Capítulo 4

2330 Words
En algunas ocasiones pareciera que era aquella chica asocial a la que solo se rodeaba únicamente con sus dos mejores amigos en el instituto, pero no era así, solo me denominaba una persona reservada y sin tanto alboroto, pero claro, eso no quitaba el hecho de que en ocasiones hablaba con mis compañeros, y aunque no era como si fuéramos los amigos de toda la vida, me gustaba compartir y reírme con ellos, tampoco quitaba el hecho de que era bueno tenerlos a la hora de pedir ayuda en alguna tarea o ponernos de acuerdo a pasarnos las respuestas difíciles de los exámenes, y aunque en algunas clases no tocaba con ellos, era divertido cuando sí. Uno de ellos era Daniel Petterson, un chico simpático, amigable y tenía pinta de ser rebelde, pero una buena persona, claro. Fue transferido el año pasado de Dertside, y aunque al principio causó revuelo con las chicas, su fama de mujeriego acabó cuando conoció a Verónica Miller, una chica tímida, estudiosa y en el que la mitad del tiempo vivía con la cabeza metida en un libro, leyendo sus historias de amores prohibidos. Realmente no supe como fue que aquellos dos terminaron siendo la pareja goals del instituto, pero se notaba que se querían muchísimo y disfrutaban estar juntos, aunque a la vista se vieran como una pareja dispareja. Daniel era súper alto, de piel trigueña, fornido, y con una sonrisa que deslumbraba. Mientras que Verónica era un poco enana, rubia, ojos azules, utilizaba gafas y con un cuerpo de reloj de arena que hacia que todo lo que usara le quedara a la medida sin querer aparentarlo. Eran con los que más me la llevaba de aquí y aunque no siempre la pasábamos juntos para arriba y para abajo, me gustaba compartir con ellos, eran divertidos y no eran ese tipo de parejas empalagosas en las que a cada nada se besaban, tocaban y se hacían insinuaciones sexuales que a nadie le importaba, aquello no me molestaba, pero sí se me hacía un poco incómodo, pero ellos eran todo lo contrario a ello. —Pero miren a quién tenemos por aquí, la cachorra mayor —se acercó el moreno a mí mesa y sonreí al verlos, estaban juntos como siempre. Rodeé mis ojos ante el sobrenombre y era que desde que Daniel había escuchado como Louis nos llamaba a mí y a Hanna, nos fastidiaba con aquello. — ¿Qué harás mañana, Clai? —preguntó la rubia, parecía estar emocionada y en sus manos llevaba varias tarjetas rosas. —Creo que estaré ocupada chicos —recordé que hoy era viernes y que mañana si no asistía a la salida planeada por mi amiga, seguramente me buscaría por mar y tierra hasta encontrarme—. ¿Por qué? ¿Sucede algo? Verónica hizo un puchero y se cruzó de brazos como niña pequeña. —¿No recuerdas que mañana es mí cumpleaños? —dijo desilusionada, y por un momento sentí pena porque sabía que desde hace meses llevaba planeando su fiesta de cumpleaños número diecinueve y me ponía al tanto de todos los detalles. — ¡Tú cumpleaños, claro! —reí y disimulé como si no lo había olvidado. —Que mala eres mintiendo —y le lancé una mirada reprobadora y se encogió de hombros, a Daniel le gustaba siempre echarle leña al fuego. —Bueno, dejando de lado que sí lo habías olvidado, te dejaré la tarjeta de invitación para que asistas mañana con tus amigos —me la extendió y la tomé reparándola, al parecer la temática se trataba del amor y viniendo de Verónica no era para nada extraño. Era de las chicas en las que el 14 de febrero la pinchabas y botaba corazones. Era tan amigable y era una de las razones por la que se la llevaba tan bien con Hanna, par de romanticonas las dos. —Seguro, nos vemos por allá, Vero—le confirmé y dio saltitos de alegría. —Vete por la sombrita, cachorra —y ambos se marcharon. Al parecer mañana sería un día agitado. *** Mi sábado comenzó tranquilo, por los momentos no había ningún inconveniente y a inconveniente me refería a Fabián. La última vez que lo había visto fue ayer en la cena, como siempre llegando tarde y sin ningún tipo de explicación. Solamente me miró, me guiñó un ojo y subió directo a su habitación sin siquiera comer. Desde la vez en la que por poco nos