Capítulo 3

2968 Words
— ¿Esa es la cara o es el culo? —inquirió Louis mirándome con una ceja alzada. Hice amago de sonreírle pero ni para eso tenía ánimos—. Que lindas ojeras amiga mía, pareces un zombie. Removí la ensalada con el tenedor y bostecé profundamente, tenía un sueño de el demonio. Fabián y yo habíamos vuelto a las cuatro de la mañana a casa, ni siquiera nos dimos cuenta cuando de pronto encendí mi teléfono y maldecí al ver la hora, y aunque al llegar a mí cama no pude conciliar el sueño, cerré los ojos por un momento y justamente la alarma sonó avisando que eran las seis de la mañana. Juro que pensé demasiado en si venir o no, pero me levanté contra mi voluntad y me obligué a bañarme. Al llegar a la primera clase con diez minuto de retraso, noté que Fabián no había asistido, y lo envidié en ese momento porque seguramente estaba durmiendo divinamente. Pero a pesar de aquello, tenía tiempo que no disfrutaba tanto el estar casi toda la madrugada con una persona. A pesar de su actitud arrogante, su ego, y los problemas que traía, Fabián seguía siendo el mismo chico divertido y al que le gustaba gastarme muchas bromas como de pequeños. Muchas veces nos reímos por las anécdotas que contábamos de el pasado y aunque no quise profundizar en el tema de los pandilleros para no dañar el momento, y por lo que al parecer le incomodaba un poco, pude conocer otras cosas de él que no conocía y me agradó saberlas. Así como que le gustaba mucho el color n***o, la oscuridad y la naturaleza. También que tenía en total dos tatuajes, sin embargo, no me los mostró y pronto iría por el siguiente. Y que Pink Floyd y AC/DC eran unas de sus bandas favoritas, hasta estuvimos debatiendo cuál de sus álbumes era el mejor. Y, lo que me dio mucha risa, era que odiaba el café. No me pude ni imaginar la cara de Marie al enterarse que su hijo odiaba lo que ella más le gustaba en la vida. Sin contar el hecho de que ahora mismo me muriera del sueño, admito que Fabián era una buena compañía. —Me duele la cabeza —frote mis sienes y miré a Lou que me veía como si fuese un espanto. Había decidido que estos momentos no me sentía capacitada para contarle a mis amigos, la jaqueca me estaba matando, literal—. Hablando de dolores de cabeza, ¿dónde está Hanna? —Ni idea, dijo que iría a hacer unas cosas en... Oh, allá viene —dijo, mirando detrás de mí, y su cara de pronto cambió a uno extrañado—. ¿Con Fabián el chico malo? ¿Qué? Dejé mi papa frita por la mitad, volteando rápidamente y, efectivamente, una Hanna muy contenta hablaba con el chico dirigiéndose a nuestra mesa. Fabián parecía ser agradable con ella, porque hasta en algunas ocasiones sonreía y parecía prestarle atención. ¿Qué era todo eso? —Hey, chicos —saludó y puso su bandeja de comida en la mesa, sentándose a mí lado. Fabián quedó de pie y ella lo invitó a que se sentara al lado de Lou, frente a mí—. Sé que parece extraño todo esto pero, me conseguí a Fabián en la biblioteca, sin querer tropecé y justamente el venía pasando y me ayudó, así que para no ser descortés decidí invitarlo a comer con nosotros, ¿no les parece genial? —Claro, mucho gusto, mi nombre es Louis —se presentó el pelirrojo, él asintió con la cabeza y después pude sentir sus profundos ojos en mí. Me quise encoger en mí puesto, pero actúe normal y seguí comiendo. Realmente me sentía horrible. Seguro mis ojeras, mi moño mal hecho, el suéter holgado y los pantalones rotos, me hacían parecer como si solamente salí de mi cama y me puse lo primero que encontré. Y es que de verdad había sido así, pero era difícil disimular mi aspecto. Hanna me golpeó con su rodilla y la ignoré. —¿Clai? —carraspeo su garganta. Suspiré y supe lo que quería decirme, miré a Fabián y con una falsa sonrisa lo saludé. —Que bueno tenerte aquí —dije sin ánimos. —Clark —sonrió genuinamente, miró a Hanna y ésta soltó una risita tonta, ¿es en serio?