Capitulo 1

1506 Words
Rand —Boot—. La voz de Stewart llegó a través de la radio. —Vas a tener que tocar la bocina, Taylor. —murmuré al micrófono de mis auriculares. Había configurado la luz de mi cabeza para que proyectara un haz amplio, lo que me permitía ver el cronómetro del portapapeles, así como la hoja que usaba para registrar los tiempos de Stu. Anoté el número, preocupándome solo por los minutos y los segundos, sin preocuparme por las décimas, centésimas ni milésimas. —Todavía vas más de dos segundos por detrás. Nuestras comunicaciones eran cortantes y formales, y solo hablaba si tenía algo que decir. Stu anunciaba las marcas mientras recorría a toda velocidad el Infierno Verde, el circuito de 27,6 kilómetros en el Bosque Nacional Siuslaw que los Bayport Riders habían marcado casi treinta años antes, y yo anotaba los tiempos. Había perdido mucho tiempo en Kink en esta pista, una curva a la derecha, cerrada y peligrosa, que te lanzaba a la maleza sin previo aviso si entrabas demasiado rápido y te metías en las canicas. Stu gruñó, y su breve vocalización activó el micrófono VOX (Voice Operated Exchange) en su casco, lo que me permitió escuchar los ladridos y aullidos de la YZF-R1M mientras Stu bajaba las marchas con la Yamaha. —Dame un respiro, Tauper. —se quejó por encima del aullido, como de banshee, mientras la enorme moto aceleraba a toda velocidad en la salida. —Esta zorra es un verdadero reto. Me reí entre dientes. Stu había cambiado recientemente su fiel Honda CBR1000RR de 2011 por la Yamaha, y estaba trabajando para dominar la moto. A pesar de su habilidad, la vieja Honda ya no podía competir con las motos más nuevas, y no había quedado entre los cinco primeros en ningún momento durante los últimos dos años. Esta era su segunda vuelta al Infierno a toda velocidad con la nueva moto. Iba seis segundos por delante de su ritmo en su primera vuelta y ahora estaba a un par de segundos aproximadamente del tercer puesto en la categoría de más de 750. Llevaba casi un mes con la moto para familiarizarse con ella, pero este era nuestro primer intento de ajustarla a fondo. No había ningún punto en el Hell donde la moto pudiera alcanzar una velocidad máxima superior a 180 km/h, así que antes de llegar para las pruebas, cambié la corona trasera para obtener más aceleración al salir de las curvas, a costa de la velocidad punta. Después de su primera vuelta, basándome en sus comentarios, le sugerí ajustes en la precarga, la amortiguación y el rebote de la suspensión; algo fácil de cambiar en la suspensión electrónica, y subí la presión de los neumáticos dos libras delante y una libra detrás. Ahora salía de nuevo para comprobar si mis ajustes habían hecho que la moto fuera más rápida. Su creciente confianza en la moto probablemente se debía más a su ritmo acelerado que a cualquier cosa que yo hiciera. Era imposible que diera en el clavo con un solo ajuste, y estaba seguro de que la Yamaha tenía mucho más que ofrecer. —Dedo. —gruñó Stu, y una vez más oí la moto bajar un par de marchas en mi auricular antes de volver a acelerar con un rugido. —Madre mía, esta cosa tiene frenos. No me acostumbro a lo profundo que puedo entrar en las curvas, y ¡madre mía!, desde el nuevo escape, el rebaje de la ECU y el diente extra atrás, esta puta tira, pero todavía tengo demasiado en la parte superior y creo que tenemos que subir otro diente. —¡Viva el ABS y el control de tracción!- murmuré mientras anotaba el número. —Todavía te tengo a dos segundos del podio. Con un cronómetro, no podía saber con certeza si Stu iba más rápido o más lento. Eso tendría que esperar al sofisticado cronometraje durante la carrera, pero no había duda de que una vez que pusiéramos a punto la moto y Stu se acostumbrara a la sensación de la máquina, sería más rápido que con su Honda. Muchísimo más rápido. Dependiendo de cómo se sintiera, podría hacerle algunos ajustes más a la suspensión y tal vez cambiar la corona trasera para darle más aceleración antes de que hiciera una vuelta más, pero entonces dimos por terminada la noche. Fue agotador mental y físicamente en el Hell, y después de dos o tres vueltas empezaron los errores. Fue entonces cuando la velocidad empezó a bajar y alguien se lastimó. Estaba esperando la llamada en Wiggles, el último marcador de tiempo, cuando oí el estruendo. —¡Stu!