Capítulo 2

4407 Words
—Gracias por su compra — le di la factura a la clienta. Tomé el café que estaba a un lado de la caja registradora y sorbí. Mire la hora en el reloj de la pared y note que era media mañana y la tienda estaba muy concurrida. Aún esperaba recibir una llamada de Conte por lo de ayer. Deje el café con más fuerza de lo necesario. Vamos Thara sabes que Conte no es tu problema sino Enzo —Tierra llamando a Thara— Marcelo estaba parado en frente de mi con un cliente haciendo gestos con la mano —Si. Dime—me sobresalte. Él sonrió y puso encima del mostrador dos camisas perfectamente dobladas —El caballero se llevará estas— me dijo— Disfrútelas le dijo Marcelo al cliente mientras yo facturaba. Una vez se fue repase la tienda y mientras Marcelo le mostraba unas corbatas a un hombre, Lissa estaba atendiendo a una mujer que no sabía si llevarse un vestido u otro. —Thara. Esto es para ti— dijo Cristal entregándome una tarjeta— En una semana celebrare el cumpleaños de Dominic y me gustaría que estuvieras allí —Dominic era su esposo desde hace un año y era el primer cumpleaños que pasarían con marido y mujer —No faltare —la leí y me reí —¿Enserio? —pregunte divertida ella asintió —Me pareció genial hacerla de disfraces— dijo sonriendo encantada —ya sabes. Era eso o una fiesta común y corriente que Dominic quería. ¡Gracias a Dios! me tiene —nos reímos ante su comentario, mire mi móvil que me anunciaba la llegada de un correo electrónico—¡Madre mía! — exclamo de pronto cristal —Que par de especímenes —levante la vista y tuve que agarrarme del mostrador para no caerme redonda —Si no estuviera casada y amara a mi marido no me importaría tirarme a uno de ellos De pie. En la entrada de la boutique se encontraban Conte y Enzo. Este último tenía la mirada fija en mí y mostraba total hostilidad. Los dos llevaban trajes hechos a medidas que los hacían verse imponente. Mientras Conte llevaba un traje n***o. Enzo por su parte usaba un traje azul oscuro que le quedaba perfecto. Conte miraba alrededor asegurándose que nada perturbara a su jefe. Me tense cuando Enzo comenzó su andar hasta mí. También vi como las clientas miraban a ambos hombres con descaro. Cuando llego hasta donde estábamos Cristal y yo, quería salir corriendo. pero a ver. Tu no lo fuiste a buscar ayer, me dijo mi conciencia —Thara —cerré mis ojos cuando el sonido de su voz me envolvió. Su voz era más ronca de lo que recordaba y ya no era un chico de veinte y tres años al cual deje. Ahora era un hombre de treinta y un años. ocho años después —¿Podemos hablar? —continuo de forma dura haciendo que abriera mis ojos rápidamente. Asentí y miré a una embobada Cristal —Te dejo a cargo —le dije para luego mirar de nuevo a Enzo— Pasemos a mi oficina —Caminé hasta atrás de la tienda sintiendo la mirada de Enzo clavada en mi espalda. Abrí la puerta de mi oficina y entre. Escuche la puerta cerrándose. Mire a Enzo y su mirada se encontró con la mía. Me estudio con total descaro y me estremecí. Revise mentalmente lo que me había puesto esta mañana; falda tubo de corte alto rosa fuerte, top n***o que dejaba un poco de piel al descubierto, y sobre el un collar largo con un triángulo al final, mi cabello estaba recogido en una cola alta y me había puesto mis sandalias beige de doce centímetros con la punta descubierta dejando ver las uñas de mis pies pintadas de rosa. —Quieres sentarte —dije. Que podía decir después de ocho años. Tomo asiento en uno de los sofás que tenía allí —¿Algo de beber? —No estoy aquí para socializar —fue su respuesta. Me senté en el sillón de enfrente y lo estudié. Era el mismo hombre que había conocido, sólo que con las facciones más duras por el tiempo. Ojos y cabellos negros, mentón fuerte, labios gruesos y