Hospital Central – 18:42
La jornada en el hospital había sido más pesada de lo habitual. Laura empujaba el carro de limpieza con fuerza contenida, como si cada pasillo le quitara aire. No era solo el cansancio, ni las palabras vacías de pacientes altivos. Era su madre.
Ciudad Vieja – 21:11
Carmen Ramírez tenía el don de abrir heridas con la punta de la lengua. Al llegar a casa, el ritual era el mismo: gritos, reproches, y esa mirada que no envejecía pero que estaba llena de desdén.
—¿Así que ahora llegás tarde porque tenés trabajo importante? ¿Te olvidaste que la comida no se hace sola? —la recibió Carmen, cruzada de brazos en la cocina, el cigarro colgando de los labios.
—No me pagan por ser tu criada, mamá —replicó Laura, dejando la mochila en la silla con fuerza.
—No. Te pagan por servir a los mismos que nos dieron la espalda toda la vida.
Laura no contestó. Su madre sabía cómo tocarle los nervios, pero esa noche había algo diferente en su tono. Algo que insinuaba más que atacaba.
—¿Por qué decís eso ahora? ¿Pasó algo?
Carmen apagó el cigarro con más violencia de la necesaria y se fue al sillón sin decir nada. Laura se quedó allí, con la incomodidad latiéndole en el pecho.
Calles del barrio – 22:03
Harta del encierro, Laura decidió salir a despejarse. Caminaba sin rumbo fijo, los auriculares puestos y el paso acelerado. No esperaba encontrar a Francisco justo en la esquina de la panadería cerrada. Él hablaba por teléfono, pero al verla, colgó de inmediato.
—Laura —saludó, como si su sola presencia no bastara para tensar el aire.
Ella se quitó un auricular y lo miró como si fuera una peste.
—¿Ahora me seguís por las calles también? ¿Qué hacés acá?
—Vengo a ver a un proveedor. No todo gira a tu alrededor.
—Entonces seguí tu camino, y dejá el mío en paz —espetó, girando sobre sus talones sin esperar respuesta.
Despacho de Francisco – Zona empresarial Edificio Valverde – 23:17
De vuelta en su oficina, Francisco se quitó el abrigo con un suspiro. El encuentro inesperado con Laura le revolvía el alma. Se sentó en el sofá y apoyó la cabeza en el respaldo. No tardó en dormirse.
Soñó con ella. No de forma s****l, no aún. Era una visión confusa: Laura en un pasillo de hospital, cubierta de sangre, pero no herida. Ella lo miraba con tristeza y le decía: “No puedo cargar con lo que hicieron ustedes”.
Él intentaba alcanzarla, pero cada vez que se acercaba, se alejaba más. Luego aparecía un hombre de espaldas, con un anillo de sello familiar. Laura lo miraba y decía: “¿Vas a decirme ahora que no sabías?”
Francisco se despertó sobresaltado. Tenía la camisa pegada al cuerpo por el sudor. Se pasó las manos por la cara, sintiendo una mezcla de rabia y desasosiego.
Sacó la llave del bolsillo interior de su americana y abrió un cajón cerrado. Extrajo una carpeta polvorienta: 'Valverde - Archivo familiar'. Dentro, un nombre lo paralizó. Carmen Ramírez.
Parque cercano – 00:12
Laura se había sentado en un banco bajo un árbol seco. Entonces lo vio venir: Marco, su viejo conocido del hospital.
—No me digas que también salís a correr en horarios antisociales —bromeó él, acomodándose en el banco.
—Solo quería respirar. Mi casa es un campo de minas —dijo ella, aún con el ceño fruncido.
—¿Tu madre otra vez?
Laura asintió en silencio. Marco la miró unos segundos antes de hablar.
—¿Sabés que podrías terminar lo que empezaste? Tenés cabeza, Laura. ¿Por qué no volvés a estudiar?
—Porque la vida no me da tregua. No tengo tiempo, ni dinero. Y aunque lo tuviera, ¿para qué? ¿Para que me cierren otra puerta en la cara?
