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3218 Words
Félix Ella no iba a entender nada de lo que estaba sucediendo ahora. Estaba herida, y me odiaba por haber ocasionado esas lágrimas en sus ojos, pero por lo mismo había evitado decirle sobre ello. Sabía que le mentí en su cara y debió doler. Joder, igual a mi me hubiera dolido saber que Alex, su amigo hubiera estado viviendo en su departamento todo este tiempo y nunca me lo hubiera dicho. Traición. Adel se sentía traicionada por nosotros dos. Y no le culpaba. Cuando bofeteó a Camila, mi instinto protector reaccionó. Ella no debía soportar eso de su mejor amiga. Camila, era una víctima más. Vi el dolor en los ojos de Adeline, ella pensaba que la elegía a su amiga por encima. No era cierto, siempre elegiría a Adeline. Todo este tiempo que pasé conociéndola ella me mostró lo genuina que es, y cagué todo eso. Nuestra relación y amor. Estaba en lo cierto cuando me preguntó que pensaba que le quería, yo igual pensé lo mismo. Pero cuando quieres a alguien no le haces daño y yo se lo estaba haciendo. La quería y mucho, pero ella no merecía esto. No de mí. Y sé que tenía ciertas expectativas sobre mi persona, de mi vida y todo. Y viendo en el mentiroso traicionero que me convertí, ella debía de haber olvidado ese amor que sentía por mí. Por eso se lo dije. Esperaba que ella quisiera hablar conmigo mañana cuando estuviera mejor. No sé qué tantas estupideces, le dijo Alexander sobre mí, pero tuvo que ser puras mentiras para alejarla de mi persona. Maldito entrometido, sabía que desde hace tiempo quería meterse entre las piernas de Adeline, pero ésta nunca se dio cuenta. Me odiaba porque yo había logrado en poco tiempo, lo que él quiso hacer en años. Menudo idiota que era. Gilipollas. —¿Qué haremos ahora? —la voz de Camila es desesperación, tiene miedo. No ha parado de llorar desde que Adeline se fue. —Ella no me lo perdonará, la voy a perder. Es mi mejor amiga. —lloriquea. —Deja de llorar —solicito. —No arreglarás nada llorando. —¿Y que mierda quieres que haga? ¡ella me odia! —tenía un punto. Nos odiaba, vi en sus ojos formándose ese sentimiento. Mi corazón no soportaría perderla. Necesitaba recuperarla, y para ello, tenía que contarle todo. Y eso era algo que me tenía dudando si era lo correcto, porque una vez que le contara sobre lo que hacía, no creía que podría recuperarla. —Mañana iré a verle, ella tiene que escucharme. Le contaré todo. —Deja de llorar Camila y me mira horrorizada. —¿Qué? ¡No! Ella va a odiarte más. Le has estado mintiendo todo este tiempo, no te va aceptar devuelta —sacude su cabeza. Chasqueo la lengua mientras maldigo. —No lo hagas. —Lo sé, ella podría no perdonarme. Pero si realmente quiero tenerla devuelta, necesito ser sincero con ella. —Félix, no puedes. Te estarías poniendo en riesgo. —cierro los ojos y pienso en otra cosa, pero no encuentro nada que pueda ayudarme en esta situación. —No importa. No puedo perder a Adeline. La necesito. —muerdo mi labio inferior. —Déjamelo a mí, iré yo. Ella entenderá, sabe que no lo hice para lastimarla. —¿Crees que quiera escucharte? —se encoge de hombros. —Espero que pueda convencerla. —No lo sé, me parece una mala idea. —Pero al menos debo intentar. Ya he traído muchos problemas a tu vida, y estás en esta situación por mi culpa. Es correcto que yo arregle esto. —no estoy seguro de ello, ella tampoco tiene la culpa de haber salido huyendo de su casa por los problemas de sus padres. Cuando vino a mi por ayuda, no pude negarme. Había pasado por esta mierda varias veces, al igual que ella yo quería huir de mi propia casa, nunca lo hice porque no tenía a donde ir. Conocí a Camila por primera vez en un bar, el proveedor que le vendía andaba perdido y mi jefe me puso de su contacto. No pude decirle que no a Ray. Después de todo él me había ayudado mucho, no se muerde la mano de quien te alimenta. Fui al bar donde el anterior proveedor tenía a sus clientes y ella se me acercó. Me preguntó si era su contacto, no pude negarle. Era mayor de edad y sabía lo que hacía, nunca probé esa mierda, y odiaba que la consumieran personas tan jóvenes arruinándose la vida. Camila fue una de esas personas, no la conocía entonces en la universidad. Eso pasó después. Ella coqueteaba conmigo, pero nunca me aproveché. Cuando regresé al curso