Fabián.
Sonreí satisfactoriamente cuando se vino sin imponerse a nada. La imagen que tenía debajo de mí era una de las mejores que había visto en tanto tiempo. Sus mejillas sonrosadas, su largo cabello alborotado, su ceño levemente fruncido y mordiendo su labio inferior con los ojos cerrados me causaban tantas emociones, al igual verla cuando sonreía radiante, y me gustaba hacerle foto mental a todos aquellos momentos en las que participaba.
Si con solo observarla sonreír me daba paz, entonces viéndola así me mandaba a las estrellas.
—A mí me encantas tú —murmuró luego de un rato, mirándome con esos ojasos.
—Mal ahí, no mucho más que tú a mí —le pellizque levemente una mejilla y luego me di cuenta de todo lo que decía—. Oh, no, eso sonó muy cursi.
E hice como si tuviera una arcada y
