos al borde del acantilado antes de empujarlo por el borde, dejándolo rodar hasta tocar fondo. Esa fue la parte fácil. Nos quedamos en silencio un buen rato, mirando por encima del acantilado, la moto al fondo a la luz de nuestras linternas, mientras intentábamos armarnos de valor para lo que teníamos que hacer a continuación. —Joder. — gruñí mientras me alejaba del borde. Quería acabar con esto de una vez y largarme de allí. Mi movimiento pareció romper el ambiente. Chuck y Dave intentaron bloquearme, como ya lo habían hecho antes, pero los aparté bruscamente. Tenía que hacerlo. Doug se unió a mí mientras el resto de nuestros hermanos formaban un muro a nuestro alrededor. Sacamos con cuidado el cuerpo de Stu de la parte trasera de la camioneta de Doug y lo cargamos con el mayor cuidado posible. Nos esforzamos por llegar al borde, y luego, mientras miraba a Doug a los ojos, le dimos un golpe, dos, y al tercer golpe, soltamos a Stu. Sentí náuseas al oír el cuerpo rebotar y caer al suelo. «Lo siento, hermano», me susurré. Nos quedamos en silencio, con los labios apretados y la boca apretada. No fui la única que tuvo que secarse una lágrima. Nunca habíamos tenido que hacer esto antes, y recé en silencio para que no volviera a ocurrir. Después de un largo momento, no pude aguantar más y rompí la vigilia silenciosa, girando y pisando fuerte hacia el camión de apoyo. Iba a darle el pésame a Vicki, dejar el camión en el Doonz y luego ir a casa a emborracharme como un loco. Mientras me deslizaba bajo el volante, Vince abrió la puerta del copiloto. —¿Qué tal, compañía?— —No.— gruñí. —Qué lástima, de todas formas vas a conseguir algo. — dijo mientras se subía a la camioneta y cerraba la puerta de golpe. /////// Hanna —¿Me está diciendo que el estado quiere retirar todos los cargos contra la Sra. Ellerbe?— Preguntó el juez, mirando al fiscal por encima de sus gafas. —Sí, su Señoría. — dijo el fiscal. —Además, nos gustaría que se borraran los antecedentes penales de la Sra. Ellerbe y se emitiera un certificado de inocencia. — —¿Podrías entonces informarme por qué estabas haciendo perder el tiempo al tribunal?— Sí, su Señoría. Se han presentado varios testigos creíbles que sitúan a la Sra. Ellerbe en otro lugar durante el crimen. El juez miró a la fiscalía, visiblemente molesto por algo. —Quizás la próxima vez la Fiscalía debería investigar antes de presentar cargos. — —Sí, su Señoría.—dijo la mujer, incapaz de mirar al juez a los ojos. —Espero que la documentación para la eliminación de antecedentes esté lista para mi firma y en mi escritorio mañana a la hora del almuerzo. — —Sí, su señoría.— El juez entonces me miró. —Señora Ellerbe, puede irse. — —Gracias, su señoría.— dije respetuosamente, pero por dentro estaba dando saltos de alegría. Mantuve la dignidad hasta que salimos de la sala, antes de girarme hacia mi abogada y abrazarla. —Gracias.— susurré. —Muchísimas gracias. — —Nunca deberían haber presentado cargos en primer lugar.— dijo mientras me separaba de sus brazos. —Deberíamos demandar a la policía de Eugene por arresto falso.— gruñó papá. —Papá, solo quiero irme a casa.— dije, desesperada por olvidarlo todo. Janice Rice, una mujer regordeta, canosa y sensata de unos sesenta años, había conseguido que el fiscal del distrito solicitara la eliminación de mis antecedentes penales con el certificado de inocencia, amenazándome con una denuncia por arresto injusto, y eso me bastó. —Gracias de nuevo.— dije, estrechando la mano del abogado. —De nada. — No tenía mucho antes de mi problema con la ley, y ahora tenía aún menos. Mis padres habían pagado mi fianza cuando me arrestaron, pero no estaba seguro de cómo iba a pagar los honorarios de mi abogado y las costas judiciales. Mis padres me habían adelantado el dinero para contratar a Janice, y probablemente se ofrecerían a pagar mis gastos, pero con mi padre trabajando como subgerente de tienda en NAPA y mi madre enseñando segundo grado en la escuela primaria Crooked River, ellos tampoco andaban precisamente a flote. Salí del juzgado y sonreí para mis adentros. Después de cinco semanas, liberarme por fin de mi terrible experiencia hacía que el sol brillara un poco más, el cielo un poco más azul y el aire un poco más agradable. Era un día de primavera perfecto, brillaba el sol, y mañana me preocuparía por pagar los honorarios de mi abogado. Ahora que estaba seguro de que no me condenarían a una condena de cinco a diez por robo, tal vez podría empezar a vivir de nuevo, empezar de nuevo y tal vez construir algo para mí y para Garrett. Al iniciar el viaje de tres horas a casa en Prineville, papá y yo hablamos poco. Sabía que estaba decepcionado conmigo. Yo también lo estaba. Con veintiséis años, sin blanca, sin trabajo, un hijo y pasando por un divorcio complicado, sabía que lo pasaría mal durante un tiempo. No me gustaba que Garrett y yo tuviéramos que vivir con mamá y papá, pero Prineville no era Eugene. Sin habilidades muy deseadas, encontrar trabajo estaba resultando difícil. Después de mi arresto, fue aún más difícil. Mañana volvería a las calles, y ahora, gracias a la eliminación de mis antecedentes penales, podía decir con toda legitimidad que nunca me habían arrestado. En Eugene, había ascendido a Gerente de Atención al Cliente (CSM) en un Safeway, así que seguro que encontraría algo en Prineville y empezaría a ascender de nuevo. Me había librado de Carl, había superado el cargo de robo y sabía que también podía superar esto. Me merecía un descanso, y cuando llegara, iba a hacer lo que fuera necesario para hacer algo con mi vida... por mí y por Garrett. Estábamos a medio camino de casa cuando el teléfono de papá empezó a sonar. Lo cogió de la consola, le echó un vistazo y me lo dio. Me sorprendió ver a Lizzie en la pantalla. Había hablado con mamá hacía noventa minutos para darle la buena noticia al salir del estacionamiento del juzgado. Pulsé el botón de respuesta y puse el altavoz para que papá pudiera oír. —¿Mamá?— —¡Se lo llevaron!— sollozó. —¡Intenté detenerlos, pero se lo llevaron!— ¿Mamá? ¿Mamá, qué pasa? —pregunté mientras mi madre seguía sollozando—. ¿De qué estás hablando? ¿Quién se llevó a quién? ¡Los hombres! Nos estaban esperando cuando llegué a casa con Garrett, ¡y se lo llevaron! Me sentí débil y sin aliento mientras mamá sollozaba de nuevo. —¿Quién lo hizo? ¡Mamá! ¿Quién se llevó a Garrett?— —¡No lo sé! ¡Se lo llevaron tres hombres! ¡No pude detenerlos!—
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