— grité mientras escuchaba los rugidos, golpes y gruñidos de Stu resbalando y dando tumbos por la carretera. —¡Stu!— grité de nuevo, con el corazón en la garganta. Por un instante pude oír la respiración agitada de Stu antes de que su micrófono se apagara en el silencio. - ¡Stu, háblame, amigo! ¡Stewart! ¿Me oyes? ¡Háblame, colega! ¡Joder!- Giré y corrí los dos escalones hasta el camión de apoyo, tirando el portapapeles al asiento del copiloto mientras me lanzaba bajo el volante. El equipo tendría que esperar. Giré la llave y, en cuanto el motor arrancó, puse la camioneta en marcha. Con el pie derecho en el suelo, las ruedas traseras aullando y el motor rugiendo, hice girar la camioneta hacia la carretera, corriendo hacia donde Stu se había caído. Empujé el pesado y endiabladamente lento Dodge con todas mis fuerzas. Exigía demasiado las luces delanteras, pero conocía la carretera como mi propia cara, aunque iba en dirección contraria. Conduciendo a una velocidad temeraria, con el enorme motor V8 rugiendo y rugiendo mientras pisaba a fondo y levantaba el acelerador alternativamente, usé toda la carretera mientras corría en la noche. Stu no había llamado a Wiggles, y al llegar a la curva sensual, frené a fondo para reducir la velocidad rápidamente. Stu se había quedado entre Wiggles y Finger, y no quería atropellarlo si seguía en la carretera... y necesitaba tiempo suficiente para verlo en el arcén si no lo estaba. -¡Mierda!- gruñí, golpeando mi mano contra el volante cuando llegué a Finger. Me incorporé al arcén herboso y aceleré a fondo mientras giraba el volante a la derecha, haciendo que la camioneta diera vueltas en la carretera. Con el corazón latiéndome con fuerza, las mandíbulas tan apretadas que casi me rompía los dientes, empecé a conducir de vuelta por donde había venido, esta vez aún más despacio. Avanzando lentamente a apenas treinta kilómetros por hora, me esforcé por escudriñar la oscuridad casi total que se extendía fuera del alcance de los faros de la camioneta. No había casas, ni farolas, ni gente a esa distancia del bosque. Hacía que la carretera fuera perfecta para las carreras callejeras ilegales, pero daría casi cualquier cosa ahora mismo por tener más luz. Los caminos secundarios del Bosque Nacional Siuslaw eran poco transitados, pero estaban bien mantenidos y señalizados por el Servicio Forestal, lo que quizá fue la única razón por la que noté los raspones y las grietas en el asfalto. Frené a fondo, y la camioneta casi se detiene mientras la inclinaba para seguir las marcas con los faros delanteros hasta que desaparecieron a un lado de la carretera. Me detuve al borde de la carretera, puse la camioneta en modo de estacionamiento y saqué la linterna grande que quedaba en el cargador. Encendí la luz, salí de la camioneta y corrí hacia la parte delantera, intentando ver algo, cualquier cosa iluminada por los potentes faros delanteros. Mi sombra, proyectada por las luces de la camioneta, se cernía sobre la hierba como un espectro de la muerte, pero no vi nada. Caminando lentamente por el borde del camino, iluminé mi sombra con la brillante luz de la linterna, con la esperanza y el temor de no encontrar a Stu. Había dado unos diez pasos cuando el haz de luz de la linterna se reflejó en algo de un azul vibrante, y apagué la luz. —Oh... no —susurré mientras bajaba apresuradamente por el pequeño terraplén. Stu yacía en un montón junto a un árbol, con el cuerpo retorcido en una posición imposible de replicar. Sabía que no debía moverlo, pero al llegar a él, me arrodillé junto al hombre destrozado y metí la mano con cuidado bajo su casco. Le presioné el cuello con dos dedos, pero no sentí nada. Sostuve mis dedos contra su piel un largo instante, esperando, rezando, sentir un latido, por muy leve que fuera, antes de retirarlos lentamente. Apreté los dientes con fuerza y ​​me puse de pie lentamente, Stu, indefenso ante la ayuda de cualquier mortal. El cuerpo retorcido y encorvado, iluminado por la linterna, me hacía perder el control. Enfoqué la luz en la moto para no pensar en mi amigo muerto ni un instante; la nueva Yamaha, un irreconocible bulto retorcido de plata y azul entre los árboles.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD