Cuando Rayan llegó a la mansión, Hasborn que solía esperarlo, se quedó sorprendido al ver a León salir de adentro del vehículo. Rayan no dio explicaciones, y Hasborn como el buen mayordomo que es, tampoco preguntó, pero sabía perfectamente que algo no andaba bien. —¿Quieres té? Dan negó y Rayan movió sus nudillos para que Hasborn los dejara solos. León comenzó a arrepentirse. El aura que rodeaba a Rayan se había vuelto tan osca que el aroma a pino, ya no era agradable, sino perturbador. Rayan crusó sus piernas, su brazo recostado sobre el mango del sillón también sostenía su mentón. Rayan seguía mirando hacia la puerta y cuando Hasborn se retiró por completo, con el rabillo del ojo, dirigió toda su atención hacia León Hamilton. Si todo esto era un juego suyo, no sabría cómo rea

