— ¡FALTA! — se escuchó el grito después del silbato, el entrenamiento del día estaba en curso y los chicos en la duela se veían ya cansados. —¿Qué te pasa Stephen?... no puedes cometer faltas tan inocentes — regañó Anthony cuando su moreno amigo caminó con el balón. —Cierra la boca— contestó el aludido fastidiado mientras le lanzaba el balón al árbitro y limpiaba el sudor de su rostro con la casaca amarilla de entrenamiento. — ¿Qué te tiene tan distraído? — cuestionó Anthony curioso al caminar con él y tomar posición a su lado. — Nada — Stephen fue seco en su respuesta y miró fijamente a cierto rubio ojiazul que lo veía con burla y con el balón ya en las manos. — Creo que te está quedando grande el puesto de capitán, capitán — soltó con burla el rubio al sostenerle la m