Capítulo 4

1585 Words
Respiró hondo, es difícil llegar a un lugar donde no eres bienvenida y eres despreciada sin saber él porque, mis manos tiemblan de forma incontrolable, mis pies duelen, mi pecho arde y mis ojos pesan de lo inflamados que se encuentran a causa del llanto desbordado ¡Dios ayúdame a encontrar el camino! Pido antes de tocar el timbre. Ya sé cuál será el recibimiento, pero mi orgullo se va al piso cuando se trata de resguardar a mi bebé. No tengo escapatoria, ella y mis dos hermanos son mis únicos familiares… soy una fracasada, sin valor alguno, mis lágrimas desbordan de mis ojos, el nudo que se forma en mi garganta crece cada vez más al recordar las palabras de Isabel, la satisfacción del rostro de Francisco mientras la embestía. ¿Cómo no lo pude ver? Fui una tonta por confiar en ambos, me refugié en sus brazos cuando más lo necesitaba y ese fue el problema, volverme dependiente a ellos, eran los únicos con quienes contaban, pero no era así Isabel solo iba para que mi marido la poseyera en mi propia cama. Tantas veces se quedaron solos… ¿Desde cuándo? Soy una imbécil confiada. ¿Cómo no lo vi? Si estaba más claro que el agua, los maltratos verbales eran recurrentes, el desprecio te carcome las entrañas, duele descubrir que lo nuestro había muerto desde hace mucho y yo no lo quise ver ¿Costumbre? ¿Era amor? ¿Estabilidad? O ¿Simple necesidad por recibir cariño? El orgullo no me dejó renunciar a nuestra relación, pero en realidad no era orgullo, sino vergüenza a ser señalada por un matrimonio fracasado, no quería ser apuntada con el dedo por una relación fallida. No deseaba volver a un lugar donde no existe un futuro para mi hijo, ni para mí.  Siento miedo de retroceder donde inicio todo «Al lado de mamá» Hace años abandoné este laberinto de dolor, viví en un espiral de miseria y necesidades y regresé a un túnel lleno de desdicha sin escapatoria. Me arrepiento de priorizar a Francisco, de suplicar un poco de su amor, mi dignidad está por el suelo, mi orgullo quebrantado desde hace mucho. El fracaso quema mi corazón disolviéndolo en miles de pequeñas partículas de cenizas, lo peor es que no le importo tantos años de dedicación, de amor incondicional y desinteresado que le di, fue mi primer hombre en todos los sentidos, me entregue en cuerpo y alma. ¿Para qué? Esta noche me demostró que un ser malvado como él debe morir solo. El miserable que decía ser mi marido me corrió con lo que llevaba puesto nada más, ni zapatos me dejo colocar con el forcejeo los perdí y no le interesó que caminara descalza por tanto tiempo con nuestro hijo en brazos. Yo no importo, pero Joshua es tan pequeño e inocente y sus cosas son esenciales para su bienestar. ¿Con qué clase de monstruo me casé? Perdí siete años de mi vida a su lado, no pensé que algún día me hiciera semejante canallada, respiro profundo y toco el timbre… Los segundos de espera se volvieron eternos, insistí una vez más, mi ansiedad se disparó a tres mil por ciento, quiero cobijar a mi hijo solo me importa él. —Te amo mi niño. —Beso su frente, está inquieto tal vez percibe mi miedo. Noto que se abre la puerta. —¡Hermana! —Me recibe Dánae con una mirada de preocupación y confusión a la misma vez, me abraza tan fuerte que me reconforta por unos segundos. Lo necesitaba. Ese gesto puro y verdadero me hizo sentir segura. —¡Pasa! —Me invita a la estancia mi hermana menor. Reposo en el sofá mientras ella busca a mi madre, transcurren algunos segundos y la veo aparecer en un camisón viejo y gastado. —¿Qué hiciste? —Es lo primero que pregunta, su mirada me escudriña de arriba abajo, lo hace con reproche y desaprobación. —Madre. —Exclama Dánae, la tristeza me embarga lloré con más fuerza aferrada a mi bebé, el cual también llora desesperado. —Todo estará bien hermana. —Me consuela Dán —¡Dame al niño! Le daré algo de comer y prepararé un té para ti, ya vuelvo así me cuentas que sucedió. ¡Te amo hermana! —Yo solo asiento con la cabeza, las palabras se traban en mi garganta. —Mamá te necesito. —fueron mis palabras de auxilio, cada sílaba lastima mis cuerdas vocales, es un dolor tan intenso el que se apodera de mi alma, el cual quema mis entrañas, intenté abrazarla sin embargo su