De repente, el pequeño vibrador en mi entrepierna se activó y di un salto. Miré a Tiffany y ella levantó el control remoto y sonrió. Aumentó la velocidad un par de veces y cambió los patrones de vibración. Parecía haber unos diez. Antes de que la cosa se pusiera fea, Tiffany lo apagó. Estaba pensando en prepararme para dormir cuando sonó el timbre.
-Ese sería mi regalo.- dijo Sydney. -El entretenimiento está aquí.-
Sydney se levantó, cogió su bolso y fue a abrir la puerta. Había un joven apuesto en la puerta, con lo que parecía un esmoquin, sosteniendo un radiocasete. Sydney le dio varios billetes de su cartera y lo acompañó al apartamento.
-Este es Jeremy y viene con muy buenas referencias de amigos míos.- Procedió a presentarnos a Jeremy a cada uno, terminando conmigo. -Y esta es nuestra Invitada de Honor, Brooke. Es una jovencita tierna que nunca ha visto un pene, así que por favor, sean amables con ella. Si me hubiera dado cuenta de lo inexperta que era, habría conseguido varios hombres para que pudiera ver la gran variedad que existe en el pene.-
Me miró con cierta sorpresa y me sonrojé un poco. Más que un poco, de hecho.
-Me aseguraré de que esté bien cuidada.-
Sydney dejó su bolso, cogió una de las sillas del comedor y la colocó en el centro de la habitación.
Mi hermano, su prometido, está disfrutando de un montón de bailes eróticos en uno de los mejores clubes de striptease del centro. Pensé que la futura novia también debería disfrutar de al menos uno.
-Por supuesto. Haré lo mejor que pueda.- respondió Jeremy.
Sydney me acompañó hasta la silla y me hizo sentar. Me sentía raro siendo el centro de atención. De todas formas, me daba un poco de vueltas la cabeza, así que me sentí bien al sentarme. Solo que había bebido demasiado. Jeremy dejó su radiocasete, le dio al play y un temazo de baile empezó a sonar por los altavoces. Empezó a bailar delante de mí, abalanzándose y balanceándose, haciendo flexiones y toques, pero no hizo nada más que apartarse la chaqueta, o quitársela del hombro para mostrar su pecho ancho y su cintura estrecha hasta que terminó la canción, momento en el que se quitó el abrigo y lo dejó tirado en el suelo.
Empezó otra canción y él empezó a pavonearse, bailando también para las demás mujeres. Les pidió a todas que se desabrocharan un botón de la camisa, empezando por Sydney. Varias más se desabrocharon un botón cada una hasta que todos se desabrocharon y la camisa le colgaba sobre sus anchos hombros. Jeremy era musculoso, era innegable que se veía bien. Empezó a bailar hacia mí, mostrando su pecho sin vello y musculoso, sus abdominales marcados, músculos por todas partes. Mi vibrador volvió a sonar de repente. Casi lo había olvidado. Miré a Tiffany y ella levantó el control remoto con una gran sonrisa dibujada en su rostro. Para cuando terminó la canción, tenía un buen subidón en la cabeza y la v****a, y Jeremy se había quitado la camisa.
Tiffany empezó a jugar con las velocidades y los ritmos del aparato. Al parecer, mi cara lo delataba cuando encontraba uno particularmente bueno y lo dejaba ahí. Jeremy volvió a bailar por la habitación, acercando su órgano cubierto por los pantalones a cada una de las caras. Donna no se conformó con mirar. Le puso una mano en la entrepierna, acariciando el bulto que encontró allí y riendo encantada. Los tirantes empezaron a bajar y la cremallera, revelando algo brillante debajo de los pantalones. Había encontrado el camino de vuelta a mí antes de que terminara el baile y, al apagarse las últimas notas, se abrochó la cintura de los pantalones y estos se cayeron, y yo estaba mirando un tanga de lentejuelas con un bulto considerable llenándolo.
Comenzó la siguiente canción: "That's The Way I Like It" de KC and the Sunshine Band. Jeremy recorría la sala de nuevo, empujando la pelvis hacia cada una de las mujeres. Sus nalgas parecían talladas en granito; planos duros y pendientes rígidas. Incluso Erin y Suki parecían fascinadas por la gran curvatura de su tanga.
Las vibraciones en mi clítoris y contra mi punto G se estaban volviendo exigentes y sabía que no podría aguantar mucho más. Intenté indicarle a Tiffany que apagara el vibrador, pero tenía la mirada clavada en el paquete de Jeremy, como todos los demás. Sabía que iba a tener un orgasmo enseguida y no podía hacer nada más que bajarme los pantalones cortos y las bragas y sacármelo de la v****a, lo cual no iba a hacer delante de Jeremy. Intenté resistir la insistencia del dispositivo lo máximo posible hasta que Tiffany lo apagara o el baile terminara.
Jeremy llegó a Sydney y ella le arrancó el tanga, dejando al descubierto su polla, grande y potente. Llegó a Donna y ella la sujetó como si tuviera un micrófono en la mano y empezó a recitar la letra de la canción: «Así es, uh huh, uh huh, me gusta, uh huh, uh huh». Lo acarició un par de veces, poniendo a Jeremy más duro. Su erección sobresalía de su cuerpo en un ángulo de 90 grados, moviéndose y balanceándose al ritmo de la música. Sus testículos eran grandes, con forma de huevo según el tallo de arriba, y noté que estaba afeitado por todas partes, solo un poco de pelo. Cada una de las mujeres restantes lo tocó brevemente, aunque ninguna lo acarició como Donna. Empezó a bailar hacia mí, su pene parecía una serpiente tuerta, mirándome fijamente a la cara.
