Capítulo 4.

2161 Words
Un par de días antes. Ya estaba amaneciendo y el día estaba empezando. De esos días en los que provoca quedarse todo el día en la cama y leer un buen libro, pero cuando tienes deberes es imposible descansar un poco. El compromiso llama e ignorar su llamado es imposible, más aún cuando alguien te ayuda recordar que debes salir de la cama e iniciar el día con buen pie. —Buenos días dormilón —dice su madre al entrar a la habitación sin hacer mucho ruido—, creía que hoy irías temprano a la Galería de Arte —y como si esas palabras hubiesen sido un aviso, Eduard salió de entre las sábanas como si acabase de despertar de un mal sueño. —¿¡Qué hora es mamá!? —se le queda viendo mientras ella coge el despertador de la mesa de noche para chequear la hora exacta. —Son las 9:30a.m —le contesta y vuelve a poner el despertador en su lugar—. Yo creía que irías a las 8:00a.m a la galería para comenzar con tu proyecto. —¡j***r! —esta vez si decidió levantarse rápidamente para dirigirse hasta el baño—. Olvidé poner el despertador, es tarde debo apresurarme tengo demasiadas cosas que hacer. —No olvides desayunar —dice antes de salir de la habitación para darle tiempo a vestirse y esas cosas—, ya está puesta la mesa —su madre sale de la habitación. —No creo que me dé tiempo mamá —alza la voz mientras se cepilla los dientes—, comeré algo en el camino. Eduard se alista para ir a la Galería de Arte casi por milagro ya que pudo hacerlo más rápido de lo que pensaba. Tiene un proyecto que realizar y necesita un poco de inspiración, se prepara rápidamente para salir lo más rápido posible y que el tiempo vuelva a ponerse a su favor. Sale de su casa corriendo hasta la parada de autobús, y para su suerte justo al llegar pudo abordar en uno que de milagro había llegado en esos precisos momentos como si fuese su destino. Luego de estar dentro, se dirigió a los puestos de atrás donde por lo general hay asientos desocupados, pero mientras lo hacía se percató de tres chicas que estaban sentadas y hablaban entre sí, dos de ellas eran conocidas para él, pero una de ellas no lo era. Él se sentó, pero aún seguía admirando a esa chica que jamás había visto, y aunque podía preguntarles a las otras dos por ella, su timidez en ese momento no lo dejó ni pensar en cómo acercarse. Al llegar a su destino todos bajaron del autobús, él caminaba detrás de las chicas, a una distancia considerable, pretendía ver a la chica a ver si tal vez la conocería y no se había dado cuenta, ya que en el bus apenas pudo mirarla de lejos. Y en uno de esos momentos en los que las chicas se detuvieron en una tienda cercana, ella volteó y fue ahí cuando él la vio. La chica más bella con la que jamás se había cruzado, su cabello era n***o, y su piel era blanca y suave a la vista, sus ojos eran verde claro, y sus facciones eran finas, esbelta y con el cuerpo de una Diosa, buen gusto para vestir, y una sonrisa de esas que te hacen babear de la ternura y con hoyitos en las mejillas, la perfecta inspiración para cualquier artista. Fue ahí cuando Eduard se dio cuenta de que no hacía falta ir a la Galería de Arte para encontrar la inspiración necesaria. Así que obviando todo lo que tenía planeado se decidió en seguir a la chica, aunque para su sorpresa casi como si el destino los hubiese puesto ahí, los dos se encontraban en el mismo lugar, La Galería de Arte del centro de Madrid. Eduard no sabía si era una coincidencia, pero no pensaba desaprovechar la oportunidad de realizar una hermosa obra de arte. Argentina/Buenos Aires. —Señor tiene una llamada —se le acerca con el teléfono portátil. —Ponlo en mi línea personal —le hace señas con las manos para que se aleje un poco—. ¿Quién habla? —dice al contestar. —Espero que tengas mi dinero —contestan del otro lado de la línea de manera hostil. —Dijiste que matarías a su hija y a su ex esposa también, y aún no veo novedades —se quejaba de que aún no tuviese los resultados que pretendía obtener. —Hice