Mia
Por impulse propio, mi mano izquierda va al pecho de Alonzo empujándolo y la derecha vuela directamente a su mejilla, la cual queda con mi mano marcada como recordatorio de que, si lo vuelve siquiera a intentar, le ira peor.
Acomodo mi cartera en mi hombro y salgo de ahí lo antes posible, estoy llegando tarde al trabajo por este imbécil. Jamás se me cruzo por la cabeza que podría sentir tanto asco por la persona que alguna vez ame, pero en este momento es lo único que puedo sentir por él.
Llego a la oficina con quince minutos de retraso y para empeorarla, Alessandro está esperándome en mi asiento.
—Hasta que llegas.
—¡Ay por favor! De verdad ya no tengo ganas de discutir contigo, estas chupando todas mis fuerzas.
—¡Ni que fuera un demonio…! — lo observo con una ceja arqueada a l
