Capítulo 7

2007 Words
                                                     Uriel O’Neill catapultó su carrera a un alto estándar El reconocido abogado Uriel O’Neill, se convierte en la persona más influyente y adinerada de Estados Unidos al ganar importante caso relacionada a la estafa más grande del siglo,  firma representó a mil personas en una demanda sin igual, nunca antes vista en la historia, el ingenioso abogado demostró que la multinacional especializada en el mercado  bursátil. «Horizonte» se declaró en quiebra intencionalmente para no pagar billones de dólares, de esta manera apoderarse ilegalmente del dinero de todos son inversores, dejando a millones de personas prácticamente en la calle, esas artimaña salieron a la luz gracias a la audacia que caracteriza al perspicaz abogado. ¡Bla! ¡Bla! ¡Bla! Dejo de leer de lanzando el periódico a la basura es más de lo mismo, siempre me halagan en la prensa en especial esta periodista solterona, la cual no me quita el ojo de encima, no se valora, la negativa siempre recae en ella y continúa insistiendo en salir conmigo. Bueno en realidad muchas andan detrás de mi fortuna, don unas solteronas queriendo cazar a un viudo con dinero.  El timbre de mi teléfono personal rompe el hilo de mis pensamientos, solo mi círculo cercano posee el numero, verifico leyendo la pantalla y es mi nana sin dudarlo decidí responder. —Sí, nana hermosa… ¿Qué necesitas? —Pregunte sin dejar que hablara. —Tenemos una nueva candidata, ya aprobó la primera entrevista conmigo. —Perfecto nana dame una hora y estoy allá, te mando un beso —me despedí y colgué la llamada… Respiro profundo y llevo un sorbo del rico humeante que aguardaba por mí en la taza, lo saboreo y mi paladar lo agradece es el elixir de los dioses en una sola taza. Continuó hasta exprimir la última gota de cafeína, es lo más delicioso que puede tener la vida, lo disfruto con deleite. Rato después observo el reloj, tengo exactamente treinta minutos para continuar resolviendo algunos inconvenientes indeseados, las demandas de divorcio no son lo mío, sin embargo el cliente siempre tiene la razón y si buscan mi experiencia no me puedo negar. Al terminar con mi labor matutino debo pasar por el colegio en busca de mis niñas, luego me dedicaré a entrevistar a la candidata por el puesto de niñera número veinte en lo que va de mes, mis pequeñas son un tanto traviesas y difíciles de cuidar. Que se los digo yo que soy su padre. Las niñeras no soportan ni una semana en el puesto o en su defecto son despedidas por mí, las más jóvenes y hábiles se han querido colar en mi cama, sin embargo jamás me acostaría con una niñera menos en la misma cama que compartí por tres años con Emilie, las trepadoras me persiguen, ya que soy un hombre viudo, guapo y millonario. No he podido estar con nadie más desde que Emelie murió, ella continúa habitando mi corazón, está latente en mi piel, recuerdo su sonrisa y se ilumina mi rostro, esa sonrisa fue heredada a mis pequeñas, ya se cumplieron seis años desde que partió de este mundo terrenal. Llevándose consigo mi alma, mi ganas de amar y la mitad de mi corazón ya que la otra mitad lo habita mis pequeñas traviesas. Es difícil criar a dos pequeñas solo, lo más complicado fueron sus primeros días de nacidas, su estado de salud fue complicado, el dolor destrozo mi pecho, la incertidumbre de no saber qué hacer ni cómo reaccionar me costó caro, el primer año de vida las rechace, me partía el pecho ver su pequeños rostro, ya que en ellos veía el reflejo de mi amada esposa. Me arrepiento de haber reaccionado de una forma tan infantil, me deje llevar por el dolor de perder a mi adorada y reemplace la felicidad del nacimiento de mis pequeñas, por el dolor de la pérdida de Emelie, pero todo cambió un día se enfermaron y supe que no deseaba perderlas a ella tampoco desde entonces veló por darle amor y su bienestar siempre es prioridad más allá de mis necesidades. Salgo de la oficina, busco mi auto y manejó hasta el colegio de mis pequeñas, espero por cinco minutos hasta que se culmine la hora de clases, desciendo del vehículo abotono mi saco y camino en búsqueda de mis dos tesoros. A penas me ven salen corriendo hacia mí, mi corazón salta de emoción al ver sus hebras doradas deslizarse de un lado a otro, sus mochilas suben y bajan y sus ojos los tienen bien abiertos. Las recibo gustoso con los brazos abiertos, beso sus frentes y acarició sus cabellos —Mis hermosas traviesas… ¿Cómo se portaron? —Preguntó mientras las alzó a ambas en mis brazos de una vez, dejó un tierno beso en sus mejillas, las lleno de amor, mimos y caricias… seguidamente bajo sus pequeños cuerpos al piso —Si que pesan ustedes… ¿Están creciendo o me estoy poniendo viejo? Cada vez es más complicado alzarlas  —finjo estar cansado, poso mis manos en mis caderas y hago una mueca de cansancio. —Estás envejeciendo papito lindo… —Responde al unísono mientras sonríen cómplice —Excelentemente bien papi como siempre lo hacemos  —Contesta Payge, con la espontaneidad que la caracteriza, mi rostro se ilumina al escuchar a la parlanchina mientras Payton sonríe traviesa, es tímida sin embargo no le quita lo traviesa que es, según la psicóloga es la falta de una figura femenina. —Las castigaré por llamarme anciano… —Papa no es justo… —se queja Payton —Decimos la verdad, tú nos has dicho que no podemos mentir —Habla Payge —haciendo que ría de inmediato, tiene una habilidad para recordarme cada palabra que les he dicho increíble.  —Tienen razón mis pequeñas, la verdad jamás debe ser ocultada.  Me aferro  a sus diminutas y tiernas manitas y  caminamos hasta el automóvil, las miradas lobunas de algunas madres desesperadas por mi atención no se hacen esperar, devoran lascivamente con la mirada, otras sonríen sin vergüenza alguna, otras ni me ven. Es incomodo que lo hagan cuando camino con mis hijas, no respetan la parecencia de ellas.  Siempre intento en lo posible administrar mi tiempo, ellas son mi prioridad, por lo tanto me encargo de traerlas y buscarla del colegio, me dedico a almorzar con ellas, no imaginó que sería de ambas si no me vieran con frecuencia, suficiente tienen con soportar la ausencia de su madre, no soportaría que lidiaran con un padre desobligado y ausente,  mis dos hijas son la luz de mis ojos. Manejo de regreso a casa por diez minutos, al llegar un olor exquisito nos da la bienvenida, la mansión está aromatizada con el sazón de la nana, las gemelas suben a dejar su mochila en sus respectivas habitaciones, abotono mi traje y de inmediato dirijo mis pasos hacia la cocina. —Nana…—Huele deli…cioso… —Alcance a decir cuando un par de ojos tímidos y asustadizos se fijarán en mí por escasos segundos antes que los desviará a otro lugar. ¡Interesante! —Pensé. Las niñas corren hasta adentrarse por completo. —Sin correr. —Las reprendo. —Mis preciosas traviesas ¿Tienen hambre? —La nana les pregunta sin embargo notaron a la chica, la miran buscando algo en ella, son curiosas. —¿Quién eres? —Curiosea Payton de inmediato, ignorando el saludo de su nana. —Payton no seas indiscreta, esos no son los modales que te he inculcado. —Hable firme. La extraña las observa sin perder detalle de ambas, se inclina hasta su altura. —Soy Amaia. —Su voz es dulce y calidad, decidí interrumpir.  