Capítulo1

1788 Words
Sophia.   Estoy lista.  La última caja para la mudanza está llena. Unas cajas de cartón que contienen una vida llena de encogimiento y lágrimas. Estar en ese colegio fue lo peor de mi vida. Mi padre y yo vivíamos en Aspen. Ahora nos vamos a mudar a Seattle. Estoy tan agradecida de que esto esté pasando, nunca he estado más alegre en toda mi vida. Ya no tendré que soportar a las burlas de mis compañeros de instituto. Siempre fui una mujer tímida de casi 16 años. Eso es algo que les fastidiaba mucho, y buscaban cualquier excusa para bromear sobre eso. Nunca entendí por qué no podían dejarme tranquila. Cada día que pasaba había notas en mi casillero bromeando sobre mi aspecto. No me visto con ropa que destaque, así que hacen burlas. Siempre por mi ropa o por mi actitud. Miro el reflejo de mi espejo. Mis ojos son azules, son demasiado grandes para mi cara. Yo pienso que son bonitos, pero ellos siempre me molestaron. Son enormes. También, soy pequeña, mido un metro con sesenta centímetros. Soy pequeña en comparación a mis compañeros. En mi defensa, eran demasiado altos. Otra forma de burlarse de mí. Nunca fui alguien que llamara la atención, prefiero quedarme en mi casa leyendo un libro. No tuve un amigo en ese instituto. Nadie quería acercarse a mí. Era rara, bajita de estatura, y pequeña en todo sentido. Solo se acercaban a mí cuando querían una tarea o para bromear con mis inseguridades. No es que me preocupara, sabía que se acercaban por esas razones. Y para caerles peor, nunca les daba mis trabajos, lo que generaba que me molestaran todavía más. Intento no tomarle importancia, pero en mis días más grises, los recuerdos de esas ofensas me vienen a la mente, jugándome una mala pasada. Nunca pensé en hacerme daño, nunca llegué a ese límite, pero sí, me hacían sentir afligida, haciendo que llorara en mi habitación por las noches, sin que mi padre se diera cuenta por supuesto. Mark Collins, es en realidad mi padrastro. Mi padre biológico nunca lo conocí. Mark se casó con mi madre cuando yo era una bebé y él se encargó de criarme. Es la figura paterna que necesito. Siempre me ha cuidado y me ha tratado muy bien. Él no merece saber lo que paso en ese instituto. Mi padrastro es un abogado muy reconocido en la ciudad. Le ofrecieron un puesto mejor, pero en Seattle, esa es la razón por la cual nos vamos de aquí. Estoy tan feliz por él, mi padre es un orgullo para mí. Mi papá estaba nervioso por contarme la noticia, pensaba que me iba a enojar. Fue algo gracioso. Pensaba que me iba a enojar por el cambio de vida que íbamos a tener. Por dejar el instituto y los amigos que él creía que había conseguido. −¿Estás lista. −Pregunta mi papá, sacándome de mis pensamientos. −Sí, papá. Ya terminé de empacar todas mis cosas. −Le digo con entusiasmo. Miro con alegría las cajas de cartón que están en mi habitación. Estoy tan feliz de que sea la última noche en este lugar. −Nos vamos dentro de tres horas para el aeropuerto. ¿Quieres dormir un poco? ¿Hablar con tu mamá por teléfono? −No, ninguna de las dos. −Hago una mueca. −Estoy bien. −Sonrío. −Si necesitas algo, avísame. −Sale de la habitación. No quiero hablar con mi mamá, la última vez que la vi fue hace tres meses y lo que me dijo fue que necesitaba adelgazar. No fue la visita más agradable de ella. Dos semanas aproximadamente, fue cuando hablé con ella por teléfono. Me contó sobre su esposo número tres. −¡Ay Sophie! −Me dijo mi mamá a través del teléfono. −Stefan tuvo un accidente jugando futbol. ¿Puedes creerlo? Y ahora lo tengo que cuidar. Sabes que él no se puede cuidar solo. Tuve que pedir permiso en el trabajo para cuidarlo. Ni siquiera puede hacer un huevo en la sartén. No quiero que se intoxique. ¿Lo entiendes verdad hija?, ¿Podemos dejar para otro día la salida al cine? No me interesaba. No quería escuchar las mismas excusas de siempre. Rápidamente le dije que se tranquilizara. Y que se divirtiera cuidando a Stefan. Siempre es lo mismo con mi mamá. Me promete cosas y al final nunca cumple. Ya estoy acostumbrada. Por eso vivo con mi papá. Lo que pasa es que cuando se aburre de los amantes que tiene y luego me busca. Estoy segura de que tiene más amantes, a pesar de que está casada con Stefan James, su tercer esposo. Mis padres se separaron cuando yo estaba pequeña, tenía seis años. En el día ellos aparentaban que todo estaba bien y que eran felices juntos, pero cuando llegaba la noche, escuchaba sus discusiones. Era terrible. Nunca entendí lo que estaba pasando. Hasta que crecí. Ahora lo entiendo. Cuando tuvieron la conversación típica de: “Nosotros no vamos a estar viviendo juntos a partir de este momento, pero siempre vamos a quererte y estaremos junto a ti”. Fue un momento muy incómodo para los tres. En ese instante solo quería comer el chocolate que me dio mi papá. Después de eso me fui a vivir con mi mamá Christine por un pequeño lapso. Unos meses. Todo estaba bien, hasta que empezó a llevar a hombres desconocidos a la casa. Me los encontraba a la hora del desayuno, comiendo algo que mi madre les había preparado. Yo me comía un cereal porque nunca quedaba comida suficiente para mí. Normalmente mi papá me llamaba todos los días para conversar y le gustaba que le contara como pasaba mi tiempo en la casa de mi madre. Y le hablé de esos hombres. Inmediatamente, mi papá me llevó a su casa y decidió que viviría con él. Ahora entiendo todo. Siempre estaré agradecida con él.     