Estuve a punto de ir a dormir porque creí que el cansancio y el dolor me hicieron alucinar, ¡pero no fue así! Dieron otros dos golpes rápidos sobre la ventana y ahí reaccioné. ¡Sí era en mi casa! «Vienen a matarme», pensé entre asustado y resignado. Podía sentir la tensión recorriéndome todo el cuerpo. Si iban a eso, si los Carrillo o los Bautista buscaban terminar con cada uno de los Quiroga, entonces estaban en el lugar correcto. El revólver andaba guardado en alguna caja, buscarlo en ese momento no era una opción. Fui rápido a la cocina, cuidando de no hacer ruido con los pasos. Revisé los cajones donde se quedaron algunos utensilios del dueño de la casa, y allí encontré un cuchillo que apenas había afilado. Ni siquiera contaba con la habilidad para cortar la carne de los animales.