la mayor parte del trabajo al eliminar a Diego Fitzgerald, no juegues conmigo —exigía su paga, y claro. Se veía envuelto en una situación con la policía de la que debía escapar pronto. —Me importa un comino —responde aquel hombre prepotente—, necesito a toda su familia muerta, y cuando eso suceda tendrás tu paga, ese fue el trato. Espero que cumplas con ello, puedes tardar lo que quieras, no estoy apresurado, solo no cometas errores. —Jamás cometo errores —se hacía escuchar confiado de su potencial—, nadie se interpondrá en mi camino eso te lo aseguro. —Más te vale, o tendré que utilizar a alguien más para el trabajo —observa a un chico frente a él sentado en la silla de invitados y sonríe de manera cínica. Madrid/España. Su madre la llamaba por cuarta vez en el día, estaba preocupada por ella y por la decisión que había tomado, ya habían terminado las vacaciones con sus tíos, pero Jade no quería irse, y aunque ama inmensamente a su madre quiso quedarse para poder continuar sus estudios en Madrid. Sus tíos estuvieron de acuerdo y aunque a su madre no le gustaba mucho la idea terminó accediendo, y así comenzaba un nuevo capítulo en su vida, nuevos amigos, el inicio de la universidad en la facultad de medicina, y aunque adora el arte, para ella no es más que un pasatiempo. La madre de Jade se preocupaba de que no pudiese adaptarse, pero contaba con un gran amigo que ya había conocido hace dos meses, Eduard. Él le ha ayudado bastante a adaptarse a la ciudad, y a ver la vida de una forma distinta así que ya tenía un buen amigo. Por algo se empieza y ella sabía que su vida debía tomar un camino diferente mientras la decisión de su existencia estuviese en sus manos. No estaría sola, y eso era más que suficiente para ser fuerte y poder empezar nuevamente con su vida. No hay nada más hermoso que dormir en la posición perfecta, con la cantidad precisa de calor y frío, además de una buena cama y almohada sin contar la paz y la tranquilidad de un silencio absoluto que, en combinación, y para decirlo de una forma un poco más entendible, sería la mejor siesta de la vida, hasta que suena el jodido despertador. —Ay no —ya empezaba a quejarse desde temprano debajo de sus sábanas—, por qué puse el despertador tan temprano —sin más remedio que hacerlo se coloca de pie. La emoción y las ganas de seguir durmiendo se peleaban dentro de ella, pero era obvio la decisión que debía tomar. La emoción corría por sus venas, o eso era lo que intentaba aparentar cuando bajó a desayunar y su rostro somnoliento y cansado decía todo lo contrario. Parecía que ni el maquillaje podía en contra de un rostro fatigoso —Espero que estés lista para el gran día —dice su tío Roberto con emoción al verla, pero luego de darse cuenta del cansancio que ella lleva encima solo se le pasa por la mente reírse, aunque se controla de hacerlo—, yo personalmente te llevaré a la universidad, no habrá nada más lindo que llevar a mis dos hijas y a mi sobrina en su primer día de clases. —Pero papá creía que podíamos ir solas —decía Litzy—, no quiero que nos vayas a avergonzar. —¡¿Qué?! ¡¿Y perderme éste grandioso día?! Ni lo sueñes —le guiña el ojo a modo de broma. —Espero ver unas buenas fotos cariño —comenta la tía Sara. —Por supuesto amor —se deja ver la cámara digital que lleva colgada en el cuello con la correa de seguridad. —¡Mamá! —Litzy volvía quejarse—. Deja de darle ideas que pongan en riesgo nuestro estatus social en la universidad —todos ríen al escucharla, pero claro, era la única que pensaba diferente en cuanto a Jade y María ya que a ellas no les importaba demasiado sacarse algunas fotos en su primer día de clases. —Lo siento, muy tarde —dice al observar su reloj—, las amo vayan con cuidado, y quiero que aprendan mucho. Y Jade… —ya todos estaban saliendo menos ella. —¿Sí? —voltea a verla. —Que tengas un excelente día —le sonríe tan gentilmente como su madre hubiese hecho. Le recuerda que realmente no está tan lejos de casa como lo