La tensión en el lugar era pesada y no sabía que hacer, pero no me entrometí porque esto no me incumbía, y aunque traté de irme, la voz de Fabián diciéndome que me quedara me frenó en mi lugar.
—Soy tú padre, aunque no lo quieras llevas mi sangre y mi apellido, así que deja de ser tan cabezota y solo acepta ya las cosas —su tono autoritario me desagradó y pude ver en la expresión de Fabián y en la de su madre que él no tenía ni voz ni voto en venir a exigirle cosas.
—Bájale la voz porque YO, fui la verdadera madre y padre que mí hijo siempre tuvo en toda su crianza, así que no... —hizo hincapié al referirse a ella, pero su hijo no la terminó dejar de hablar, agarrándola de los hombros y alejándola delicadamente de en medio.
—Esta parte me toca a mí, madre —le dijo en tono frío.
—Oh, va