sexos que me llevo a la gloria en más de una vez. Su cuerpo era más fuerte. Hombros anchos y caderas estrechas. Manos grandes y masculinas con dedos largos. ¡Dios! no estaba lista para esto —A qué has venido Enzo— sentía la boca seca —Bueno. No nos hagamos los tontos—comenzó— Ayer fuiste a buscarme y déjame decirte desde ya que tienes un mes y medio para desocupar la propiedad —dijo mirando fijamente —No sé qué te has creído, pero esta es mi boutique. Mi padre no tenía derecho a apostar algo que no le pertenece —Ya es tarde— me interrumpió— Pero hay algo que no me queda claro —dijo inclinándose hacia adelante— ¿Porque solo te aterra perder la boutique y no las demás propiedades? —Esas propiedades son de mi padre y él puede hacer con ellas lo que quiera— respondí mientras jugaba con la pulsera que llevaba en mi mano derecha —Esta es mi tienda. Yo la compre, solo que al momento del contrato yo no estaba en el país y el arreglo todos los papeles —Vaya. Debiste conseguirte a un amante con mucho dinero —dijo en tono mondaz y sentí la ira crecer en mi interior —Recibí la herencia de mi madre, pero no debería de decírtelo— su expresión se suavizo un poco. El más que nadie sabía la falta que me hacia mi madre. No crecer con ella dejaba un vacío en mí que no podía llenar con nada y siempre estaría allí —Bueno. Lamento que tu padre hiciera lo que hizo, pero no pienso echarme hacia atrás, así que ya estas sobre aviso —se puso de pie. —Tanto me odias que solo quieres dejarme sin nada —se detuvo en seco —Lamento lo que sucedió hace ocho años —Ya no me interesa hablar de eso —sus palabras salieron con esfuerzo— Te largaste sin decir más y eso nunca te lo voy a perdonar—sentí que me apuñalaban directamente al corazón. Salió de manera apresurada de la oficina y con el poco acople que me quedaba camine de nuevo a la parte de enfrente de la boutique. Al llegar. Enzo estaba saludando a un cliente y conversaba animadamente con este. Conocía de quien se trataba. Bastián Megalos un griego que tenía negocios en Palermo y tanto su esposa como su hija siempre vienen a la boutique cuando tienen un compromiso importante —No sabía que venias a estos lugares— hablo el señor Megalos —Yo podría decir lo mismo Bastián— la voz de Enzo era profunda Bastián —Oh. Yo siempre que necesitó de ayuda vengó con mi Afrodita preferida— dijo dándole una palmada en el brazo a Enzo y caminando hasta mi —Señor Megalos —lo saludé —¿que lo trae por aquí? — dije dándole mi sonrisa especial para clientes —Mi aniversario —río —Treinta años junto a Ariadne —En ese caso. Tengo un Dior que le quedara muy bien— busqué con la mirada a Marcelo, pero me encontré con la mirada de reproche de Enzo— Sabe que —dije mirando al señor Bastián —Yo misma lo atenderé. Venga por aquí Le mostré diferentes trajes, pero como supuse el Dior le quedaba muy bien. Por un momento me olvide de Enzo y me dedique al cliente. No era por alardear, pero sabía el talle perfecto de un cliente y cual traje le sentaba mejor. Eso se lo debía a la esposa de mi tío en Londres que a pesar de estar financieramente bien nunca dejo su negocio y me enseño todo lo que se en cuanto a trajes —Me has salvado la noche —me dijo caminando conmigo hasta la caja— Si mi mujer me ve con un traje que no me entalla bien no me la acabo en toda la noche —me reí ante su gesto de horror  —Pero con este Dior, se lo come a besos— bromee y fue su turno de reír. Facture y el tomo el traje guardado perfectamente en su funda—regrese cuando tenga algún problemilla con un traje —Gracias hija —se despidió el señor Megalos. Cerré la registradora y cuando me volteé Enzo estaba de pie en frente de mi —Tengo una oferta que hacerte—hablo siseando a través de sus dientes—Mandare por ti a las siete —¿Perdón? —dije incrédula por sus palabras —No creo que me apetezca verte esta noche. Ya dejaste todo claro —Me acabó de dar cuenta que no —continuo— Pero si quieres conservar esto— hizo un gesto con la mano alrededor de la tienda —estarás lista a esa hora —No sabes donde vivo— dije alzando mi rubia ceja —No creo que sea imposible averiguarlo —dijo dándome una mirada divertida —siete Estaba frente al espejo escogiendo que me pondría. Eran las seis treinta y ya había hecho mi cabello. Dejándolo en ondas con ayuda de la pinza. Me había maquillado solo un poco: base, polvo compacto, delineador para ojos, rubor en las mejillas solo me faltaba el lápiz labial. Tome un traje de chaqueta y pantalón rojo. No. Lo deseche. Vestido azul oscuro. No ¿Que mierda? no me sentía cómoda. Me gustaba mi propio estilo y hasta ahora me había funcionado —Es solo una cena Thara —me dije a mi misma para tranquilizarme de pronto vino a mi mente una prenda que no me había puesto. Busqué entre mi ropa y la encontré. Busque lo demás y lo coloque en la cama para observarlo desde lejos — Perfecto —Sonreí Había elegido una falda corte A de cuero n***o por encima de mis rodillas, una blusa blanca sin mangas. Con tachas brillantes en el cuello, un blazer n***o, para los zapatos escogí unos mocasines de tacón negros y para darle un poco de color al atuendo escogí un Clutch en color granate del mismo color que llevaría mis labios. Una vez lista Sonreí satisfecha por el resultado. Rocíe un poco de perfume y exactamente a las siete el timbre del portero sonó, tome el clutch y salí. Cuando bajé me encontré con Conte esperándome — Buenas noches— saludé el solo asintió con su cabeza y me abrió la puerta de la range rover subí y ya había alguien al volante. Conte rodeo la camioneta y se montó en el lado del copiloto E inmediatamente se puso en marcha. Podía ver que Conte era incondicional de Enzo. Siempre habían sido muy unidos, Conte fue un gran apoyo para mí cuando necesitaba a un hermano. Si. Él fue ese hermano que me protegía de todo. Entre los dos creció una amistad y un cariño fraternal que nos llevaba a interceder el uno por el otro, pero por la forma fría de tratarme eso había cambiado. Cuando me fui no quise decirle los motivos tampoco, sabía que le diría a Enzo y haría mi partida más difícil —Ya estamos señorita —prácticamente escupió las palabras. Mire por la ventana y estábamos frente al sesto canto un restaurant que tenía un ambiente íntimo y la comida era estupenda. Conte se bajó y me abrió la puerta para bajar —Enzo la espera adentro —Conte —susurré sintiéndome mal por la forma que me miraba —Lo siento... —No debería llegar tarde —no presto atención a mis palabras—No le gusta la impuntualidad— cerré mis ojos y camine abatida por sus palabras. Durante todo el día medite mis acciones y como cada vez que lo hacía sabía que me había equivocado, pero ya era tarde para cambiar las cosas. Entre y efectivamente, Enzo ya estaba esperándome. Mientras caminaba a su encuentro puse mi mascara de que nada me importaba, solo yo. Enzo se puso de pie cuando llegue a la mesa situada al fondo donde nos daría la privacidad para hablar de lo que quisiera —Buenas noches— mi voz salió serena. Y era un logró porque lo menos que me sentía era serena. Corrió mi silla invitándome a tomar Asiento. Al menos algunas cosas no cambian me dije a mi misma. La caballerosidad de Enzo fue una de las cosas que me gustaron cuando lo conocí. Hizo una seña y un camarero se acercó hasta nosotros y se escondió detrás de la carta —Bienvenidos a sesto canto —comenzó el camarero —Puedo tomar su orden —Tomé la del señor— dije tomando la carta y mirando el menú. —De entrada, los canapés de calabacín —escuche a Enzo decir —y tomare el risotto —¿Algún