Llevé a Isabela a un restaurante de hamburguesas que solía visitar con mi padre cuando era niño. El lugar tenía una temática peculiar: estaba decorado en homenaje a la trilogía original de Toy Story, una de mis películas favoritas de la infancia. Por la expresión de Isabela al entrar, parecía que también eran las suyas. Sus ojos brillaron con una emoción tan genuina que iluminó todo el lugar, y su sonrisa era tan amplia que apenas cabía en su rostro. Antes de que pudiera decir algo, me tomó de la mano y corrió hacia las mesas conmigo a su lado. —¿De verdad cenaremos aquí? —preguntó con una alegría desbordante. —Claro que sí, ¿no te gusta? —¡Me encanta, Bryce! Este lugar es precioso. Siempre quise venir porque esta temática es de mis películas favoritas, pero… mi madre nunca tuvo el dine

