Caminamos varias cuadras y en cuanto nos detuvimos en una calle cercana a la iglesia supe que Ermilio me llevó a uno de sus “lugares favoritos”. Lo detuve de forma abrupta antes de que diera otro paso. —Dijimos que una copa —le reclamé lo más discreto que pude porque más de un caballero con ropas de buenas telas pasaba por ahí—. Dime que vamos a un nuevo bar que descubriste. Por el gesto que mi amigo hizo, adivine sus intenciones. —Te dije que sería una copa y dos bellas chicas. —Sonrió malicioso. Llevé una mano a la frente. —¡Debí imaginarme que sería un putero! —No es un putero. Más bien es un lugar para conocer lindas mujeres. Él de verdad creía que yo era distraído o demasiado ingenuo. —¡Es un putero! —mencioné con voz firme. Estaba dispuesto a regresar a mi agradable sillón,