Tenía que admitir que estaba algo fascinado. Era la primera vez que veía un pene erecto. En menos de una semana tendría relaciones íntimas con uno. Sydney había dicho que los órganos masculinos son diferentes, y me preguntaba si el de Tanner sería como este, grande y con aspecto de furia. Lo peor era que mi orgasmo se acercaba rápidamente y no parecía haber nada que pudiera hacer al respecto. Mis amigos me miraban fijamente, con la enorme erección delante de mí, y me iba a correr delante de ellos. Nunca me había corrido delante de nadie y me daba tanta vergüenza hacerlo ahora, con todas las miradas puestas en mí.
Me resistí. Me resistí con todas mis fuerzas, intentando ignorar lo que le pasaba a mi cuerpo, el líquido acumulándose en mi v****a, el temblor que empezaba a retumbar. Intenté concentrarme en el pene que se balanceaba frente a mi cara, a no más de quince centímetros de mi nariz. Fue inútil.
¡Dios mío! ¡Dios mío! —gemí mientras las sensaciones me recorrían. Fue el orgasmo más intenso que jamás había tenido. Abrí la boca para gritarle de placer al mundo y Jeremy me metió la polla en la boca. Al menos cinco o siete centímetros de su m*****o se deslizaron entre mis labios mientras sufría un espasmo. Estaba tan sorprendida que no pude hacer nada por un instante; entonces empujé con tanta fuerza su vientre abultado que mi silla se volcó y me golpeé la cabeza contra el suelo.
Tiffany empezó a gritar. -¿Qué demonios haces, imbécil?- Se oía muy lejos. Me había dado un buen golpe en la cabeza. Saltó del sofá y corrió hacia mí lo más rápido que pudo. Varios más se levantaron y corrieron hacia mí.
—¡No puedes meterle la polla en la boca a alguien sin invitación, cabrón! —exclamó Tiffany. Lo empujó a un metro y medio de distancia; su polla ya se estaba encogiendo.
-Abrió la boca, pensé que me estaba invitando a chuparme la polla.-protestó Jeremy.
Estaba teniendo un orgasmo, imbécil. Fue culpa mía, olvidé que tenía esa cosa dentro. ¿No distingues un orgasmo de una invitación a follarle la boca? ¡Fuera! ¡Fuera, cabrón!
Erin y Maria me ayudaban a levantarme del suelo. Lo vi agarrar sus cosas y ponerse lo que pudo a toda prisa antes de que Tiffany volviera a empujarlo hacia la puerta. Lo único que llevaba encima era su tanga y su abrigo. Lo demás lo agarraba con fuerza, incluyendo el radiocasete, que seguía sonando la siguiente canción. ¡Mierda! La primera polla en mi boca, y no era la de Tanner. Me sentí fatal. Sydney me decía algo y la miré, intentando entender sus palabras.
Lo siento, Brooke. Todo esto es culpa mía. No debí haberlo invitado. Pensé que sería divertido. Lo siento mucho. Por favor, perdóname. Lo siento mucho. ¿Podrás perdonarme algún día?
Todavía estaba mareado por haberme dado la cabeza contra el suelo y medio borracho. Me costaba concentrarme en la cara de Sydney. Estaba demasiado cerca. Las palabras empezaron a tomar forma en mi cabeza, a cobrar sentido mientras ella balbuceaba.
-No te preocupes, Syd. Te perdono.-
La abracé, más que nada para mantener el equilibrio. El vibrador seguía vibrando dentro de mí; Tiffany olvidó apagarlo mientras perseguía a Jeremy por la puerta. En cuanto cerró la puerta de golpe y la cerró con llave, corrió hacia mí.
-Brooke, lo siento. Debería haberlo detenido. No me di cuenta de lo que iba a hacer.-
-¿Puedes apagarlo ya?- dije. -Vas a hacer que vuelva a alcanzar el clímax.-
—Mierda, dame un minuto. Creo que se me cayó el control remoto. ¡Mierda!
Empezó a buscar por el sofá, hasta que finalmente encontró el control remoto y lo apagó. Volvió corriendo.
-Bueno, funciona como lo anuncia- dije. -Creo que fue el mejor orgasmo que he tenido. Lástima que terminara así. El golpe en la cabeza podría hacerme dudar de volver a tener un orgasmo.-
Tiffany me miró totalmente en shock, horrorizada por mis palabras. Le sonreí y le dije: «No».
Entonces se dio cuenta de que la estaba tomando el pelo y me abrazó llorando.
-Está bien. Sobreviviré. No será la única vez que tenga una polla en la boca, si Tanner tiene algo que decir al respecto.-
Todos empezaron a reír de nuevo.
-Vamos.-dijo Tiffany. -Es hora de irte a la cama. Ya has tenido suficiente emoción por una noche.- Nos recordó a todos: -Bebe mucha agua y tómate una aspirina antes de dormir. Ayuda a que la resaca no se convierta en el chico malo que quiere ser.-
Tiffany envió a Erin, Shizuko y Maria a una habitación; a Donna, Cheyenne y Taylor a la otra, y Tiffany, Yvonne y yo fuimos a la habitación principal. Sydney dijo que tomaría un Uber a casa para dormir en su propia cama. Mañana recogería su coche.
Saqué mi pijama de mi bolso de mano y me quité la ropa. Le quité el vibrador a mi gatito, lleno de mi semen, y Tiffany me lo quitó y lo lavó antes de volver a colocarlo en el cargador, junto con el control remoto. Me puse el pijama, me desmaquillé, me cepillé el pelo y me lo recogí con una goma elástica. Después de cepillarme los dientes, me encontré con todos en la cocina, donde nos tomamos un par de aspirinas y bebimos ocho onzas o más de agua fría.