Esta es una noche diferente, vamos en un taxi de camino al aeropuerto. Estoy emocionada. Mis ojos se fijan en mi padre, que observa fijamente la ventanilla del auto. Hay una pequeña garua que humedece la calle. Quiero abrir la ventanilla y sentir esa lluvia en mi cara. Me siento liberada. Tengo un buen presentimiento sobre esta nueva ciudad, sobre Seattle. No tendré que soportar las bromas pesadas, no tendré que sentir la mirada incómoda que me daban mis compañeros. Ya no tengo que aguantar esas situaciones tan repetitivas y cansadas. Algún día tendré que hablar con mi padre de esto. Creo que es necesario que lo sepa. Pero ese día no será hoy. Es demasiado emocionante para arruinar la noche con situaciones que pasaron. Es de madrugada. No he dormido nada porque estoy muy feliz de irme de aquí. −¿Estás bien, Sophie? −Pregunta mi papá. −Sí, estoy bien. ¿Por qué no voy a estarlo? −Dejar a tus amigos, a tu colegio. Es un cambio muy grande. Solo quiero estar seguro de que estás bien y feliz. No podría estar mejor. −Estoy bien y feliz. Relájate. −Río. −Un padre nunca está seguro hija. −Bromea. Niego con la cabeza mientras sonrío. Llegamos al aeropuerto. Cada vez estoy más cerca de dejar esta ciudad, mi padre me dijo que no dejaríamos la casa. Es por un tiempo. Pero que ese tiempo pueden ser meses o años. Espero que sean años. No quiero regresar. A mi papá lo ascendieron, quieren expandir la compañía a otras ciudades. Es una prueba, quieren experimentar en Seattle. Mandaron a mi padre para que fuera a inspeccionar los lugares para construir el edificio. Y también debe reclutar a nuevos abogados. Él sería el gerente de esa sucursal del buffet. AL FIN. Dejamos las maletas y nos subimos al avión. Al sentir como despegaba, me puse nerviosa. Mi padre agarra mi mano para que me tranquilice. Cierro los ojos, estoy tranquila. Es una nueva vida, Una nueva ciudad. Un nuevo comienzo. *** Una pequeña sacudida me despierta. Abro los ojos, por un segundo me hace entrar en pánico. Estoy en el avión, mi papá está al lado mío leyendo un libro. Me estiro y doy un largo bostezo. No sé cuánto dormí, pero funcionó bastante. El recuerdo vino a mi mente de repente. ¡Me estoy mudando! Todo parece como un sueño, pero el estar montada en el avión me acuerda que no es un sueño. −Fue una pequeña turbulencia, Sophie. No te preocupes. −Ya casi… Suena el intercomunicador, interrumpiendo a papá, avisando que estamos llegando a Seattle. Nos ponemos los cinturones. Ahora solo esperamos a que aterrice. Ya en el aeropuerto, pasando todo el papeleo, esperamos a que nos den las maletas. Marky, como le digo de cariño a mi padre, pide un taxi para que nos lleve al nuevo hogar. Estoy emocionada. ¿Al fin conoceré a alguien a algún amigo? Llegamos al pequeño residencial. Se ve que es seguro y muy tranquilo. Bueno son las cinco de la mañana. A esta hora casi nadie estará afuera de sus casas. La casa es preciosa. Es de color crema, tiene un césped alrededor de la casa, rodeando toda la propiedad. Puedo hacer un jardín. Va a ser una de mis metas para mantenerlo bien cuidado. Tiene un caminito de piedras que señala la entrada de la casa. La mirada azulada de mi padre se enciende como si fuera un árbol de navidad. También le gusta la casa. −A mí también me gusta la casa, Marky. −Veamos cómo es por dentro. −Sonríe. Saca las llaves de su bolsillo. Un sonido hueco sale cuando introduce la llave en la cerradura. Abre la puerta. El domicilio parece muy grande tiene tres habitaciones, y dos baños, uno en la habitación de mi padre. La sala tiene una decoración hermosa, las paredes tienen un aspecto de madera, el piso también. Es muy rustica. La casa solo tiene los muebles esenciales, unos sillones color café, un desayunador, y las camas en los cuartos. Me imagino que en cuanto nos acomodemos, iremos a comprar los muebles y la decoración que falta. −Papá, voy a acomodar mi maleta en mi cuarto. ¿Cuál de los dos que sobran puedo tomar? −Elige la que quieras, cariño. −Dice. −Voy a hacer una llamada. Mi padre se va a la sala. Llevo las maletas a través del pasillo, donde están las dos habitaciones. Abro la puerta de una de ellas. Soy una persona muy intuitiva, así que voy a guiarme de esa manera. La cama y una mesita de noche son los únicos muebles que hay en el cuarto. Hay un ropero enorme, con puertas de madera. Me concentro en deshacer mi equipaje. Tengo que guardar toda la ropa que eché. Empiezo a colgar en el armario las blusas. El bostezo que sale de mi boca me recuerda que no he dormido casi nada. Aparto las cosas de mi cama y me acuesto. Necesito descansar. Tengo el presentimiento que hoy será un gran día. ----- Primer capítulo! Espero les guste :)
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