besamos, no habíamos mantenido ninguna conversación realmente seria, sólo eran cosas casuales sobre las tareas y más nada. Y aunque el recuerdo de aquella noche de su cercanía, su cuerpo, en la manera en la que me sujetó y la calidez que irradiaba se reproducía en mis pensamientos a cada nada, traté de que no me afectara completamente. Quizás solo fue por la tensión del momento. Pero no negaba que sí me había gustado aquello. El sonido de un mensaje me sacó de mis pensamientos y miré, se trataba de Hanni. "En quince estoy en tú casa, necesitaré ayuda con mi oufit, tqm" Miré la hora e iban a hacer las siete de la noche, le respondí y decidí tomar una ducha para así también arreglarme de una vez. Después de de comentarles sobre la fiesta de Verónica, Hanni decidió que era mejor suspender la salida y asistir, pero sabía que lo que más le emocionaba era la temática del cumpleaños, y aunque tuvimos una seria conversación en donde Louis y yo nos negábamos a vestirnos los tres iguales con un disfraz que en fracciones de segundos nos mostró, no perdió la emoción por eso. Lo otro fue que me salvé de la tensión que me generaba estar con Fabián y con mis amigos, no sé por qué, pero también se debía a que me estaba guardando cosas que sucedían entre nosotros para mí, y no era porque no confiaba en ellos, no, en lo absoluto, solamente no quería generar falsas expectativas y tomar esto enserio. Tal vez el solamente jugaba conmigo, porque vamos, no había alguien tan arrogante como él. Lavé mi cabello, me tomé un poco más del tiempo esperado y cuando me di cuenta, había pasado más de quince minutos. —Hanni me va a querer matar —murmuré y traté de secarme rápidamente. Al salir de mi habitación se encontraba sacando ropa de una pequeña maleta que había traído, había vestidos rojos y rosas por todas partes. — ¿Cómo entraste? —pregunté confundida y se sobresalto al escucharme. —Ay babosa, me asustas —siguió en lo suyo y yo fui en busca de mi ropa interior—. Casualmente me encontré a Fabián en la entrada, así que también aproveché a decirle que estaba invitado a venir con nosotros a la fiesta de Verónica. No me jodas. —Eres una necia —bufé y quise patalear—. Qué sabes tú si a él no le interesa estar con nosotros y tú le sigues dando con el tema de estar los cuatro reunidos. —Claro que sí —se cruzó de brazos y me reprobó con la mirada—, él aceptó gustoso y hasta me dijo que igualmente iría porque ya lo habían invitado, ¿cómo la ves? Frunci el ceño y me fui a al baño a ponerme la ropa interior y salir en bata. ¿Que lo habían invitado? Que yo sepa, Fabián no tenía amigos aquí. —Clai, dime algo —se sentó en la cama y me miró espectante. Oh no, ya sabía a que vendría esto. Después de todo, Hanni no era ingenua y me conocía muy bien—. ¿Sucede algo entre ustedes dos? Y no quiero mentiras, estás teniendo los síntomas de tú ultima relación con el innombrable, aquí hay gato encerrado. Solté un suspiro y la miré también, ¿a quién quería engañar? Después de todo no era como si fuese un delito. Así que me senté con ella y le resumí todo lo que había pasado, desde la noche en la que me fui con él al lago hasta la vez en la cocina. —Te odio por no decírmelo antes —negó lentamente, y de pronto, como si un rayo la recargara de energía, se levantó de un salto—. ¡Pero te odio más por no dejarte besar por él! —Pero... — ¿Sabías que hay chicas que desean tener tú lugar? Porque sí, amiga mía, ya algunas personas saben que Fabián vive aquí contigo, y no me preguntes cómo, porque yo tampoco sé —se encogió de hombros y una sonrisa satisfactoria adornaba sus labios. —En algún momento tenía que saberse, aquí todo corre muy rápido, pero igual me impresiona —puse cara de tragedia. — ¿Te gusta? — ¿Ah? —Oh vamos, no niegues que el chico está como quiere y es un bombazo, al menos algo te debe causar —río e hizo un baile con sus cejas mirándome pícara. Sentí mis mejillas calentarse y reí con ella. —Bueno, es que... —jugué con mis dedos y pensé un poco aquello. ¿Fabián me gustaba? Pues...