Capitulo 6

1901 Words
-Mira. -respondió Suki. -Erin, quédate detrás de ella y evita que pierda el equilibrio.-Erin se colocó detrás de mí y me puso las manos en los hombros. Shizuko cogió su caja de juguetes y me la trajo. Recogió la venda. 'Cierra los ojos, Brooke'. Ahora entiendo por qué Erin me ayudaba a mantener el equilibrio. Con el alcohol que ya había tomado, estaba un poco mareada. Cerrar los ojos empeoró las cosas. Suki me ajustó la máscara. Estaba nerviosa por perder la vista. Después vinieron el collar y la correa, que colgaban entre mis pechos. -Pon las manos detrás de la espalda.-me susurró al oído. Las puse detrás de mí y me di cuenta de que mis pechos se veían aún más en mi pecho. Oí cómo se cerraban las esposas en mis muñecas. -¿Te sientes impotente?-susurró Erin. -¿Sin control?- -Sí.-respondí. -Mucho.- -Abre un poco más las piernas.- dijo Erin. -Aproximadamente a la anchura de los hombros.- Los extendí y me quedé allí esperando. ¡Dios mío! —dijo Taylor—. Si no me gustara tanto la polla, me la follaría sin dudarlo. -Estoy de acuerdo.- dijo María. -Está muy buena.- -¿Sientes que te excitas?- susurró Erin. -¿Se te están endureciendo los pezones? ¿Sientes que tu sexo se humedece?- La verdad es que mis pezones estaban tan duros que se me querían salir del pecho. Mojado no sería ni la primera palabra para describir mi sexo en ese momento. Empapado sería mejor. Ojalá no estuviera goteando y solo fuera una sensación de humedad. -Estoy excitada.- admití. -Por eso a la gente le gusta el bondage.- dijo Suki. -Espera un momento. Voy a poner las pinzas para pezones.- Oí el tintineo de una cadena y luego un dedo y un pulgar en mi pezón izquierdo. Suki tiró de él, sacándolo y el metal frío lo tocó y empezó a apretarse. Justo antes de que estuviera a punto de decirle que parara, era demasiado doloroso, se detuvo. Luego hizo lo mismo con mi pezón derecho, deteniéndose justo antes de que se volviera demasiado doloroso. Tiró un poco de la cadena, y entonces sentí que se apartaba. -¿Cómo se ve ahora?- -Está para comérsela.- dijo María. -Está perfecta.- -Póngala frente al espejo de la entrada.- dijo Tiffany, -luego quítele la máscara para que pueda verse.- Erin y Suki me agarraron del brazo y me llevaron frente al espejo de entrada. Cuando se detuvieron, Erin me hizo abrir las piernas de nuevo. Suki me quitó la máscara y parpadeé un par de veces bajo la luz, luego me miré en el espejo. Mis pezones estaban apretados entre las pequeñas abrazaderas de la cadena, casi como un tornillo de banco en miniatura. Las puntas estaban moradas. Mis pechos sobresalían de mis manos esposadas a la espalda y, con las piernas abiertas, parecía como si estuviera en exhibición. Quizás me enamoré de mi cuerpo por primera vez. Siempre había encontrado cosas que criticar de mí misma. Creo que todas las mujeres lo hacen, pero en ese momento, parecía una criatura de Miguel Ángel o Boticelli. Me miré fijamente durante casi treinta segundos, asimilándolo todo. -¿Te gusta lo que ves?- dijo Erin. -Sí.- -Si quieres.-dijo Suki, -Erin puede enseñarte a usar el látigo. Un par de azotes no son nada de qué preocuparse, pero te darán una idea de cómo se siente.- Lo pensé mucho. Nunca antes había considerado hacer algo así, pero tenía que admitir que hasta ahora había disfrutado del bondage y las pinzas. Quizás Tanner y yo podríamos explorarlo más adelante. ¡Caramba, qué raro era esto!, pero quería probarlo. —Vale, pero no más de cinco. Todavía tengo que probarme las demás cosas. -Claro.