—. Lo mismo digo, es bueno conocer personas nuevas. Y aquello no sé porqué, pero me incomodó un poco. j***r, me estaba volviendo loca. Lo ignoré y solamente pude escuchar como Hanna, Louis y él hablaban de cosas triviales. ¿Por qué no me gustaba que hablara con mis amigos? Sin duda la falta de sueño hacía daño. Por lo que solamente traté de relajarme y dejar mi egoísmo de lado y presté atención a lo que hablaban. No quería parecer maleducada, y además, Louis y Hanna seguramente se les hacía raro que me comportara así. — ¿Saben lo genial que es montar en motocicleta? —dijo entusiasmada la pelinegra—. Tengo mucho tiempo sin subirme a una, pero sentir el aire libre azotandote en la cara —suspiró—, es vida. —Yo soy más de autos, creo que eso no es lo mío —opinó Lou, restándole importancia al asunto. —Sí, es genial, no hay ningún problema en darte un paseo si quieres —y luego nos miró a mí y a mi amigo—, claro, si ustedes también quieren. — ¡Claro! —y rió nerviosa, bajando un poco más su tono—. Que emoción, ¿no crees, Clai? Y sentí tres pares de ojos mirándome. —Sí, seguro —murmuré. — ¿Te encuentras bien? —preguntó preocupada. No. —Sí, solo no dormí bien —y mis ojos se encontraron con aquellos que intimidaban. Arrugó sus cejas y me miró espectante. Él se veía mejor que yo, claro. —Bueno, también podríamos planear algún día e ir a comer y divertirnos. —Me parece bien —afirmó el pelirrojo. —Lo mismo digo. El timbre sonó, anunciando que ya había terminado el receso. Comencé a recoger mis cosas y me levanté del puesto. — ¿Qué dices tú, Clai? —Claro, me mantienen al tanto de todo —les di una sonrisa falsa y comencé a caminar hacia la salida de la cafetería. Los estudiantes se me atravesaban en el camino y solamente pude pensar que quería que ya terminara el día rápido, solo quería estar en casa. —Había olvidado que eras una egoísta bipolar —hablaron a mí lado. Lo miré y rodeé mis ojos. —No me interesa hablar ahora. —Ah, pero, ¿en las madrugadas sí? Que raro. Lo ignoré y sólo conseguí que tomara mi brazo y me jalara hasta pegar contra su pecho, quedando muy cerca. —Oye... —Hm, no me agrada cuando estás en modo irritadora, eso déjamelo a mí. —A ver, ¿qué te traes, Fabián? —y me zafe de su agarra, sin separarme de él para verme igual de intimidante y lo miré a los ojos. — ¿Qué dices? —río un poco, y supe que sólo se estaba haciendo el loco. —Yo sé que algo tramas, te conozco —frunci el ceño y lo señalé con el dedo. —Es verdad cuando dicen que la falta de sueño pone brusca a las personas —ironizó. Lo miré por unos segundos más y negué con la cabeza, retrocediendo un poco. Creo que me estaba pasando un poco, quizás estaba exagerando las cosas. —Yo... —suspiré y rasqué mi barbilla—. Es verdad, perdón, solo que ando de mal genio. Él seguía con su sonrisa cínica, pero decidí que era estúpido lo que estaba pensado. Di media vuelta y empecé a caminar sin decir nada. —Eh, Clark —me llamó. Volteé y seguía en el mismo sitio. Me echo una mirada de pies a cabeza y mordí mi labio inferior, tal vez diría algo sobre mi aspecto. Seguro algo acompañado con el "ridícula" porque sabía que le gustaba llamarme así, y no me importaba, ya hasta me había acostumbrado, pero lo que dijo no me lo esperé—. Te ves ridículamente linda. Y caminó hacía mí pasando por mi lado sin decir más nada. Sentí mis mejillas calentarse y también comencé a caminar hacia el aula, repitiendo lo que había dicho en mí cabeza, y recordé una de las cosas que también descubrí de él. A Fabián también le gustaba ponerme nerviosa, y me llevaba al borde de todo con tal de ver mi reacción, y sí que lo lograba. ~•~ Eran las diez de la noche cuando me desperté después de haber dormido casi toda la tarde. Al terminar la última clase de Biología, no