39. Rumbo a la isla paradisíaca de mi jefe. Dulce. —No le demos más importancia de lo que tiene —dice más para sí mismo al mismo tiempo se fija la hora en el celular— ¡Cómo se nos ha ido el tiempo en esto! —va a su vestidor y saca una maleta. La abre sobre la cama y comienza a llenarla con bermudas, ropa interior y algunas remeras sin mangas y algo más de ropa que no llego a distinguir desde aquí. —Prepara tus maletas, bonita —me dice, apenas mirándome. Sé que esa maldita nota lo tiene mal aunque acaba de decir que no le dará importancia. —Lo que pasa es que no tengo —le hago recordar, manteniendo el buen ánimo—. Mi unica maleta está perdida. —Oh, no es así. He conseguido comunicarme con los ejecutivos de Uber. Tu maleta está segura, solo que hoy no trabaja el conductor que lo tiene.

