—Como vuelvas a responderme de esa manera, te juro que te arrepentirás Serena. —Yo no te sirvo a ti Erika, así que no me jodas con tus mamadas. Porque no te vas a chingar a otra parte —Deposita el vaso bruscamente sobre la barra para luego darse la vuelta dejándola sola con su rabieta. La rubia podía dársela de la manda más, pero Serena no se iba a dejar pisotear por esa idiota. Para el estilo de vida que llevaba cuando no estaba encerrada, no le permitía dejarse de nadie. Por esa razón era la que más golpes y castigos recibía, ser la sumisa no figuraba en sus planes. Al llegar a la mesa de aquel hombre, de inmediato este se pone en pie con una sonrisa abierta en los labios. Con aquel fino traje, y su potente aroma a perfume caro la morena pensó que le daba asco, sospechaba que alguien