- dijo Suki. -Quiero volver a ponerte la venda para que no puedas ver. La anticipación es la mitad de la diversión.- -Está bien.- Me llevaron de vuelta a la sala. Erin cogió el látigo y Suki me volvió a cubrir los ojos. Esperé, preguntándome cómo se sentiría, pero no pasó nada. Estaba a punto de decir algo cuando sentí las hebras del látigo rozar ligeramente mi trasero. Empecé a anticipar el dolor de nuevo, pero no pasó nada. Entonces las hebras me hicieron cosquillas en los pechos y los pezones, y se pusieron aún más duros si cabe, pero de nuevo, nada. Sentí las hebras rozar mis brazos y se me puso la piel de gallina. De repente, un ligero roce en el trasero y pasaron un par de segundos antes de que me diera cuenta de que realmente picaba, aunque no mucho. El siguiente roce aterrizó en mis pezones, ya un poco doloridos por la pinza. El escozor real no llegó hasta momentos después. Quizás fue porque no podía anticiparlo porque no podía ver, pero siempre parecía haber un retraso entre el sonido del látigo golpeándome y el momento en que realmente sentía el ardor repentino. Erin también me hizo un movimiento en la parte superior de los muslos, otro en la parte inferior y uno más en mis pechos. Suki me quitó la venda de los ojos y me quedé parpadeando ante la luz repentina. -¿Cómo estuvo?-preguntó Taylor. -¿Te dolió?- -Un poco, pero no fue tan grave.- dije. -¿Así de fuerte lo usaste con Shizuko?- -La golpeé aproximadamente el doble de fuerte que a ti.-respondió Erin. - pero ya está acostumbrada y ahora puede tolerarlo más.- -Esto podría doler un poco más.-dijo Suki. -Necesito quitarte las pinzas.- Hizo una pausa antes de tocarme los pezones. -¿Puedo?- -Te los pones. ¿Por qué no te los quitas?- Suki asintió y desenroscó una pinza. La sangre empezó a fluir de vuelta a mi pezón y gemí. Me dolió mucho, pero rápidamente me cubrió el pezón con la palma de la mano y lo frotó unos segundos. El dolor se calmó rápidamente, convirtiéndose en una molestia persistente que disminuyó rápidamente. Hizo lo mismo con el otro. -Es hora de probarme mis otras cosas. Yvonne, ¿podrías ayudarme a quitarme el corsé de nuevo?- -Por supuesto.- Regresamos al dormitorio e Yvonne desató el corsé para que pudiera ajustarlo sobre mis caderas. Me sentí bien al respirar hondo unas cuantas veces. Yvonne me dejó sola para vestirme y se unió a las demás en la sala. Antes de probarme una de las medias de malla de Cheyenne, la roja, usé unos pañuelos de papel para limpiarme la v****a. Me sentía más excitada de lo que quería cerca de mis amigas. Ponérmela y ver mi vello púbico asomarse por todos los agujeritos de la malla me hizo darme cuenta una vez más de que Donna tenía razón. Necesitaba deshacerme de las malas hierbas, como ella lo expresó con tanta pintoresca gracia. Salí y presumí de este conjunto y recibí más cumplidos sobre mi apariencia. Le dije a Tiffany que estaría encantada de aceptar su oferta de depilarme y me dijo que conseguiría una cita para mañana; trabajo urgente para una boda. Le di las gracias y volví a probarme los dos trajes de baño de Taylor, primero el blanco. Como era de esperar, la fina tela del traje blanco dejaba ver la sombra de mi vello púbico y mis areolas, y mis pezones eran protuberancias del tamaño de una goma de borrar. El escote de la parte delantera me llegaba aún más abajo de lo que esperaba, y mi cabello castaño oscuro asomaba por encima. La parte trasera, cubierta con hilo dental, dejaba ver todo mi trasero, y me alegré de haberlo mantenido tonificado