Aquella casa siempre le había parecido imponente, pero el modo en el que estaba decorada la hacía ver incluso más hermosa. Luces titlantes pintaban los árboles frondosos de distintos colores, mientras velitas falsas marcaban el contorno del camino de piedras, la música se oía amena y elegante robándole una sonrisa debido al contraste con lo que había oído en los pasillos del teatro y el inminente ocaso agregaba una mística especial al horizonte marcado por aquella cancha de polo de césped tan impecable que incluso las aves parecían dudar si les estaba permitido posarse en él.
Albana le entregó su último billete grande al taxista con una mueca de preocupación que el conductor eligió ignorar y lo vio alejarse sin remordimientos. Aquella casa estaba alejada de la ciudad, tan alejada que la cuenta final había sido más abultada de lo esperado, pero en la desesperación de llegar a tiempo, ni siquiera había pensado en cómo volvería a casa.
-¿Es de los de la banda?- le preguntó un hombre vestido de traje n***o con un handy que no paraba de dar indicaciones en una voz latosa, quitandola de sus pensamientos.
-No, no, soy invitada. -se apresuró a responder y al notar la mirada del hombre sobre su cuerpo, se lamentó de haber seguido los consejos de Rita, aún llevaba sus medias de brillos, tenía un maquillaje exagerado y su cabello pintado cubierto de mariposas brillantes. Se había puesto un vestido color n***o, que suponía, le daría un aspecto aceptables, pero el resto era tan llamativo que ni siquiera su escote alto parecía pelear la partida.
No quería irse, había llegado hasta allí para ver a su mejor amiga, a su única amiga de Buenos Aires, comprometerse con el hombre que amaba y aunque no hubiera escogido el mejor atuendo, sabía que las personas eran mucho más que su ropa.
-¿Me indicaría donde es la fiesta?- le preguntó recuperando su seguridad, para luego seguir el camino que señalaba el brazo extendido de aquel hombre tan sorprendido como divertido.
La música aumentaba el volumen anunciado que se encontraba en el camino correcto y al ver a su amiga en medio de las personas que bebían sus copas con movimientos lentos y conversaban en tono bajo, no dudó en acelerar el paso.
-¡Amigaaaa!- oyó que gritaba Evelyn y al llegar a su encuentro le regaló un efusivo y prolongado abrazo. Ni siquiera sabía con quienes estaba conversando, ella había ido a felicitarla y eso era lo que estaba haciendo.
Se abrazaron sin vergüenza, demostrando cuánto se querían, si bien su amistad no era de muchos años, tenían una conexión especial y por eso se alegraban tanto por la felicidad de la otra.
-Veo que se te pegó el personaje.- Federico, el futuro marido de Evelyn, las interrumpió con su voz elegante y ambas se separaron sin dejar de sonreír.
-Lamento tanto haberme perdido el estreno.- agregó Evelyn mientras Albana se miraba a si misma arrugando sus labios de manera divertida, cada vez más convencida de que debería haber demorado un poco más para cambiarse.
-¿Cómo estuvo? La redes sólo hablan maravillas.- agregó mientras Albana se inclinaba intentando saludar a Federico, quien se hizo hacia atrás en un movimiento instintivo.
-No voy a quedarme lleno de brillos toda la noche. - dijo con ese acento petulante que a veces aún escapaba de su voz, provocado por una educación elitista y una vida acomodada.
Entonces Evelyn y Albana se miraron con complicidad y si dudarlo se lanzarlo a él para exagerar el saludo, Albana sonría mientras movía las mejillas intentado liberar brillos y Evelyn no podía contener la carcajada que le producía el gesto de desagrado de su futuro marido. Lo amaba tal cual era, con sus modales exquisitos y sus palabras finas, pero mucho más lo amaba por haberse animado a quebrar el mandato familiar y liberarse lentamente a la entrega del amor que ambos sentían.
Todo era risas y alegría, cuando una nueva voz interrumpió el momento, logrando detener los movimientos de los tres involucrados.
-Creí que la despedida de soltero era más adelante.- dijo una voz masculina, potente y decidida, que los observaba con gesto de desagrado detrás de unos anteojos de sol, totalmente innecesarios para el momento en el que la noche ya había hecho su aparición.
-Lo es, lo es, querido amigo, esto es solo el efusivo saludo de la mejor amiga de mi futura mujer.- respondió Federico, con esa capacidad asombrosa de mostrarse diplomático incluso cuando su rostro estaba cubierto de brillantina.
Albana alzó su vista, el joven que hablaba era mucho más alto que ella, llevaba unos pantalones oscuros, una remera negra y una campera de cuero, sus anteojos no le permitían ver sus ojos, pero sentía su mirada de desaprobación de todos modos. Si bien tenía un porte elegante como Federico, su atuendo era completamente contrario, tenía una barba oscura de pocos días y algunos tatuajes asomaban de lo poco que podía ver de sus brazos.
Era atractivo, incluso debajo de ese atuendo rebelde, parecía emanar una especie de enigma completamente adictivo y aunque parecía algo mayor que ella, Albana alzó su mano y lo saludó intentado entablar algún tipo de conexión con él.
Sin embargo, él, ignoró sus dedos moviéndose con gracia y en su lugar, bajó sus gafas para estudiarla de arriba a abajo.
-¿Había que venir disfrazado?- preguntó, dejando claro que no le gustaba lo que veía y Albana cerró sus ojos para contener el enfado que comenzaba a gestarse en su interior, debía evitar llegar a enojarse, sabía que sus impulsos nunca la llevaban a ningún lugar bueno.
-Gael, te presento a Albana.- dijo Evelyn consciente de que debía interrumpir la guerra antes de que comenzara.
-Es actriz y tuvo que venir directo de su propio estreno, por eso está así vestida.- agregó intercambiando una mirada con su futuro esposo en busca de cooperación.
-¿Actriz? Supongo que ese atuendo no es de Shakespeare...- agregó irónico con una sonrisa de lado que sin bien lo volvía más atractivo, se volvió irritante para Albana que estaba a punto de responderle cuando el estruendo de fuegos artificiales los llevó a los cuatro a desviar su atención al horizonte que comenzó a pintar el cielo de luces tan brillantes como el rostro de Albana, uno que Gael aprovechó para estudiar con detalle, mientras sus enorme ojos verdes se abrían con una inocencia que nunca antes había visto.
Sin embargo, al ser descubierto por esos mismos ojos, se limitó a esquivar su mirada y esa sonrisa soberbia a la que se había acostumbrado demasiado, ofreció la impresión que siempre intentaba dar, la de no valer la pena.