—. Admito que sí, está como quiere, pero de estar enamorada, no, pero puede que sí me llame la atención. — ¡Ya quiero que tengan cinco hijos! -exclamó e hizo un baile gracioso. Reí ante ello y al mirar la hora nos dimos prisa porque seguramente Louis venía entre poco a buscarnos. Me maquillé un poco, nada exagerado, solo lo básico. Planché mi cabello y me hice pequeñas ondas en las puntas para darle un poco de volumen y también se las hice a la pelinegra. Y en el momento en el que iba a poner un pantalón, Hanni me los quitó. —Cero jeans, hoy vamos a darte un pequeño giro —y cogió un vestido rosa que de inmediato me disgustó. —Me niego, no me gusta el rosa chillón. —Pero que cabezota eres. —resoplo y luego de unos segundos buscando en la montaña de ropa que había en mi pobre camita, sacó un vestido que después de todo captó mi atención. Era rojo, con tirantes y en la parte trasera era un poco descubierta. Me lo puse y cuando me vi al espejo no pude negar que me gustaba mucho como me quedaba. Era ceñido al cuerpo y me llegaba a la mitad de mis muslos. Se veía sensual pero con su toque discreto y elegante, y lo bueno era que iba acorde a la temática de la fiesta. —Amiga, te ves divina —y me giré para que me viera completamente—, ser hetero nunca fue una opción. Y ambas reímos y la ayudé también con su vestido rosa, que claro, a ella si le quedaba muy bien. Nos pusimos tacones que hicieron que creciéramos unos centímetros más y ya estuvimos listas. A eso de las nueve Louis nos avisó que se encontraba afuera esperándonos, tomamos nuestras pertenencias y bajamos las escaleras ante la mirada de mi madre y Marie, quienes ya habían llegado de su tarde de spa. — ¡Chicas! Pero que preciosas están —dijo mi madre y fue en busca de su cámara para tomarnos una foto como si fuera nuestra graduación. —Recuerden, ante todo hagansé las duras y rompan corazones —Marie nos guiñó un ojo y nos despedimos de las dos, no sin antes asegurarle a mamá que prometíamos no dejar beber a Louis ya que era el conductor. Después de un no tan corto recorrido en donde Louis nos advertía que nada de tomar de vasos de extraños, llegamos a la gran casa de Verónica, donde la música de adentro se escuchaba a una cuadra antes y los autos estacionados no dejaban vía libre. Esto sí que estaba lleno. Entramos y nos sorprendió ver la masa de personas bailando unas con otras. Como pudimos caminamos hacía una barra y me detuve un poco a ver todo a mi alrededor. La casa de Verónica era grande y lujosa, y se debía a que sus padres eran adinerados, eran unos de los abogados más prestigiosos de la ciudad y por lo tanto vivían económicamente muy bien. Las luces estaban apagadas y todo fue reemplazado por bombillas rojas y luces de colores, dándole un toque diferente a todo, había adornos de corazones, bombas y confeti, había un Dj que yacía montado en una pequeña tarima y todo me recordó a una discoteca. — ¡Chicos! —apareció Verónica junto con Daniel—. ¡Que gusto verlos, si vinieron! — ¡Feliz cumpleaños, Vero! —la felicitamos y le hice un ademán a Louis para que le diera el regalo que los tres compramos. —Aw, gracias muchachos, no hacía falta esto —y nos abrazó—. Y chicas, ustedes están muy guapas. —Cachorras —se hizo el sorprendido y me dio un pellizco en el brazo que me dolió un poco. — ¡Auch, Daniel! —Lo siento, solo quería rectificar si eras tú, Clai —todos reímos, rodeé mis ojos y le lancé una mirada— ¿Qué? Solo que te ves diferente. Y era cierto, siempre acostumbraba a usar jeans, suéter, camisas sencillas, y podría decirse que a veces era un poco insípida, pero qué más daba. —Vamos a por el primer brindis de la noche —sugirió Louis y pidió cinco shots de tequila al bartender. —Brindemos por la cumpleañera. — ¡Salud! Y en el momento en que estaba por tomar mi shot, justamente apareció. —Creo que llegamos tarde. Y no venía solo, una chica morena muy linda colgaba de su brazo. — ¡Chicos! —y Daniel los saludó a ambos como si los conociera de toda la vida. Hanna me miró confundida, Louis palideció, y yo terminé de tomarme el trago para entender un poco mejor. La noche sería interesante...
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