con la natación y el voleibol. Entré a la sala e hice una pirueta para mi público. —Algo más para volver loco a Tanner, Taylor. Gracias de nuevo. Supongo que no quieres que haga nada fuera del dormitorio en nuestra luna de miel. —Oh, no —dijo Donna—. Puedes hacerlo en la cocina, en la sala, en el coche, en la piscina. No tienes que quedarte en la habitación, cariño. Toda la casa está hecha para follar. Incluso podrías echar un polvo rápido en la playa si sales del agua con ese traje puesto. Todos rieron de nuevo. No se equivocaba. Me probé el otro traje también, ya que era muy diferente del blanco. Era prácticamente todo de hilo con un par de parches de tela más anchos en la entrepierna y los pezones. Tenía razón. Las piezas del pecho eran tan pequeñas que no cubrían del todo mis areolas. Mis areolas eran más bien grandes y sobresalían por todos lados de la tela. Mis pezones estaban tan pronunciados en ese momento que abultaba los pequeños triángulos hasta el punto de que apenas cubrían la base de mis pezones. La tela en la parte de abajo era tan corta que, incluso si no tuviera vello, apenas cubriría mi hendidura. Palpé con el dedo y no había más que un dedo de espacio entre estar cubierta y mostrarlo todo. No sé cómo alguien esperaba que realmente usara esto en la playa o en la piscina. Salí a la sala de estar y di una vuelta. Tiffany me dio otra copa de vino. -A mamá le gusta.- dijo Erin, riendo. -¿Segura que no quieres unirte a nosotras en lugar de casarte con Tanner? Somos dos y una puede darte más placer que un hombre, y mucho menos dos.- -Lo siento, pero estoy bastante seguro de que me gustan más los chicos que las chicas.- -¿Cómo lo sabes?-preguntó María. -No has estado con ninguno. Yo sí, y me gustan los dos.- -Digamos que me derrito por dentro mirando a un hombre atractivo, y no siento ni de cerca el cosquilleo mirando a una mujer.-respondí. -Si alguna vez cambias de opinión, Brooke, sabes dónde encontrarnos.- dijo Suki. -Cuando vuelvas a ponerte tu ropa de siempre.- dijo Tiffany. -ponte esto.- Me entregó el Vibe que me había regalado. -Se quedará en su sitio y podrás probarlo. Una de las ventajas de este pequeño aparato es que se puede usar en cualquier lugar. Es muy silencioso. Solo asegúrate de presionar esta pequeña protuberancia después de insertarlo. Es lo que lo enciende y permite que funcione el control remoto.- —No sé si debería, Tiffany. Casi rompe mi regla de no tener sexo. —Tonterías. Estarás vestida. Nadie te tocará y no perderás tu virginidad, así que inténtalo. Lo pensé un momento. -Vale. Lo intentaré.- La abracé. -Gracias por la fiesta. Fue un detalle muy bonito de tu parte.- -Para eso están las mejores amigas.- dijo Tiffany, abrazándome. Volví a la habitación y me quité el bañador. Volviendo a mirar el pequeño vibrador, casi lo reconsideré, pero luego decidí que estaba entre amigas, así que qué más daba. Me senté en la cama y pensé que quizá necesitaría lubricante o algo para meterme un extremo en la v****a, pero al tocarme, todavía estaba notablemente mojada de antes y se deslizó con bastante facilidad. Ajusté el otro lado sobre mi clítoris. No era incómodo estar dentro de mí. Encontré el bulto y lo presioné. No pasó nada y me pregunté si lo había apretado lo suficiente cuando recordé que el mando a distancia probablemente lo apagaba y lo encendía al pulsar el botón, así que lo dejé en paz y me puse el resto de la ropa. Me uní a los demás y tomé otro sorbo de vino.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD