Mi búsqueda de un empleo, techo y comida se ha convertido en una odisea total, ocultar mi demacrado rostro, es un reto y vivir bajo el techo de mi madre es una prueba incesante… Duele que me desprecie, a mi pequeño ni lo toma en cuenta y mis ganas de salir corriendo y dejar todo atrás aumentan cada segundo.
Han pasado dos días, en los cuales he fracasado, camine por largo tiempo en busca de un empleo o un arriendo para vivir y no obtuve nada. Debo trabajar para conseguir dinero y así pagar el primer mes de abono que me exigen para asegurar el alquiler, y así tener un techo donde podamos dormir Joshua y yo, mis ojos reflejan la tristeza que mi boca no expresa.
Mi alma duele, intento reparar los pedazos desechos de mi corazón por mi bebé, ya que presento temperatura elevada. Tal vez le esté transmitiendo mis emociones a ese pequeño ángel inocente sin culpa alguna, él no merece el padre que le di, tanto que critique a mi madre y conseguí un marido tan desalmado como ella.
Mi rostro luce cansado y mis pies hinchados demuestran cuánto caminé el día de hoy, recorrí avenidas enteras, solicité empleo hasta de limpia piso, pero no tuve éxito en mi búsqueda el día de hoy. Dan se ocupó de mi bebé mientras no estuve, sin embargo mañana debe ir a la universidad, mi madre no querrá tenerlo, así que continuaré mi búsqueda con él en brazos.
Al llegar a casa lo primero que encuentro son quejas que Joshua llora mucho, que se ríe muy escandaloso, que come demasiado y así una lista que no acabará, Odette es así malvada por elección, es su nieto y no le importa su bienestar, ¿Será que en sus venas corre ácido? O ¿Veneno? Intento descansar, pero se me es imposible.
Es de madrugada y no logro conciliar el sueño, los pensamientos negativos abarrotan mi mente la verdad no es agradable estar desempleada, con un hijo que mantener y la presión de tener un plazo estipulado para abandonar la casa de Odette. Es una sumamente estresante la situación por la que pasó en este momento. Pero tendré fe ¡Mañana seguiré buscando! Sé qué encontraré trabajo.
—Hijo lo haré por ti. —Acaricio su cabello castaño mientras duerme plácidamente, la impotencia que me embarga es abrumadora, me siento inútil y fracasada. Una mujer que no pudo retener a su marido al lado y que ahora no puede mantener a su hijo alimentado o tan siquiera proveer un techo para resguardar a mi pequeño del frío por mis propios medios.
Lo he alimentado con leche materna y las migajas que mamá me ha dado de comida, el desprecio de Odette es tan marcado que no deja que le haga papillas con la fruta que tiene en la despensa porque son de Noah. Aunque las porciones son muy pocas y prefiero que se mantenga fuerte, mi pequeño ángel lo es todo para mí y en realidad yo no importo, mi hijo siempre será mi prioridad más allá de mi propio bien.
El maltrato de mi madre duele, mi equilibrio emocional tambalea de forma constante, vivo una montaña rusa de emociones, lloró tapando mi boca, descargo todo el dolor que siento en miles de lágrimas desbordadas. La ansiedad me afecta más de lo pensado y no logro borrar esa asquerosa escena de mi mente, se repite una y otra vez, mi alma está marchita y la sensación de vulnerabilidad me hace acobardar aún más.
Le pido a dios que me ayude a continuar, que me ilumine el camino y que este corazón moribundo sobreviva a la desgracia que me acompañan. Mi vida no era perfecta sin embargo tenía estabilidad económica, no era feliz con Francisco, ya que los últimos tres años había cambiado, nuestro matrimonio no era el mismo.
Yo luchaba cada noche, cada día y cada hora para recuperar lo nuestro en cambio él se dedicó a destruir la poca dignidad que poseía, imploré por su toque, suplique por sus besos y rogué por sexo, ¿Qué conseguí? Ser rechazada de la peor manera, traicionada y humillada de forma monumental.
Toque fondo e imploré que fuera un buen padre para mi hijo, nunca lo quiso, jamás le fui infiel ni con el pensamiento y hoy me arrepiento, él no merecía mis súplicas, menos mis atenciones, me desvivía por hacerlo feliz…
Los rayos de sol traspasan la cortina de la habitación, las manitas de Joshua tocan mi rostro. —¡Mamá! —Dice con su dulce voz, sin duda esa palabra me reconforta, me levanto con mi hijo en brazos, lavo su pequeño cuerpo y lo visto con la ropa que Dán le tenía guardada, en mi caso usaré algunas prendas de mi hermana, quede sin nada material, pero poseo algo más importante a mi pequeño. —Debes verte guapo. Serás el hombre de mamá hoy saldremos juntos a buscar trabajo. —Hablo con él mientras le hago cosquillas.
Soy Licenciada en educación y lenguaje, se me dificulta conseguir empleo de tiempo completo, ya que el que siga amamantando a mi pequeñito es un impedimento claro. Debo organizar tantas cosas en mi vida que no sé por dónde empezar, trabajaré de lo que sea con tal de alimentar a mi niño y darle un techo donde dormir es lo primordial.
Al estar listo alimento a Joshua y decido salir a recorrer las calles de la gran manzana, mientras espero el transporte público acarició a Joshua, mi pequeño sonríe y su risa me ilumina el día. No seré exigente a la hora de solicitar un empleo tan solo deseo tener una oferta laboral segura, respiro hondo antes de adentrarme en el primer establecimiento, es un restaurante de comida china.
—Buenos días —saludé cortés.
—Que deseas, aún no estamos atendiendo al público, señora —Una mujer como de treinta años me mira de forma despectiva, sin embargo obvio ese hecho, habla de forma irritante y sangrona.
—Vengo por el aviso —dije un poco temerosa, la chica me observa de arriba abajo —¿Piensas trabajar con ese niño a cuestas? ¿Estás demente? Sus palabras fueron una puñalada —Sí, bue… —Lo siento, no te daré el empleo —habla con rabia y mirándome sobre su hombro.
La decepción me envuelve… —Entiendo gracias ––Dije sin más. Un cúmulo de lágrimas luchan por salir, sin embargo no dejo que salgan, lleno mis pulmones de aire y me convenzo de seguir con la búsqueda, es el primer intento, no significa nada.
Continúe —Si estás amamantando no puedo emplearte… —Otra negativa más y así pasé dos horas sin obtener ni una respuesta positiva, entró en una casa de empeños donde buscan empleadas, un anciano con párpados caídos me recibe.
—Buen día, vengo por el aviso —me observa de arriba abajo y su mirada oscura me hace sentir expuesta —Y el niño ¿Dónde lo dejarías? —No tengo con quien dejarlo —Hable esperando la negativa. —Te daré el empleo, pero antes debes darme a cambio para traer al bebe contigo a trabajar, la ley es muy estricta y si la romperé debe ser por algo valioso ¿No crees? —Se relame los labios y se dé que se trata, toma mi mano y lame uno de mis dedos.
—Maldito pervertido, viejo infeliz —gritó en su rostro, le arrancó mi mano de su boca y Joshua llora desesperado, salgo del lugar corriendo aferrada a mi pequeño después de dos cuadras me detengo a respirar… —Ya mi niño, estaremos bien. —Las palabras se me traban, me siento en una banqueta a descansar, he recorrido las calles por tres horas, el hambre hace que mi estómago chillen por comida, llevar a Joshua en brazos es un esfuerzo doble y mi ánimo cae al piso.
Minutos después continuó con la ardua búsqueda, solo obtengo intentos fallidos, mi bebé duerme en mis brazos y decido rendirme por hoy, fueron cinco horas de caminata sin resultados positivos. Es frustrante que no te dé un empleo por tener a tu bebé en brazos o estar amamantando, me encuentro desesperada, la presión de seguir sin empleo me está afectando más de lo que pensé, subo al bus y me aferro a mi niño.
Mis lágrimas recorren con libertad mis mejillas mientras acaricio el cabello castaño de mi pequeño ángel, me siento asfixiada, mi corazón se agrieta un poco más con cada negativa que me brindan. Deseo ser valiente sin embargo es difícil cuando todo está en tu contra, cuando tan solo deseas una oportunidad y te la niegan sin dudarlo. Abrazo a mi hijo con más fuerza, pero sin llegar a lastimar su pequeño cuerpo, necesito tocarlo porque él me da sosiego entre tanta decepción… La tristeza presiona mi pecho de forma dolorosa.
¡Saldremos de esta mi príncipe! Pienso en voz alta perdiéndome en sus bonitos rasgos. «Eres mi héroe, tú sacarás a mami de esta encrucijada» Como si supiera de qué le hablo, sonríe dormido, decidió desaparecer el rastro de mis lágrimas. Ya no más, es hora de cambiar las riendas de tu vida Amaia, tu hijo merece lo mejor, y tu deber es dárselo, me aseveró internamente. ¡Tú puedes! Por él y por ti.