que había perdido por el accidente que tuve hace años y casi me mata, fue cuando la vi. Ella no parecía reconocerme, pero cuando dio con mi rostro me enfrentó en el pasillo y arrastró a un aula vacía. Le hice prometerme que no dijera nada sobre mi ni lo que vendía. Aunque no confiaba en ella, le di la oportunidad. Y cumplió su palabra. Comenzamos una amistad. Ella me llamaba por su mercancía. Solía ser cada fin de semana, no consumía mucho. Pero cuando comenzó a pedir más de la dosis que ella compraba comencé a preocuparme. La enfrenté, y fue cuando se derrumbó contándome sobre su problema, ella se refugiaba en las drogas y el alcohol, salía con chicos eventualmente. Gustavo era uno de esos, ella pensaba que le estaba haciendo bien, que él se interesaba por ella, pero menudo cabrón que no era así. Se dio cuenta más tarde cuando le llamó en una crisis y le respondió que estaba de fiesta que no le molestara. Fue cuando me llamó a mí, aún no entiendo por qué no llamó a su mejor amiga, Adeline. Esa noche la dejé quedarse en mi casa. Cuando Gustavo me invitó a su casa de playa, supuse que Adeline estaría ahí, por eso fui. Aunque el tipo no me caía muy bien porque trataba como a una basura a Camila, no fue un impedimento para ver a la chica que me gustaba. Sabía que Camila estaba también porque seguía en el juego con Gustavo, ella fue la que me animó a ir ya que le tomó una foto a Adeline y me la envió. La mayoría de los fines de semana tenía trabajo entregando mercancía, pero le pedí a Ray un favor especial ese día. Quería estar con Adeline en un momento así. Verla en traje de baño, fue como sentir una oleada de electricidad recorrer mi cuerpo. Era mejor que en la foto. Estaba hermosa, ella era sensual hasta los huesos. Después cambió su actitud conmigo, se comportaba distante y fría, apenas me saludaba. No fue hasta que cené con ella, ambos creímos que nos evitamos, fue una total confusión. Se complicó cuando Camila tocó a mi puerta una noche con maleta en mano pidiendo quedarse por unos días. Estábamos en invierno, hacía frío no podía dejarla Afuera. Me contó que se había ido de casa, que ya no soportaba estar viviendo allí, y no tenía dinero ni a dónde ir, la dejé que se quedara por el tiempo que fuera necesario, pero tenía que arreglar su situación. no quería que Adeline se enterara que su mejor amiga estaba viviendo conmigo porque se iba a dar ideas equivocadas. La otra condición que le puse a Camila fue que iba a dejar de consumir drogas. Supe sobre la muerte de Luis, y no pude sentirme más culpable por ello. Aunque no era su proveedor, yo también vendía drogas, le solía vender a Camila. Pudo ser ella la que tuviera una sobredosis, por eso cuando fui a su entierro y Camila me dijo que mejor me fuera, me sentí como una mierda, ella igual estaba destrozada. Fue entonces cuando tuvo un enfoque sobre su vida, y se prometió a si misma dejar las drogas para siempre, porque ella era la única que se dañaba. Varias veces encontré mi casa hecha un desastre, las cosas movidas, porque sabía que ella estaba buscando las drogas que vendía, pero sabía a quién tenía en mi casa y no iba a dejar mi mercancía con una persona que las consumía. Me enfadé y la corrí muchas veces, pero nunca tuve el corazón de echarla a patadas de mi casa, porque sabía que ella solo era una víctima más de las drogas. *** Toco a la puerta tres veces, pero nadie abre. Su auto está abajo, sé que ella está ahí en casa, solo que no quiere abrirme. De ninguna manera iba a dejar a Camila venir aquí. Tenía que hacerme cargo de mis asuntos yo solo. —¡Adeline! Abre la puerta —supliqué. —¡Adeline! Toc toc, nada. Toc, toc, sin respuesta. —Por favor. Tu auto está afuera, sé que estás ahí adentro. Abre, quiero explicarte todo. —no había respuesta. Pegué mi oído a la puerta para escuchar un ruido o a ella caminando, pero no había nada. Silencio. —¡Adeline! Si no abres, tiraré la puerta. —llevé mi cabello hacia atrás, pero siempre se venía hacia el frente. Creo que iba a cortarlo. —No hay nadie —una voz que desconocía me habló. Me giré para ver a la anciana en el marco de su puerta. —¿Perdón? —La joven que vive allí, no está. Ayer vino corriendo, recogió unas cosas y se fue. —¿Ella estaba bien? —la preocupación comienza aflorar dentro de mí, si ella estaba enserio mal pudo pasarle