Amaia
—¡Amaia no haces lo suficiente!, A un hombre hay que saberlo seducir, atraer si interés y más si tienen siete años de matrimonio, viste diferente, haz otro peinado, compra lencería sexy... ¡No sé!
—Amiga, créeme que cuando digo que lo he intentado todo, lo he hecho simplemente no me toca y me besa por compromiso, solo busca su propia satisfacción. ¿Será que tendrá otra?
—No lo creo, Francisco te ama. ¿Has visto algo raro?
—No, nada extraño sin embargo todo empeoró desde el nacimiento de Joshua, él no quería tenerlo, insistió en que lo abortara, pero jamás apagaría la vida de un ser indefenso.
—Debes entender mujer, no estaba en sus planes tener un hijo, no puedes culpar a tu marido.
—Tal vez, pero él contribuyó, no me embaracé sola simplemente paso, me estaba cuidando.
—Amiga te aconsejó que no desistas, sigue adelante por tu matrimonio y por tu familia, si no lo quieres perder intenta hasta lo que no se debe hacer.
¿Cómo luchas por algo que ya está roto? —Sí lo seguiré intentando, no tengo otra opción.
Mi pequeño comienza a llorar desesperado, corro hasta su habitación —¡Mi niño! ¿Qué sucede? —Lo cobijo en mis brazos y de inmediato deja de llorar —¿Extrañabas a mamá? —Le hago cosquillas. —¡Salgamos! Tu tía Isabel nos espera.
Camino en dirección a la sala de estar y escucho susurros en la estancia. —¿Qué sucede? —Digo, Francisco se sobresalta al oír mi voz.
—¡Mi amor! Le preguntaba a tu amiga dónde te encontrabas. —Voy a ducharme para que me des de cenar, tengo hambre.
Su indiferencia duele, toda muestra de cariño es ignorada por él ni un beso, un abrazo y mucho menos saludo a su hijo. Lo veo perderse en dirección de nuestra alcoba.
—¡Amiga! Me voy ¡Príncipe de la tía! —Acaricia las mejillas de mi pequeño y se va. Es una sensación de soledad infinita, solo me siento bien con mi hijo en brazos, minutos después sirvo la cena y a mi bebé le doy papilla tiene 1 año.
–¡Abre la boquita! —Mi niño reacciona riendo, jugando menos comiendo —¡Viene el avioncito! ¡Brun! —de inmediato abre. —¡Eso! —Lo aplaudo.
Mi hijo es mi felicidad, jamás pensé que esta experiencia como madre me ayudaría a crecer y madurar, es indescriptible la sensación que sentí al escuchar los latidos de su corazón por primera vez, esa experiencia no tiene comparación, es un sentimiento tan genuino.
Mi marido no me apoyo en nada, siempre fui sola a las consultas, sus cosas se las compré con mis ahorros y la liquidación de mi empleo, me echaron por mi embarazo. —¡Francisco ven a comer! —Lo llamo ya pasaron algunos minutos desde que salió a bañarse y aún no regresa al sentarse en la mesa todo indica que esta de mal humor.
—¡No grites! —Lo veo sentarse, ni toca la comida cuando ya se esta quejando.
—¡Está frío! No lo quiero. –Se levanta golpeando la mesa. —No sirves ni para mantener caliente un plato de comida, ¡Eres inservible! —Grita muy cerca de mí, Joshua empieza a llorar con desesperación tal vez percibió mi tristeza.
—Calla a ese bastardo, o lo haré yo.
Abrazo a mi hijo —Ni se te ocurra tocarlo porque te arrepentirás el resto de tus días. –Lo escuchó carcajearse.
—No me amenaces Amaia.
—Rétame y verás, por mi Joshua soy capaz de todo —Estrella el plato en el piso.
—¡Me largo! No me esperes despierta.
Lloro al lado de mi hijo, es lo único que me mantiene de pie, no cuento con un hogar, ni un trabajo, nadie me apoya, por más que quiera dejarlo no tengo un techo donde pasar la noche. Jamás volvería a la casa de mi madre, ella no me ha querido y después de mi matrimonio se desentendió que tiene una hija llamada Amaia, mi niño se quedó dormido en mis brazos, lo llevó a su habitación.
Lo veo dormir como un angelito. —¡Te amo! Eres mi todo. —beso su frente y salgo de allí llorando sintiéndome vacía y miserable. Limpio el desastre que dejó mi marido, la ensalada está esparcida por piso, el pollo pisoteado por el mismo, para completar me corte un dedo con los restos de la vajilla rota, la escandalosa sangre sale disparada por todos lados.
Miles de pensamientos vienen a mi mente. ¿Qué fuera de mí si no me hubiera casado con Francisco? Tal vez no tuviera a mi Joshua, nunca me arrepentiría de tenerlo, es mi motor me impulsa a continuar.
No tengo nada ni nadie en quien confiar ¿Qué hago? Las ganas de acabar con mi vida me perturban noche tras noche. ¡Solo pienso en mi hijo! ¿Con quién se quedará? Sería una cobarde si lo hago.
Me ducho, lavo mis dientes y trenzo mi cabellera, me tiendo en la cama trato de cerrar los ojos y olvidarme de la miseria que me rodea. Horas después siento hundirse el colchón, la hedentina a alcohol inunda mis fosas nasales, ese fuerte olor me enferma.
—¡Amaia! Despierta prepara algo de comer tengo hambre. —Lo escuché decir, pero me hago la dormida —¡Despierta carajo! —Golpea la cama.
—¿Qué sucede? —Le pregunto fingiendo estar adormitada.
—¡Hazme de tragar!
—Ya estoy acostada.
—¿Qué dijiste? —Me toma por el cabello. —¡Te enseñaré a obedecer!
Quita la sábana de mi cuerpo. —¡Suéltame me lastimas! —Pataleo,poco después lo veo reaccionar.
—¡Lo siento mi amor! No volverá a pasar. –Besa mis labios con fervor, su aliento asqueroso se mezcla con el mío.
—¡Estás loco! –No me presta atención y mete sus manos debajo de mi pijama.
—¡Ven quiero tenerte!
Continúa besando mis labios una de su mano desciende hasta mi monte de Venus acaricia con delicadeza y sus toques me prenden me doy vuelta y quedo arriba de él en segundo nuestra ropa desapareció.
—¡Te necesito! —Digo besando su boca y se hunde en mí, despacio.
Mi deseo está desbordado quiero sentirlo mío, se mueve dentro de mí, acelera sus embestidas, continúa acariciando mi clítoris, hacer el amor con Francisco jamás ha sido gran cosa. Quisiera experimentar, pero él es tradicionalista y no le gusta reinventarse, su boca atrapa uno de mis pezones, lo lame y succiona a su antojo.
—¡Afs! Tu asquerosa leche materna. —Dice escupiendo.
Con esa acción mató todas las ganas que había en mí, mis lágrimas recorren ambas mejillas mientras me embiste fuerte, cada vez me siento menos complacida, siempre intentó que sea mejor sin embargo con Francisco es imposible, segundos después su semilla se esparce dentro de mí.
—¡Límpiate y hazme de comer! —Me ordena y un gran vacío en el estómago me hace sentir utilizada y poco amada.