—Tal vez no todas las puertas. Y si me permitís decirlo, la gente que maneja el hospital no es tan limpia como parecen. Yo… escuché cosas. Cosas viejas, pero turbias.
—¿Qué tipo de cosas?
Marco dudó.
—Nombres que aparecen y desaparecen de los registros. Archivos bloqueados. ¿Vos sabés que alguien pidió información sobre vos?
Laura se quedó helada.
—¿Quién?
—No sé. Pero no era alguien cualquiera.
Flashback – Hace 10 años
Laura tenía apenas ocho años cuando le preguntó por primera vez a su madre por su padre. Carmen la abofeteó. Luego lloró durante horas. Nunca más volvieron a hablar del tema.
Habitación de Laura – 01:03
De vuelta en casa, Laura acariciaba con los dedos una vieja pulsera. Pensaba en Francisco, en cómo la miraba, en cómo no bajaba la cabeza como los demás.
—Algo no encaja —murmuró para sí misma—. Algo me estás escondiendo, mamá.
Salón –Piso 01:05
Carmen, en el sillón, con una copa medio vacía, miraba el techo mientras sostenía una carta vieja. El sobre tenía quemado el borde inferior, como si alguien hubiera intentado destruirla. Solo se leían unas iniciales: 'F.V.'
—Si supieras lo que costó callar tu verdad…
Salón – Piso 01:08
Laura entró en puntas de pie, pero se detuvo al ver el resplandor de una llama. Carmen tenía una carta sobre el cenicero y la miraba como si se le quemara el alma.
—¿Qué hacés? —preguntó Laura, entrecerrando los ojos.
—Nada que te importe —respondió Carmen, pero sus manos temblaban.
—¿Es por él, no? Por ese tipo del que nunca querés hablar.
Carmen tragó saliva. Apretó el papel hasta arrugarlo, pero no lo soltó.
—No empecés, Laura. No esta noche.
—¿Por qué nunca me dijiste quién era mi padre? —insistió Laura, con un tono más cansado que desafiante—. ¿Qué te hizo para que me lo escondas así?
Carmen la miró. Y por un instante pareció humana. Vulnerable. Luego se quebró.
—Me hizo pedazos. Y después... me dejó con vos en brazos y una amenaza bajo el brazo.
Laura dio un paso hacia ella.
—¿Amenaza?
Carmen negó con la cabeza, y esta vez tiró el resto de la carta al fuego sin soltar más palabras. El silencio fue tan pesado como una confesión.
Apartamento de Francisco – 01:30
Francisco no podía dormir. Estaba frente a la carpeta, pasando hoja tras hoja. Encontró un recorte de prensa amarillento, con una fotografía familiar. En el fondo, casi imperceptible, estaba su tío Ernesto. Y al lado, una mujer joven que no recordaba haber visto nunca.
—¿Carmen...? —murmuró. Luego, miró al espejo del escritorio.
El parecido con Laura era sutil, pero real. La forma de la barbilla, la expresión desafiante. No podía ser una coincidencia. ¿Por qué estaba esa mujer entre sus archivos familiares? ¿Por qué nadie le había hablado nunca de ella?
Habitación de Laura – 02:00
Laura no dormía. Miraba al techo mientras repasaba el encuentro con Marco, la carta quemada, las evasivas de su madre. Las preguntas la desgarraban por dentro.
“¿Quién sos en realidad, mamá? ¿Y por qué siento que todo lo que viví fue parte de una mentira?”
Se giró en la cama, abrazando la almohada como si fuera su única certeza. Pensó en Francisco y en cómo la desestabilizaba. No por su atractivo —aunque lo tenía—, sino por esa forma de mirarla como si supiera más de lo que decía.
—Si llegás a tener algo que ver con todo esto... —susurró en la oscuridad—. No pienso perdonarte.
Pero en el fondo de su pecho, algo más que rabia se agitaba. Algo nuevo. Algo tan intenso como peligroso.