Capítulo 2.

2181 Words
—Perdón no sabía que estabas ahí —supo que había tropezado con alguien, pero no sabía con quién exactamente. —Descuida —dice ella amablemente—, fue mi culpa es que estaba distrai... Justo en ese momento cuando volteó a ver a la persona con quien se había tropezado se quedó muda y solo podía mirarle fijamente, un chico alto, cabello castaño y ojos color miel, de tez morena pero no tanto, era como color café con leche, ni si quiera ella podría explicarlo, cabello corto pero ondulado, labios finos, y al parecer ella estaba haciendo el tonto delante de él al quedarse congelada. —¿Estás bien? —pregunta el chico al verla en ese estado de parálisis. —Sí —volvió en sí rápidamente—, sí tranquilo estoy bien, es que estaba pensando en mil cosas y me distraje un poco del mundo exterior. —Eso sucede a veces —giró su cabeza para que sus ojos cruzaran con las pinturas ubicadas en la pared de su izquierda—. Cuando vengo aquí también pierdo contacto con el mundo exterior —añade—, a veces desconectarse un poco no es nada malo. —Pues supongo que de vez en cuando no cae mal —responde con una pequeña sonrisa y dirige la mirada a los mismos cuadros. —No eres de por aquí ¿O sí? —el chico volvió a verla de forma extraña como intentando analizarla. —Pues la verdad solo había estado aquí en España cuando era muy chica —le expresa Jade—, ya casi ni recuerdo, y ahora vine de vacaciones a visitar a mis tíos. —Ya decía yo —le sonríe como si hubiese descubierto algo. —¿Por qué lo dices? —la conversación informal se volvía interesante, la curiosidad de Jade no le iba a permitir al chico guardarse respuestas. —Bien —parecía acceder a responder sin problema alguno—, suelo venir aquí muy seguido y conozco a casi todos los que vienen regularmente y jamás en los años que tengo viniendo te había visto, es por eso que supuse que no eras de por aquí y mis sospechas eran ciertas. —¿Me vigilabas? —a Jade le parecía que eso era lo que sucedía y no era una simple coincidencia. Desde que entró a la galería de arte tenía esa pesadez en sus hombros como de que alguien la observaba. —Vaya pues, viniendo de ti suena más feo de lo que pensaba —el chico se sonroja un poco—, pero es que cuando te vi entrar, admirar las pinturas y detenerte a verlas fijamente, me di cuenta de que sabes apreciar el arte, y que te hace recordar cosas. —Vaya —le sorprende que una simple acción diga tanto de ella—, en serio no eres el mejor dando excusas. Espero seas mejor dibujando que dando pretextos. —¿Cómo sabes que dibujo? ¿Eres vidente o algo así? —le bromea el chico. —Pues digamos que tengo una vista increíble, y puedo distinguir que en tu mano derecha llevas un folio de dibujos que estoy más que segura que son tuyos —él mira su mano y se da cuenta de que es más que obvio, así que solo le queda reírse de sí mismo mientras se avergüenza un poco. —Bueno —le regala una sonrisa—, parece que me atrapaste. —Creo que ya debo irme fue un gusto hablar contigo —a pesar de no tener problemas con el joven, Jade prefiere no involucrarse demasiado con personas desconocidas. —¡Espera! —exclama el chico antes de que ella se aleje. —¿Ah? —voltea a verlo. —¿Cuál es tu nombre? —a Jade le pareció que esa pregunta estaba llegando tarde. —Dejaré que lo adivines —parecía algo tentador de decir, pero la verdad es que sus probabilidades de volverse a cruzar con el chico eran escasas por lo que no era necesario decir su nombre—, nos vemos algún otro día, si es que no me acosas también hasta mi casa —le sonríe tiernamente y termina marchándose de la galería. —Eso espero —se dice en voz baja dejando que sus esperanzas por volverla a ver se esparzan por todo el lugar hasta hacerse realidad algún día. Jade volvió a casa, y lo que restaba del día lo pasó en su cuarto dibujando. Su mejor pasatiempo y su pasión es dejar que su lápiz se deje llevar sobre el papel creando e imaginando mundos que solo ella podría y plasmándolos