CAPITULO 1 **Recuerdos**

1323 Words
Laura: Mis secretos eran míos, pero en una noche de copas los divulgué a la persona equivocada, un hombre que era para mí un héroe, al cual tenía en un altar, un hombre al que admiraba y respetaba demasiado. De esa noche recuerdo poco, estábamos entre amigos y bebíamos cerveza, estaba atravesando una crisis matrimonial, una crisis, acababa de casarme y ya estaba en crisis, pero en verdad en ese momento estaba demasiado triste, nunca creí en los cuentos de princesas, porque desde hace tiempo me demostraron que en mi vida no aparecerían príncipes sino dragones, desde muy joven solo recibí dolores y decepciones, tenía muy claro que no existen los felices para siempre, pero también creía que en algún lugar de la tierra, habría un hombre que me amaría y me preferiría entre las demás, que sería solo para mí y que llenaría su vida y la mía con el más grande amor. Me equivoqué… El día de mi boda fue espectacular, la iglesia estaba llena de flores, el coro entonaba las más bellas melodías, entré del brazo de mi padre y me paré frente al hombre de mi vida, en el altar el P. Jorge me veía con orgullo, finalmente me casaba con Darío, después de dos años de un hermoso noviazgo, caminaba lentamente arrastrando la cola de mi vestido de novia, bordado con perlas y satín, su escote de corazón, mangas cortas y el gran velo cubriendo mi rostro, era un verdadero sueño, Darío me miraba sonriente, la ceremonia fue muy emotiva, no por nada el P. Jorge es mi guía espiritual, dijimos nuestros votos y nos colocamos los anillos, finalmente las palabras: “los declaro marido y mujer”, cuando el sacerdote autorizó el beso a la novia, Darío levantó mi velo y besó mis labios con mucha suavidad, nos miramos a los ojos y sonreímos, por fin nos habíamos casado, el camino de la felicidad empezaba, o eso creí. Si la ceremonia fue emotiva, la recepción fue muy divertida, estaba tan feliz que bailé hasta que se me hincharon los pies, nunca he sabido beber, me mareo muy rápido, basta una sola copa para dejarme aturdida y los peor es que olvido las cosas, o recuerdo vagamente cosas que no sé si realmente sucedieron, si con un par de copas estoy ya tambaleando, no se diga con todas las copas que mis amigos y familia me hicieron beber el día de la boda, tanto Darío como yo nos emborrachamos, pero de todas formas fuimos a nuestro viaje de luna de miel, Italia, a pesar de que al aterrizar nos seguía dando vueltas la cabeza, pero llegamos a nuestro destino. En el hotel estábamos con una resaca tan grande que lo único que nos provocaba era dormir, literalmente, entre Darío y yo hace tiempo que había intimidad, entonces no existía nada nuevo qué descubrir, solo el hecho de que prometimos el estar juntos para siempre, de todas maneras la primera vez que desperté a su lado fue muy especial, nunca había pasado la noche con él, nuestros encuentros eran furtivos, mi padre me habría matado si alguna vez no hubiera llegado a la casa a dormir, así que al día siguiente de nuestra primera noche juntos, a pesar de no haber tenido intimidad, nos quedamos mirando durante mucho tiempo, la cabeza nos estallaba, prometimos jamás volver a beber, solamente nos besamos y seguimos durmiendo hasta recuperarnos, pedimos servicio a la habitación porque no teníamos ganas de salir, como éramos recién casados, el hotel nos regaló una botella de champán con la comida, nos reímos tanto de verla, así que decidimos guardarla para una ocasión especial, pues ese momento lo último que nos provocaba era más licor. Pasamos en Italia una semana, conocimos muchos lugares, pero por alguna razón no pudimos ir a Roma, caminábamos tomados de la mano, fue un tiempo muy hermoso, al cuarto día de estar ahí, por fin nos sentimos mejor, después del paseo fui a darme una ducha y sin avisar Darío entró a compartirla conmigo, fue el baño más largo que tuve en mi vida, finalmente tuvimos nuestra noche de bodas. Pero acabó la luna de miel, inmediatamente después, Darío cambió completamente, se volvió frío y distante, evitaba mi compañía, yo imaginaba que una vez que viviéramos juntos todo iba a ir mejor, pero, no, todo le molestaba, me esmeraba por prepararle los mejores platillos, me creía una gran cocinera, pero a él nada le gustaba, a veces venía ya comiendo con sus compañeros de trabajo, me quedaba con la mesa puesta y comiendo en silencio, o simplemente perdía el apetito, yo creía que mi vida con él iba a ser maravillosa, que haríamos cosas juntos como ir a comer, a bailar, al cine, escaparnos a un hotel y pasar una noche completa sin el temor de ser descubiertos, todo eso que parece que viven las parejas de recién casados, no fue así, nunca tenía tiempo, lo llamaba para encontrarme con él, pero siempre estaba ocupado, mis compañeros de trabajo no creían que estaba casada, pues jamás iba a buscarme y nunca llamó a la oficina, le pedía que me acompañara al supermercado y se negaba, no le gustaba ocuparse de esas minucias, todos los días le preparaba el desayuno, pero casi siempre se iba sin mirarlo, a veces cuando me veía demasiado triste se sentaba a tomarse un poco de café y se iba apurado, sin un beso de despedida, después de dos meses de ese comportamiento simplemente dejé de cocinar para él, cuando se sentía hambriento se preparaba algún bocadillo o comía alguna sobra de lo que yo había preparado para mí, se sentía aliviado de que ya no le atosigue con mis atenciones, además de todo entre él y yo no había ninguna intimidad. Darío era un hombre alto, de ojos color marrón y cabello n***o, su espalda ancha y su abdomen bien definido, era muy apuesto, en cambio yo, pequeña, de cabello hasta los hombros y ojos cafés, extremadamente delgada, apenas se me distinguía alguna curva en mi cuerpo, nunca fui una mujer que detenga el tráfico, pero cuando me ponía vestido ceñido al cuerpo, tacones y maquillaje me sorprendía de verme en el espejo, precisamente con un atuendo como ese conocí a Darío. Iba con mi mejor amiga, Sara, salimos a divertirnos y nos vestimos para matar, siempre me gustó bailar, ella era muy divertida y bonita, ella me enseñó a maquillarme, pues yo no sabía nada más que de rezos y procesiones, llegamos a la discoteca y nos encontramos con sus amigos y algunos compañeros de clase, la pasamos muy bien, Sara y su novio querían escaparse, pero no quería dejarme sola, así que Darío se ofreció a llevarme, desde luego yo me negué, apenas lo conocía, pero Sara me dijo que era un buen tipo y que no debía temer, Sara tenía razón, se portó como un perfecto caballero, me preguntó si podía volver a verme y me pidió mi número de teléfono, ese discurso lo había escuchado muchas veces, nunca me llamaban, así que se lo di pensando que pasaría igual. Una tarde mi madre me sorprendió con la noticia de que habían ido a buscarme, no tenía idea de quién podía ser, me había olvidado completamente de él, en la noche recibí su llamada, no lo podía creer, acepté salir con Darío a tomar un café, era agradable su compañía, interesante charla, divertido y muy educado, los dos veníamos de sufrir grandes decepciones amorosas, a los dos nos habían dejado para casarse con otras personas, me parecía irreal que alguien haya dejado a semejante bombón, se notaba que todavía le afectaba, ella había sido muy importante para él, cuando me preguntó sobre los detalles de mi ruptura, mi vista se nubló, todavía dolía mucho, Darío se arrepintió de haberme preguntado, le dije que no se preocupara, pero los recuerdos llegaron sin que pudiera evitarlo.
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