Alessandro llegó al hotel poco después de la tarde. Aún llevaba la misma chaqueta de cuero oscuro que había usado en la cena del otro día, aunque su expresión era mucho más tensa que antes. Me miró con una mezcla de urgencia y alivio, como si al verme me estuviera asegurando de que todo aún estaba bajo control, o al menos lo que él creía que podía controlar. —Vamos, te llevaré a casa. No puedes quedarte aquí —me dijo mientras me tomaba del brazo con delicadeza. Yo, sin entender qué estaba ocurriendo, traté de mantener la calma. Pero la confusión me carcomía por dentro. —Alessandro, ¿qué está pasando? —pregunté en un tono bajo pero insistente, buscando sus ojos para encontrar una respuesta. Él evitó mi mirada por un segundo, lo suficiente para hacerme notar que no quería decirme todo. S