algo. —¿Dijo a dónde iba? —No. Iba llorando, parecía triste y preocupada. Se fue con su amigo en una camioneta negra. —Alexander. Mierda. —Gracias —camino hacia la salida, si Alexander sabe dónde está no me dirá nada. La otra forma es que le pida a Camila que hable con él, solo así podría obtener información. Marco el número. —Necesito un favor. Pregúntale a Alexander si sabe algo de Adeline. —¿No está en su departamento? —No, una vecina suya me ha dicho que se veía muy mal y que solo recogió unas cosas y se fue. —¿Crees que le haya pasado algo? —escucho su voz preocupada. —No lo sé. Llámalo y me avisas. Cuelgo. Llamo a Ray. —Necesito hablar contigo. Comencé a trabajar con Ray después de recuperarme de mi accidente. Él se había hecho cargo de los gastos del hospital, y también del funeral de mi hermano. Era un tema muy delicado para mí, cuando Adeline me preguntó esa noche en su departamento sobre si tenía hermanos le dije que sí, porque si lo hacía, para mi nunca murió en ese accidente. Me costó mucho trabajo poder volver a caminar, todavía llevo la cicatriz en la pierna izquierda, donde yace una línea vertical de unos quince centímetros. Saber que había perdido a la única familia que me quedaba me destrozó. Ray también era el jefe de mi hermano. Sabía que trabajaba para él, pero no le gustaba la idea de que yo me involucrara en ello. Marcus quería una vida diferente para mí, él quería sacarnos de allí. Por eso ahorró para que yo fuera a la universidad, y no tuviera que ser como él. Al final terminé trabajando en ello. Ray estaba pidiendo cuentas, y los ahorros que mi hermano tenía para mí, no fueron suficientes para pagar la deuda. Fue entonces cuando me ofreció vender su mercancía, me negué al principio recordando las palabras de mi hermano. Pero terminé cediendo porque era la única forma de salvar mi pellejo también. Eso no significaba que iba a dejar la universidad. Le había prometido a mi hermano que me graduaría, por eso seguía llegando. Era mi única fortaleza, cumplir esa promesa. —¿Traes el resto del dinero? —el gordo se sienta en su silla de oficina, mientras me mira sacar el sobre amarillo con su dinero. Una sonrisa con dientes de oro asoma en su boca. —Nunca me decepcionas, Mitchell. Eres como tu hermano. —odio que mencione a mi hermano. Me retuerzo en mi asiento. —Oh perdón, olvidé que detestas que mencione a Marcus. Eso te hace recordar que estás yendo en contra de su voluntad. —Deja las tonterías, con esto pago mi deuda. —Asiente con la cabeza riendo. —Claro que sí, muchacho. Estamos a mano —extiende su mano para que la estreche, pongo los ojos en blanco por tanta formalidad. Le doy un apretón de manos mirándole severamente. Odié cuando fue a mi casa e irrumpió porque quería su dinero lo antes posible, ya que se me estaba acabando el tiempo. Asustaron a Camila, fue por eso que ella me llamó llorando, tuve que dejar a Adeline en nuestra primera noche juntos, justo cuando iba a poseer su cuerpo. Culpé al cabrón de Ray. Me levanto de la silla, pero su voz me detiene. —¿Seguro que no quieres seguir vendiendo mi mercancía? —él sabía que ganaba conmigo el doble de lo que vendían sus otros empleados. Ladeé una sonrisa y giré mi rostro un poco sin girarme, solo de espaldas. —Estoy fuera, hombre. Me fui. Estaba libre de esta mierda que me ataba. Comenzaría a limpiar mi pasado, para que Adeline me recibiera devuelta. No iba a perderla. *** Camila me dijo que Adeline estaba en Oregón. Su abuelo había sido hospitalizado por un derrame cerebral, no imaginaba el dolor que estaba sintiendo ahora, quería estar ahí para ella. La llamé incontables veces, pero nunca me respondió. —Volveré a casa. —le miro frunciendo el ceño. Camila me mira con timidez. —Hablé con mamá y le dije la verdad. Hicimos las pases. —¿Segura? Puedes quedarte el tiempo que necesites. No quiero que te sientas presionada. —No me siento así. Era hora de que regresara a casa. —me da una sonrisa genuina. —Mamá me quiere devuelta. Ella dice que lo siente, mi hermano pequeño también me extraña. —Pues si es tu decisión. Adelante. —la acerco a mi pecho y la abrazo. Ha sido de gran ayuda aquí, ella me ha estado alimentando porque yo soy un completo desastre en la cocina. También me ha sabido dar buenos consejos con la relación que tenía con Adeline. Ella fue la que me dijo