vino? ¿postre de preferencia? — pregunto —Un tinto joven —respondió —y preferiría al finalizar un café solo —baje la carta y lo mire detenidamente. Ahora llevaba un traje n***o de tres piezas que le daba un aire peligroso y sexi ¡j***r contigo Thara! —Señorita —sacudió la mano ligeramente y me concentre en el camarero —De entremés deseo antipasto con tomate, ajo y mozzarella —Pedí— de plato principal carne de ternera en papillot con alcachofas y de postre una tarta de durazno —¿Algo más? —preguntó el hombre con una sonrisa —Sangría de frutas— dije dándole un vistazo al menú— Pero sin alcohol por favor— el camarero se retiró y me enfrenté a la mirada de Enzo —¿Que sucede? —¿Ya no disfrutas de un buen vino? — pregunto interesado. Me encogí de hombros. Enzo me había enseñado las delicias del vino cuando salíamos —Solo tomo alcohol cuando es una ocasión especial —dije tomando mi copa de agua y dándole un sorbo— Y dime Enzo. ¿De qué te diste cuenta que me citaste aquí? —Directo al grano como siempre— sonrió de manera fría. Llegaron con las entradas y Enzo solo me observaba en silencio. Algo que me están empezando a incomodar —Hace cuanto conoces a Bastián —Dos años— respondí —su esposa e hija son clientas de la boutique y él va siempre que necesita algún traje, camisa, corbatas. Lo que necesite —Está bien— nos quedamos de nuevo en silencio mientras comíamos las entradas. Cuando el plato principal hubo sido dejado en la mesa Enzo se enderezó en su asiento —Necesito que persuadas a Bastián de que me venda el edificio que tiene en Génova —me quede con el cubierto a la altura de mis labios. Lo deje de regreso en el plato antes de contestar —Estás loco —no entendía —¿Porque yo? —Bueno. Veámoslo de esta manera. Si logró ese edificio tú te quedas con la boutique —me soltó de rápidamente—  Fingiremos ser pareja y me acompañarás a algunas cenas donde estará Bastián y es ahí donde tú dirás lo buena idea que es que yo obtenga ese edificio o haré efectivo el cobro de la boutique —Es una broma ¿no? —sentí que me faltaba el aire —Para nada —se inclinó en su silla— Vi el aprecio que Bastián te tiene y le pienso sacar provecho. Veámoslo como un negocio donde todos ganamos —continuó— Entonces ¿qué me dices? —Tengo que pensarlo —susurré. Era una locura. Sabía que si fingíamos ser pareja perdería mi corazón en el proceso —No deberías pensarlo —dio un sorbo a su vino —Tienes hasta mañana en la noche para responder Thara. No doy concesiones —Es bueno saberlo— la ironía broto en mis palabras, me estaba cansando de su actitud grosera, déspota y porque mentir también dolía. Por eso decidí cambiar de tema — ¿Cómo están Orazio y Chiara? —pregunté —Como estén mis padres no es de tu incumbencia —su actitud me sorprendió, pero lleno el vaso. —Que te den Enzo—dije en siseo apretando los dientes— No voy a permitir que me trates así —Enzo golpeo la mesa y varias personas nos observaron. Se dio cuenta de lo que había hecho y trato de cambiar su postura —No vengas ahora a dártelas de ofendida —gruño —¿Te importaron cuando te fuiste y me dejaste? Ellos te amaban como a la hija que nunca tuvieron. Les Rompiste el corazón —su tono de voz de endureció —no tenías derecho a irte sin más explicaciones que. No estoy lista para el matrimonio —Veo que me odias— dije en voz ronca y luchando con las lagrimas —Como a nadie— escupió con despreció. Me levanté lo más rápido que mi cuerpo se podía mover y salí como alma que llevaba el diablo. Escuché a Enzo llamarme, pero seguí caminando. Al salir me encontré con Conte y el chofer. El primero llegó hasta mi en dos pasos —Thara— su tono era suave y si no fuera porque sabía que era imposible diría que preocupado —¡Quítate de mi camino Conte! —ya las lágrimas corrían por mi rostro —Ya tuve