esperé un momento más y tomé el autobús hasta la casa, llegué y sin siquiera quitarme la ropa, caí rendida en los brazos de morfeo. Con pereza me levanté y miré mi teléfono para revisar si tenía mensajes. Solamente tenía tres del grupo de w******p de "mis cachorras" que creó Lou. Y Hanna decía: "j***r, todavía no me lo creo" "¿Creen que a Fabián le guste el cine como a nosotros?" "Decido: el sábado, 4:00pm, centro comercial" Solamente respondí con un sticker de un perro comiendo palomitas y bloqueé el teléfono. Pensé un poco y llegué a la conclusión de no darle más vuelta al asunto, a pesar de tener un leve presentimiento de que Fabián tramaba algo, terminé con que era bueno para todos conocer personas nuevas, y que seguramente al final nos llevaríamos bien con él. Decidí darme una ducha rápida, me puse un pijama sencillo de short corto y camiseta de tiras. Solamente iría a buscar un poco de comida y ya luego me la pasaría viendo un poco de mi serie favorita, The Vampire diaries. Todo se encontraba en silencio, sin embargo, las luces de la cocina estaban encendidas. Seguramente mamá estaba durmiendo y Marie andaría viendo la tv. Bajé las escaleras y al cruzar el portal, lo primero que me encontré fue con la espalda desnuda de el chico que cocinaba algo que olía delicioso, y no sé que me sorprendió más, si saber que cocinaba o su cuerpo marcado y voluminoso. Solamente traía un mono de dormir gris y ver esa imaginen despertaba muchos pensamientos impuros. —Bella durmiente —habló, sin girarse todavía—, pensé que te despertarías mañana. —Ahora me siento rejuvenecida —musite y caminé a la nevera por un poco de agua, aproveché a echarle ojo a lo que cocinaba y no pude evitar que se me hiciera agua la boca al ver que eran macarrones con queso, ya casi listo todo. — ¿Quieres? —me miró y pude sentir que me recorría a cuerpo completo, no le interesaba hacerlo disimuladamente así que también hice lo mismo. Su cabello estaba desordenado y húmedo, y supuse que se había bañado, pero eso fue a lo que menos le presté atención. Sus hombros eran anchos, sus brazos estaban tonificados al igual que su abdomen y mi mirada fue bajando lentamente hasta que la detuve en la V de su parte baja, y no pude negar que muchas cosas se cruzaron en mi cabeza. Pero lo que más me intrigo, fue el tatuaje en la parte baja de su pectoral derecho, ahí, justo en la curvatura, decía: Let me adore you. Dejame adorarte. Era pequeño pero se entendía, y me gustó. —No sé si ahora querrás mi comida o comerme a mí, pero no te preocupes, no me quejo —sonrió pícaro y dio un paso hasta a mí. Reaccioné y dejé a un lado el vaso de agua para sentarme en los taburetes de la cocina. Lo miré mal y él se hizo el inocente—. Es broma, pero si quieres no es broma. —Estúpido —murmuré—. Y sí quiero, por favor. No sabía que cocinabas. —Pues sí, es otro de mis talentos —apagó la estufa y sacó dos platos con cubierto y comenzó a servir—. Mamá me enseñó de pequeño, y aunque no siempre lo hago, —me miró y me guiñó un ojo— me gusta sorprender a las chicas con eso. Solté una carcajada y negué con mi cabeza. —Vaya, Fabián Gray me está coqueteando —bromeé estar emocionada y me abanique con las manos—. ¿Debería sentirme alagada por eso, no? —No me agradas en nada, Clark —quiso sonar serio pero una sonrisa se le escapó, puso mi plato al frente y no pude evitar morderme los labios. Sin esperarlo comencé a engullir la comida, sintiendo el sabor de la salsa de tomates, la pasta, la cebolla, el ajo, y ufff, comer era la gloria. No me importó que Fabián me mirara como si fuera una hambrienta, solo quise desgustarme. —Quién diría que tú comieras como una vaca —se burló y se sentó en el taburete a mí lado—. Provecho. —Gracias, para ti también, y nunca me subestimes a la hora de comer —limpié mi boca con una servilleta