rechazo es notorio. —¿Qué hiciste? —Pregunta nuevamente. Me duele su rechazo, siempre me trata igual, pensé que sería diferente después de tantos años sin verme, pero me equivoqué una vez más. —Francisco me engañó con Isabel —Hable sin más con la esperanza de recibir al fin su abrazo. —Eres una vergüenza para la familia, Amaia ni satisfacer en la cama a un hombre sabes, eres tan inútil que tu mejor amiga te quito a tu marido. —Soltó todo su veneno como de costumbre. Mi respuesta solo fue un llanto desgarrador que emergió desde lo más profundo de mi estómago, me duele no encontrar el refugio emocional que necesito. —Sabía que era un error volver aquí, Solo pasaré esta noche aquí, más tardar mañana me iré. —digo con desdén. —Pídele perdón a Francisco y vuelve a tu hogar, es donde perteneces al lado de tu marido, la infidelidad es normal en las relaciones. —Su tono es frío y calculador, sé que no me quiere en su hogar. —¿Te estás oyendo madre? —Él fue quien se acostó con mi mejor amiga casi hermana en nuestra cama, cuando lo descubrí me echo a la calle con mi bebé en brazos como si fuera un animal, no le tuvo compasión a un niño de un año que lleva su propia sangre, no le importó el destino de su hijo ni mucho menos el mío. Fueron siete años de mi vida que perdí al lado de un ser miserable, sin escrúpulos y sin corazón, lo único valioso que puedo rescatar de esa estúpida decisión fue traer a mi hijo a este mundo y de eso nunca me arrepentiré. —La miro con dolor a pesar de su desprecio, la quiero, es mi madre, me levantó del sofá con mis pies llenos de ampollas y ensangrentados. —Permiso. —Digo al pasar. —Solo te puedes quedar una semana, no puedo incomodar a Noah, el llanto de un bebé pequeño es perturbador y él debe estudiar para sus exámenes finales. Me volteo con rabia. —Tu hijo Noah siempre será prioridad, me queda claro que Joshua y yo no somos bienvenidos en tu hogar, te recuerdo que yo también nací de tu vientre no solo Noah, y ese pequeño que llora es tu nieto, el único que tienes por el momento. Continué caminando en dirección a la cocina con lágrimas en mis ojos, sentimientos encontrados y la decepción calando en mi cuerpo por partida triple, mi esposo, mi amiga y ahora mamá. ¿Qué hice mal? Para merecer semejante tortura. La sonrisa de mi hijo en manos de su tía me distrae por algunos segundos de la desgracia que arropa mi alma. —¿Qué te hizo ese desgraciado? —Hablaremos luego Dán es tarde y mi pequeño debe descansar, mamá aparece en la cocina y por su rostro sé que no dirá nada agradable. —Dormirás en el sofá o en el suelo, no tenemos espacio para dos. —¡Mamá! Por favor ten piedad de mi hermana está destrozada y tú solo molestas Amaia dormirá en mi cuarto y yo en sofá, jamás dejaría dormir a mi sobrino en el piso. ¿Qué sucede contigo? Es tu hija y tu nieto quienes necesitan techo y de tu ayuda. —Exclama enojada mi hermana. Mis palabras no salen, el nudo en mi garganta impide que articule ni una sola sílaba, mis lágrimas empañan mi rostro por más que quisiera largarme en este momento, no puedo mi hijo es prioridad dejaré mi orgullo en el piso y aguantaré el desprecio de mi propia madre por mi bebé. —¡Ven hermana! —Dánae me trae a la realidad, pasó por un lado de Odette sin mirarla. —Guarde unas cosas para el bebé, ya que están aquí es el momento de usarlas. Reí pesarosa. —¡Gracias! —No tienes que agradecer por eso está la familia, para respaldarnos en los tiempos no tan buenos. —Mamá no piensa igual, me sigue odiando y aún no descubro el por qué. —Sabes cómo es ella, no le hagas caso. —Vamos a abrigarte. —Habla con Joshua mientras yo los observo. —Mi sobrino me ama… —reímos juntas. —Sin duda te ama se quedó dormido en tus brazos. —¿Deseas ducharte?, ¿Tienen hambre? —Si me ducharé, pero no tengo apetito Dán. Dejo a Joshua dormido en compañía de mi hermana, me adentro al cuarto de baño y me deshago de la ropa, entró a la ducha las gotas del líquido cristalino empañan mi cuerpo. Cierro los ojos y la asquerosa imagen de Francisco e Isabel revolcándose en mi cama me nubla la mente, mis pupilas se inundan de lágrimas sin derramar y mi corazón sigue partiéndose a pedazos.  
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