suficiente de personas que me desprecian— miré su rostro a través de mis lágrimas y mi respiración era agitada. Mire buscando un taxi. Vislumbre uno y le hice señas. Sin importar lo agarre desprevenido y lo empuje. Corrí y me subí al taxi —Arranque señor —dije al conductor. Miré hacia la entrada y vi a Enzo saliendo del restaurante. Limpié mis lágrimas y me hundí en el asiento. Llegue a mi departamento y me desvestí rápido, mire el reloj despertador el cual marcaba las ocho y treinta. Decidí ir al gimnasio donde practicaba kickboxing, el cual estaba abierto hasta las diez. Busque mi ropa de deporte, recogí mi cabello y lave mi rostro quitándome todo rastro de maquillaje y lágrimas. Fui a la cocina por una botella de agua, la tomé y fui hasta la puerta donde estaban las llaves y salí de ahí. Llegué al estacionamiento del edificio y me dirigí a mi coche. Poco lo usaba debido al tráfico de la ciudad a la hora de la mañana y era más fácil ir en taxi que estresarme mientras conducía. Llegue a mi Volkswagen Polo color rojo que había comprado el año pasado. Subí en él y me dirigí al gimnasio. Quince minutos después estaba aparcando gracias al poco tráfico de la noche. Salí del coche, abrí el maletero del coche, abrí una bolsa de deporte que siempre cargaba. Saque una toalla Entre y vi a varias personas entrenando. Las personas venían a hacer ejercicios de rutina, practicar boxeo o artes marciales mixtas que era lo que más me gustaba hacer. Era entretenido y físicamente demandante. —Vaya. La hija prodiga ha vuelto— dijo una voz a mi espalda. Volteé y me encontré con Caleb el dueño del gimnasio. Caleb era moreno, ojos marrones y un cuerpo bien trabajado por tanto ejercicio y el que me enseño todo lo que se — No seas exagerado. Solo ha sido una semana— dije. El asintió con una gran sonrisa —Comienza con la cuerda y luego nos vemos en el saco— me dijo exigente como siempre asentí. Hice veinte minutos con la cuerda y fui por un par de guantes y caminé hasta donde se encontraba Caleb —Vamos— dijo deteniendo el saco para que tuviera mayor impacto al golpear —Descarga esa rabia que cargas cariño. Por encima se te ve lo cabreada que estas —Comencé con golpes suaves y lentos — Hazlo mejor —me animo. Deje un golpe seco y otro. Y así una ráfaga de golpes y patadas fueron liberando mi rabia. Rabia porque sabía que había herido a mucha gente, La decepción que mi padre me causó, El odio de Conte y el que más me calaba profundamente. El de Enzo. Me ensañe dando más golpes hasta que note el sudor correr por mi espalda y pechos. Mi cabello estaba desordenado y sentía el cabello en la parte de abajo pegado a causa del sudor. Me detuve tomando aire y Caleb tenía una sonrisa presuntuosa— Bien hecho —dijo —ahora vamos al octágono para así poder patearte el culo —Estas muy seguro de ti mismo— dije irónicamente limpiando el sudor con mi antebrazo —A ver Thara— comenzó mientras se ponía el casco —Hace cuatro años no sabías ni como dar un buen codazo —se río mientras uno de los chicos me ayudo a ponerme el casco —Entra y deja de alardear—Sonreí divertida por la broma. Descarte mi protector bucal porque sabía que no me haría daño y entre al ring. Caleb entro y de inmediato cerraron la jaula— Veamos si la alumna supero al maestro— Caleb escupió el protector y se río a carcajada limpia — Lo quieres rudo. Eh nena— sin más me acerque e impacte en su muslo derecho una patada intento devolvérmela y subí mi pierna para escudarme— Bien. Pero sabes porque te ganare— dijo dando golpes suaves pero certeros que lograban golpear o rozar mi cuerpo —No por lo fuerte, sino porque estoy concentrado y tú no —deje un golpe es su nariz e intente darle otra patada, pero me vi empujada y golpeé la jaula. —Vamos muñeca. No necesitas ser fuerte, solo debes ser más inteligente—me decía mientras luchábamos. En un momento de descuido logre derribarlo y hacerle una llave presionando su rostro con mi rodilla, pero él fue más hábil y con sus piernas me engancho y me hizo una llave invertida. Estuvimos un momento así hasta que sentía la falta de aire y el sentía lo mismo porque respiraba con dificultad —Ríndete —dijo con voz trabajada —Ni de coña —respondí en el mismo tono —Empate —sugerí ya me estaba cansando y mis piernas cedieron un poco lo cual aprovechó para zafarse y mantenerse haciéndome la llave. Perdí —Por poco —dijo soltándome. Permití que mis pulmones tomaran aire y me quede tendida mientras calmaba mi respiración. Caleb me ofreció su mano para ayudarme a ponerme en pie. — Buen combate muñequita —dijo mientras salíamos del octágono y me sentaba en el suelo. Me quite el casco y reacomode mi cabello en un moño apretado. Necesita una ducha y un lavado de cabello —Me sorprendes— dijo ofreciéndome la botella de agua que había dejado fuera del ring, la agarre y tome un gran sorbo —Aprendí del mejor —dije bajando mi botella— ¿Cómo van las cosas por aquí? —pregunté —Bien. A las personas cada vez les gusta más estar saludables —se encogió de hombros. Se quitó la camisa empapada dejando su cuerpo al descubierto— También han aumentado las personas que pagan por que los entrene en sus casas —asentí —Me va bien —dijo secándose con la camisa el sudor —Y tu ¿cómo estás? —preguntó en voz baja. Caleb era un buen amigo que me ayudó mucho a ejercitarme y ser más saludable luego de regresar a la ciudad y me conocía bien, además no me juzgaba ni sentía lastima de la situación con mi padre —Supe por las noticias que son veinte ¿en cierto? —Así es —afirme —Pero sabes, eres el primero en preguntarme como me siento —continúe —Y no me pregunta que opino de la sentencia— dije recordando a los periodistas que me llamaban— Me duele porque es mi padre, pero ¿qué hago? Utilice todos mis recursos para defenderlo, pero era culpable —Hiciste lo que una hija debe hacer— dijo. Mire alrededor y note que quedaban pocas personas. Le di una mirada al reloj de la pared y marcaban veinte minutos para las diez. Me puse de pie y tomé la toalla que tenía cerca. Me seque —Sera mejor que me vaya —dije mientras veía que se ponía de pie —tengo trabajo mañana— recordé— Por cierto ¿cuándo iras a la tienda? —el negó —Con Megan merodeando es más que suficiente—negó divertido refiriéndose a su prometida— Mi tarjeta sufre cada cierto tiempo— me reí —No seas exagerado— reprendí— a ti te encanta darle gusto. Solo tienes que ir y te tendré preparado algo para dejarla embobada —Ella hace eso por los dos— mientras hablaba veía que su mirada se iluminaba al nombrar a su prometida —Por cierto, gracias por ese Christian Lacroix que me dejo con la boca abierta — A ella le luce ese vestido cariño. Tu novia es una mujer hermosa que le queda bien todo. Yo solo la ayude a encontrar un vestido con el que se sintiera cómoda —le guiñe —Bueno. Me voy— tome la botella de agua y coloque mi toalla en el hombro—volveré esta semana por la revancha —Deberías venir durante el día —me sugirió —Tengo un buen grupo. Le patearías el culo a más de uno, pero solo vienen entre semana durante la mañana —Sabes que no puedo— dije —solo los fines de semana puedo en el día— de resto solo me toca venir luego del trabajo —Y que chiste ser la jefa y no hacer lo que quieres— me reí y me di media vuelta —No es tan sencillo— dije mientras caminaba —Hasta pronto Caleb —dije despidiéndome y saliendo del gimnasio. Llegué hasta el coche y sentí que me observaban. Miré a mi alrededor, pero no vi nada. Me monté en el coche y me fui a mi departamento.
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