que la invitara a cenar para hablar sobre nuestros comportamientos y también me alentó a confesarle mis sentimientos. Era una buena amiga, la única que tenía de hecho. —Gracias por cuidar de mí, —murmura contra mi pecho. —Cuida de Adeline, ve a recuperarla. —Pero ella está en Oregón. —respondo. —¿Y? ¿no puedes comprar un boleto de avión e ir? —pone los ojos en blanco. —¿tengo que escribírtelo en papel? —no lo había pensado aún. Iba a esperar que ella regresara para que hablara, quería darle su espacio. —¿Será que ella me quiera ahí? Camila suelta un bufido exasperado. —Enserio que ustedes los hombres son unos tontos, —sacude su cabeza. —Ella te necesita en un momento tan crucial como este, su abuelo está en peligro. Lo que más quiere es unos brazos que la reconforten, es la manera que puedes recuperarla. Ella te quiere, lo veía en sus ojos. Está sola en Oregón, ve. Corre. Sintiendo la nueva determinación dentro de mí, hago caso del consejo de Camila. Empaco lo necesario y voy hacia el aeropuerto, compro el boleto y camino hacia la puerta que me llevará con Adeline. Voy por ti, amor. Espera. Pero no cruzo esa puerta, porque mi cuerpo cae al suelo estruendosamente y mis manos son puestas detrás de mi espalda. Las personas me miran y no sé que mierda está sucediendo aquí. —Félix Mitchell Carter, quedas bajo arresto por el delito de tráfico de drogas. —sentí mi sangre drenarse. Estaba jodido. —Tiene derecho a permanecer en silencio, que todo lo que diga puede ser utilizado en su contra en un tribunal. —este era mi final. Sabía que tarde o temprano iba a tener consecuencias la decisión que había tomado de trabajar con Ray. Pero no esperaba que pronto. Grité para que me soltaran, pero hicieron caso omiso. —Tiene derecho a contactar a un abogado y si no puede costearlo, se le proporcionará uno gratuito del estado, si así lo desea. —me levantaron del suelo. —¡Déjenme ir! —me rehusé a que me llevaran. Necesitaba un abogado urgente. Camila, ella me había dicho que tenía un amigo que trabajaba como abogado en un bufete, que él consumía drogas con ella. —No te irás tan fácil de esta, Félix. —un señor de bigote y canoso me dedicó una mirada de advertencia. Llevaba puesto una chamarra negra con letras amarillas que rezaba DEA. Estaba jodido. —¿Quién eres? —escupí. —La persona que lleva detrás de ti muchos años. —una sonrisa burlona asoma sus labios. —Llévenselo. —los oficiales me arrastraron fuera del aeropuerto. —¡no saldrás de esta! —gritó para que lo escuchara. Sé cuales son mis derechos, mantendré la calma. Tengo derecho a una llamada, no pueden obligarme a hablar si no tengo un abogado presente. En la estación pedí mi llamada. Quería marcarle a Adeline y decirle que estaba en camino hacia ella para recuperarla, pero que no iba a lograrlo. Me sabía su número de memoria, aunque le mentí aquella vez que me preguntó cuando se me descompuso mi celular. La verdad era que no estaba descompuesto, me di cuenta que estaba intervenido. La DEA, venía pisándole los talones a Ray, ya desde hace tiempo. No estaba tras las rejas porque aún no tenían pruebas suficientes para hacerlo. Él me dijo que mi teléfono lo estaba cuando uno de sus empleados fue arrestado, la única forma de saber la ubicación de entrega era porque esa noche habíamos hablado por teléfono. Tuve una mala noche esa vez. Por eso le mentí a Adeline, no quería involucrarla en esto, si no es que ya la vigilaban también. —¿Camila? Soy yo, Félix. —¿Félix? ¿Qué sucede? —Estoy en problemas. Necesito un abogado. ¿Puedes ayudarme? —aquí estaba suplicando por mi vida. Si ella no me ayudaba no sabía que iba a hacer. Era mi única opción. —¿Un abogado? ¿para qué? ¿estás en Oregón? —No. Me han detenido en el aeropuerto por trafico de drogas —escucho su sorpresa a través del teléfono. —¿Todavía sigues en contacto con ese amigo abogado que tienes? —Si, le llamaré. —se me está acabando el tiempo. —No te preocupes, todo estará bien. Félix…—se cortó. Golpee la pared con mi mano derecha. Mierda. Todo se ha descontrolado ahora. Si ellos tienen pruebas en contra de mí, es seguro que me van a encerrar tras las rejas por varios años. Voy a perder todo. —Félix. —me giro ante la voz conocida. Una que odiaba escuchar ahora. Y no me sorprende encontrarlo aquí.
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