y tomé un poco de mi agua. Y es que era así, a pesar de ser un poco delgada me gustaba de todo a la hora de comer, pero ni de coña que engordaba, y de verdad era una frustración querer ganar unos kilos demás, pero después de todo me gustaba mi cuerpo. Mi cintura era pronunciada, tenia el abdomen plano, también había sacado las caderas y el trasero de mi madre, y aunque no era taanto y que tenía mis senos de limón, me sentía agusto conmigo misma. Pero sin dudas lo que más me gustaba de mí son mis ojos, eran de color avellana y los había heredado de mí padre, también mi cabello n***o, largo hasta la cintura. Después de terminar de comer hablando sobre cosas inusuales, comencé a fregar todo lo que Fabián había ensuciado, él yacía sentado donde lo dejé y nos hacíamos preguntas para matar el aburrimiento. — ¿Última ruptura amorosa, Clark? —Antes de todo, te diré que tengo una clase de brujería o yo que sé, a todos los chicos los espanto —recordé y reí un poco—. Creo que no tengo suerte para el amor, todos se terminan yendo y me dejan sola con el corazón partido. Él último fue Max, un chico que en ese entonces era su última año en el instituto y era el capitán del equipo de fútbol, todo era lindo y de color de rosas hasta que me engañó con su supuesta “mejor amiga" —dije entrecomillas con las manos llenas de jabón—. Lo peor fue que lo perdoné. Se graduó, y tan rápido sucedió todo hasta que me dejó un mensaje diciendo que lo disculpara pero que tenia que seguir su rumbo —negué con la cabeza y me recordé darme otra cachetada mental porque no se quién de los dos fue más estúpido. —Que imbécil —río. —Totalmente, después de eso decidí estar sola por un buen tiempo y eme aquí, fregando los cubiertos y hablando con un chico lindo. Todo quedó en silencio y mordí mi lengua porque sabía lo que había dicho, después de todo era la verdad. Seguí en lo mío hasta que pude sentir su presencia detrás de mí, Dios. —Vaya, al fin lo admites —musitó en tono sarcástico y me sequé las manos con una toalla para voltearme y quedar frente a frente. Él me miraba juguetón. —Quizás quise subirte un poquito el ego —me encogí de hombros—, en fin, no es para tanto. Y cuando estuve apunto de irme, me tomó de el brazo hasta pegarme contra su cuerpo casi desnudo. Mi corazón comenzó a latir rápidamente y traté de relajarme un poco, lo miré a los ojos y su cara estaba tan cerca de la mía. — ¿Esto no es para tanto? —murmuró y me tomó de la cintura para pegarme más a él. ¡Ave Maria Purísima! Sus dedos juguetones comenzaron a recorrer mi brazo hasta llegar hasta la tira caída de mí camisa, la subió a su sitio y alzó la barbilla para mirarme bien, él me sacaba casi dos cabezas y no pude evitar sentirme pequeña ante él. —Fabián... —gimotee. —Dime, Claire. Y el que me llamara por mi nombre me hizo sentir tantas cosas, y si su plan era ponerme al borde, también contribuí en ello comenzando a subir mi mano lentamente desde su abdomen, acariciando su cuadros, siendo por su pecho y llegando con carias suaves a su cuello. Su cara se fue acercando lentamente a la mía en el momento en que nuestros labios iban a unirse, los pasos bajando la escaleras nos hicieron separar rápidamente, él se sentó en el taburete y yo hice amago de guardar los platos. — ¡Chicos! No sabían que estaban aquí —dijo mi madre, soltó un bostezo y se dirigió a la nevera—. Solo vine por un vaso de agua. —Tranquila señora Nancy, su hija y yo solamente hablábamos de el instituto —me echó una mirada sin disimulo y quise matarlo en ese momento—. ¿Cierto? —Sí, bueno, ya yo me iré a dormir —me acerqué a mi madre y le di un beso en la mejilla—. Que descansen. Y rápidamente salí de la cocina para dirigirme a mí habitación, sin poder creerme que estaba apunto de besar a Fabián.
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