El despacho de Aquél hombre se sentía tan frío cómo el interior más profundo de una cueva, la tensión acumulada y el miedo de no poder cumplir su papel perfectamente estaban logrando poner a Lucas en un estado casi al borde del colapso, sin embargo, con todas su fuerzas, mantenía la compostura. Observaba cómo el café recién servido sobre su escritorio humeaba en su taza, y sentía la fría y analítica mirada de Baltazar, perforando y escudriñando cada rasgo, cada movimiento y cada reacción de “su hijo”. —Bien, ¿Hay algo de lo que quieras hablar? —preguntó el hombre al otro lado del escritorio, apoyando su brazo sobre su lujoso y caro sillón de cuero n***o. —No realmente. No entiendo por qué dudas de mí así… Desde que llegué no te he sentido como un padre, casi parece que te molesta que