en un retrato a mano. Sus primas, aunque tardaron más de lo esperado en llegar a casa terminaron por regresar, solo que venían con una propuesta para Jade que le haría salir nuevamente de la comodidad de su cama teniendo que dejar su lápiz a un lado. —Entonces, ¿Te gustaría ir? —¿Una fiesta? —se lo piensa por unos segundos y recuerda que jamás ha asistido a una que no sea de niños pequeños—. No lo sé, no acostumbro mucho a esas cosas. —Anda al menos ven con nosotras —María colabora con Litzy en la operación de convencimiento—, y si no te gusta podemos traerte de vuelta a casa. No tienes nada que perder —Bien —dijo luego de pensarlo un poco, ya que mientras tuviese opción de regresar todo estaría perfecto—, me parece justo, aunque no pienso estar con ningún chico, así que no se molesten en buscarme a alguien. —Lo prometemos —le sonríen y alzan su mano derecha. Así que estaba decidido, se prepararon para salir, su tío Roberto las llevó hasta la casa donde sería la fiesta. Al llegar Jade estaba sorprendida de que sus primas conocieran a casi todos en la reunión, al principio no quería alejarse de ellas, pero en vista de que sus primas estaban con sus amigos y amigas y Jade creía que no encajaba bien, se alejó a la parte trasera de la casa donde todo estaba más tranquilo. Se sentó en una pequeña banqueta con vista a un pequeño lago lleno de peces de colores, y el cielo repleto de estrellas, mientras a lo lejos se escuchaba la música de la fiesta. —No creí que fueras de esas chicas que salen a fiestas en lugares que no conocen —escuchó decir detrás de ella. Jade voltea a ver quién le hablaba, y la voz ya le parecía conocida. —Eres tú otra vez, en serio me estás asustando —era el chico de la galería de arte nuevamente. España se convertía en un lugar pequeño con ese encuentro repentino. —Tranquila —hasta él mismo estaba sorprendido—, de hecho, es un amigo quien está dando la fiesta y me pidió que viniera, a mí también me sorprende verte aquí. —Vine con mis primas, tal vez ellas conozcan a tu amigo —no había más remedio que dejar que la conversación fluyera. Todo sería más raro e incómodo si su personalidad fuese desagradable en ese preciso momento donde se encuentra alejada de lo verdaderamente divertido de una fiesta. —¿Puedo sentarme? —señala el chico. —Por supuesto, siéntate —Jade se corre un poco a su derecha para darle un espacio. —Al final no me dijiste tu nombre —dice luego de sentarse. —Creía que ya lo habrías adivinado —él se ríe, a lo cual Jade también le responde de igual manera sonriendo gentilmente—. Mi nombre Jade. —Lindo nombre —asiente—, yo me llamo Eduard. —Un gusto Eduard —extiende su mano para saludarle formalmente. —El placer es mío Jade —Eduard le da un apretón gentil—. ¿Tienes apellido? —Jade Fitzgerald —dice sin más. —Vaya —eso le era poco común—, tienes nombre de artista. —Sí, como no —ella se echa a reír—. A ver y tu apellido ha de ser entonces de chico acosador. Exactamente ¿Cómo diste conmigo en ésta fiesta habiendo tanta gente? —Pues quería tomar un poco de aire fresco, y vi a una chica que admiraba el paisaje cuando detrás de ella había una fiesta donde todos se divertían y al parecer a ella eso le tenía sin cuidado —lo decía de forma normal y sin forzarse a pensar en una respuesta por lo que a Jade le parecía que decía la verdad—. Entonces de alguna manera quise pensar que era la chica de la galería. —¿Y si no hubiese sido esa chica? —pregunta Jade, él la miró fijamente y tenía la respuesta a esa duda. —No estuviese aquí sentado si así fuese —contesta Eduard. —¿No estas algo ebrio? —Jade se vuelve a reír, pero realmente el chico parece estar en perfecto estado. —A menos de que las sodas tengan alcohol, creo que estoy en óptimas condiciones —le sonríe. —¿Estás seguro que no intentas coquetear conmigo? —ella le observa con una sonrisa entre labios y hace un gesto con su rostro como si intentase sacarle la verdad—. Porque si es