pintan los kilómetros de distancia en el mapa. —Gracias tía, te quiero —le regresa dicha sonrisa con cariño—, nos vemos en la tarde. Jade hacía como que era algo común para ella, pero la verdad es que los nervios le estaban matando, la universidad es un lugar hermoso y mortal, cualquier paso en falso podría sentenciar toda su existencia académica, podría caer y todos se reirán de ella, podría elegir compañeros mala conducta y la expulsarían por daño a la propiedad estudiantil y por llamar ramera a la directora, son tantas cosas que la agobian, y aunque muchas son casi imposibles de sucederle sigue creyendo que las posibilidades de que algo salga mal son altas. Se dio cuenta de que tal vez exageraba un poco las cosas al traer toda esa negatividad hacia ella. Luego de calmarse un poco se colocó sus audífonos para escuchar un poco de música y en cuestión de minutos ya habían llegado. La universidad es gigante, más grande que cuando había ido a inscribirse, al parecer creció, no lo dudó y luego de despedirse de su tío y haber tomado la foto bajó del auto y comenzó a caminar a la entrada, dándole paso a la nueva etapa de su vida que se abría justo delante de sus ojos. Y ahora sólo le quedaba averiguar dónde quedaba el salón de introducción a la medicina, tenía que preguntar a alguien rápido porque solo tenía quince minutos antes de que empezara la clase. Sus nervios no le permitían acercarse a las personas, justo cuando necesitaba de sus primas éstas ya habían avanzado a sus respectivos salones de clases y Jade se encontraba sola. “Vaya —se quejaba de que no le hubiesen preguntado si estaba bien—, seguro piensan que estaré bien sola y por eso se marchan. Creo que confían demasiado en mi capacidad de comunicación con extraños”. El tiempo seguía corriendo, debía de alguna manera encontrar el aula correspondiente ya que los números en el horario eran bastante complicados de entender y no decían a cuál edificio se debía dirigir. No era una tarea complicada, aunque para ella parecía ser un reto de iniciación. Por suerte vio a una chica sentada en una de las bancas y tenía aspecto de buena persona así que se acercó para aclarar sus dudas, ya que era mejor que recibir una amonestación su primer día de clases gracias a su vergüenza para hablar con las personas. —Hola —dice amablemente y aquella chica voltea a verla. Se encontraba sentada en una banca enviando textos en su celular y parecía estar tan calmada que eso a Jade le daba una tranquilidad bastante grande—, disculpa podrías indicarme dónde queda este salón —le mostró su horario para que ella misma se fijase en lo que buscaba. —Oh, sí claro —contesta luego de revisar—, el salón está en el complejo F tercer piso. ¿Eres nueva? —¿Tanto se nota? —se ríe tímidamente mientras vuelve a guardarse el horario en la mochila. —No —dice en juego—, para nada —se le escapa una sonrisilla—. Es solo que yo también soy nueva y justo tengo clases en ese salón, es por eso que te pregunto. Soy Angie, es un placer conocerte. —Es un gusto Angie, yo soy Jade —estira su mano para saludarle formalmente. —Bien —luego de darle un apretón se coloca de pie y coge su mochila—, qué dices si vamos al salón, así nos acompañamos mutuamente. —Me parece bien —era lo que esperaba escuchar. Por fin algo que calmaba sus ansias y sus nervios innecesarios. Había hecho una nueva amiga sin esfuerzo alguno, había entendido las clases sin mucho esfuerzo solo con prestar atención. Se daba cuenta de que había realizado una buena elección en cuanto a la carrera que quería estudiar, aunque una de sus grandes pasiones se inclinara por un lado distinto. Tenía una hora de descanso, pensó en ir con Angie a comer, pero no se imaginaba que se cruzaría tan pronto con alguien desconocido nuevamente. Parecía que seguiría teniendo encuentros predestinados con frecuencia, con el único problema de que sus encuentros no siempre le harían sentir como en casa.
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