El suelo comenzó a humedecerse, Rayan se secó el sudor de la frente. Su pecho subía y bajaba agotado por la energía liberada. Cuando vio los árboles ya plantados, dejó escapar un suspiro.
Tenía manchas de tierra por todo el abdomen y los brazos. Rayan se quitó los guantes y los puso a un lado.
Ya no se sentía tan frustrado y eso le ayudó a pensar con más claridad.
—Uff.
Rayan resopló, el cabello húmedo pegado a su frente no se movió. El pantalón de pijama gris largo que tenía puesto parecía de otro color. Rayan se sintió sucio por un momento, si alguien más lo viera, de seguro pasaría de largo pensando que era un pobre jardinero.
Rayan entró a mansión por la puerta trasera. Mayer de pie tan diligente como siempre habló:
—Señor, he recibido muchas llamadas de Hasborn.
Rayan ch