así no funcionará. —No, para nada —dice Eduard—, no es eso, es solo que no he conocido muchas chicas amantes del arte por estos lados, y de repente llegas tú y cambias esa perspectiva que tenía sobre que las chicas de hoy en día no se interesan en el mundo que las rodea con un profundo pensamiento. —Pues, creo que esa sí es una buena excusa —decía Jade. —Vale, supongo que superé tus expectativas ¿No? —En ese ámbito tal vez —le dijo y ella siguió admirando el lago y la luna reflejada en él. —Por primera vez en mi vida puedo decir que es más complicado comprender a las mujeres en vez del arte —dirige su mirada al cielo y se cruza con la hermosa luna llena de esa noche. —No sé si te he dado tantas razones como para que pienses eso de mí —a ella le parecía extraño que, aunque intentase ser lo más clara posible él la viese como algo complicado de entender. —Diría que solo eres alguien que oculta demasiadas cosas —esa respuesta parecía ser escasa. —Eres muy hablador para aparentar ser un chico solitario que escoge bien a las personas con quienes te interesa charlar —ella creyó haber dado en el clavo con eso, y de ser un casanova seguro que se rendiría. —Ojalá fuese así —contesta Eduard—, seguro sería más fácil —ella quedó en silencio y simplemente dejó que el comentario se lo llevara el viento lo más lejos posible hasta que la conversación pudiese fluir nuevamente o hasta que alguno de los dos decidiera marcharse. —¿Vives muy lejos? —añade el chico al ver que la conversación cae drásticamente en picada—, digo no es que quiera ir a tu casa, o sea si podría, pero no es el momento —se ríe con nervios de por medio—. Vaya, creo que soy mejor dibujando que hablando con la gente. —Tranquilo, me pasa lo mismo —y ciertamente a Jade también le era algo complicado charlar con personas ajenas a su círculo familiar—, y no vivo muy lejos, ¿Por qué? —Es que en la universidad donde estudio haremos una exposición de dibujos como nota final de una de las materias del semestre y está abierta a todo público, y pensé que tal vez te interesaría. —¿Me estás invitando a ver dibujos? ¿O es una cita? Porque sería una pésima cita —ella le bromea, aunque sus nervios por dentro dicen que no es el momento de reírse. Los dos ríen al mismo tiempo, el viento comenzaba a soplar más fuerte, las hojas caían suavemente y se podía tomar una bocanada de aire fresco mientras se escuchaba a lo lejos los grillos tocando una melodía al unísono, se puede ser una persona amante de la tecnología y de pasar todo el día en casa, pero este tipo de cosas no se ven en la televisión o el internet, no es lo mismo verlo en una pantalla que presenciarlo en persona y estar ahí admirando todo lo que la naturaleza ofrece. —No se invita a una cita una chica que se conoce escasamente ¿Verdad? —contestaba Eduard con un poco más de seriedad sin perder su aspecto amable—. Además, a tus ojos tal vez yo sea un asesino, o un violador, sé que no tendrás muchos motivos para confiar en mí, pero me encantaría que fueses, en serio que sí. La sinceridad de sus palabras se notaba sin esfuerzo alguno, algo que hizo que Jade pudiese confiar en él, además no tenía aspecto de mala persona, ni hablaba como tal, qué tan molesto sería un chico amante del arte, era lo que ella pensaba al verlo. Ambos compartían una capacidad artística con perspectivas tan diferentes y semejantes a la vez. Pero lo que Jade sentía en ese momento era algo más cercano todavía. No había soledad en sus palabras ni en las respuestas de Jade, esto le hacía pensar que él era capaz de sacar un lado de ella que difícilmente ella misma sabía que poseía. Uno donde ella es totalmente confiada sobre quién es sin dudar de sí misma en todo lo que piensa o hace. Hacía mucho tiempo que no se sentía en sintonía el mundo de su alrededor. Pero esa noche, hasta el viento le susurraba al son de los latidos de su corazón.
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