Ella es la nueva victi… —Digo la posible niñera de ambas. —Forman una “O” con sus bocas. —Bonito nombre. —Comenta Payge —Gracias, sus nombre son muy lindos también… Como todo un caballero me presento. —Soy Uriel O’ Neill. —La miró fijo sin perder detalle, el brillo de sus ojos es opocado por un deje de tristeza particular ¡Es raro!, sin embargo eso no le resta lo hermosa que es. Un placer conocerlo… —Exclama con voz baja, sin mirarme, aprieta sus manos una por encima de la otra con nerviosismo.  —Sígueme has esperado mucho tiempo, saldremos de la entrevista de inmediato. —Se quitó un delantal y eso me causa curiosidad. ­—¿Qué haces con eso puesto? —Pregunte de una vez. —La señorita Amaia, muy amablemente me ayudó con la preparación de los alimentos. —La defiende Agnes. —Nana, ella tiene boca puede responder por sus propios medios ¿Cierto? —No dejo de quitarle la mira de encima algo de ella capta mi atención.  —Lo siento señor O’Neill, ayude a la señora Agnes con la comida mientras esperaba, disculpé si fue un atrevimiento innecesario de mi parte. —Exclama casi inaudible. Se nota que esta temblando del miedo.  —Lo fue señorita Amaia. Aún no es empleada, si intenta ganar puntos con esa acción se equivocó. —Sus mejillas se tiñen de un rojo carmesí intenso, agacha la mirada avergonzada. —No lo… —Sígame —Interrumpí sus excusas, la verdad no me interesa escucharlas, giro mi espalda y caminó hacia mi despacho, la chica viene contando los pasos y eso me saca de quicio… —Apresúrese señorita no tengo todo el día para esperarla. — Exclamé irritado, apresura el paso y al detenerme su cuerpo impacta con el mío haciendo que el contacto me genere una especie de corriente eléctrica la cual recorre por todo mi sistema. —Lo… —Titubea avergonzada. —Lo siento. —Dice al fin, no comento nada al respecto, fue extraño, mi corazón empezó a palpitar con desenfreno, por inercia baje mi rostro a sus pequeños labios, y quise probarlo. ¿Qué me pasa?, desecho todos esos pensamientos inapropiados y decido ingresar al despacho de una vez por todas. —Tome asiento por favor. —Le digo parece un gatito asustado Tal vez sea otra cosa y yo aquí sacando conclusiones indebidas.  —¿Nerviosa? —Decido romper un poco la tensión que se creó entre ambos por culpa de ese impacto. —Para ser sincera, un poco. —Magulla sus manos una con la otra, y no retiene la mirada hacia mí. —¿Eso es debido ha? —Inquiero, sé que es por mí, intimido al más valiente, sin embargo quiero indagar un poco, para que ella vaya dejando los nervios y despeje su mente por un rato.  —Son nervios normales, cualquier persona que esté en busca de un nuevo empleo, sucumbe ante el pánico. —Interesante respuesta, es una chica lista. La miré fijo y por primera vez me sostiene la mirada, sus ojos son de color ámbar, muy bonitos, nos quedamos mirando el uno al otro como si buscáramos ir más allá. — Entiendo. —Decido romper el contacto visual, para leer el formulario de Agnes. —Empecemos. —¿Por qué quieres el trabajo? —A decir verdad lo necesito. —Habla con dolor, es extraño. —¿Quieres ser niñera cuando eres una licenciada en Educación y lenguaje? —Cuando salí embarazada, me despidieron del colegio donde contribuía con a ampliar los conocimientos de lengua a un grupo de doscientas niñas, ya que era un colegio de monjas y me prohibieron seguir dando clases, llevo cinco días en busca de un empleo y lo necesito. —¿Por qué tanta urgencias? —La estabilidad de mi hijo depende de ello… —Esa confesión me sorprendió. —¿Y el padre?  —Pregunté curioso, más allá de lo laboral quiero saber si tiene pareja, se remueve de su silla y su mirada entristece aún más. Veo cómo su rostro cambia de expresión inmediatamente, refleja ira, dolor, sentimientos encontrados, soy muy observador por eso soy uno de los mejores abogados de país. Sus ojos se cristalizan, espero la respuesta que aún no llega.  
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