- Eliot, quiero irme a casa – le apercibí, echando fuego por las pupilas. - Sí, vamos – dijo por fin -. Bueno, chicas, adiós. - Hasta luego. Ha sido un placer – contestó Barbie. Las demás se despidieron con la mano. No habían prestado atención a nada de la conversación, con Eli, ya debían de tener bastante. El viaje de vuelta fue silencioso, ni siquiera me apetecía poner música, y él tampoco habló. Parecía preocupado y pensativo, como la noche anterior de camino a mi habitación. Al verle así, se me pasó todo el cabreo. Aparcó el coche delante de la casa, como solía hacer, y cuando abrí la puerta para salir, se incorporó sobre mí para cerrármela. - Espera. - ¿Qué pasa? Se sentó de nuevo en su asiento, con las manos y la mirada aferradas en el volante. - Tengo… tengo que decirte a

