Samantha —¿Mi madre y la señora Gold eran amigas de la infancia? —le pregunté a mi tío Peter. Nunca escuché a mamá hablar siquiera de la señora Gold, ¿cómo es posible esto? Mi tío Peter tiene que estar equivocado. —Esa perra siempre estaba celosa de Jenna —murmuró mi papá. Me giré hacia mi papá y le grité, — ¿de qué estás hablando? —No me alces la voz. Tú eres mi hija, no la de ellos —gritó mi papá. —Así es, soy tu hija. Me he estado ocupando de ti cuando deberías estar ocupándote de mí. Me fui para tener una pequeña vida fuera de cuidarte constantemente, ¿y tú qué haces? Te emborrachas hasta quedar inconsciente. En serio, ¿por qué? ¡¿Quieres matarte?! —exclamé. —¡Sí! —respondió mi papá. Eso dolió, esa respuesta de “sí” me dolió. Cerré los ojos y susurré, —También estoy sufriendo.

