Inconsciente, Dan se movió hacia un lado buscando una sombra; sin embargo, el imponente sol de la mañana seguía cubriéndolo. Dan parpadeó y vio las paredes pintadas de un color rosa pastel. “No estoy en casa” Con eso, Dan se estiró irguiendo su cuerpo. Andrea tarareaba una melodía suave mientras arreglaba su humilde casa. —Lamento si te desperté, Dani. Hay que limpiar, ya sabes, casa pequeña, si no limpió cada mañana se acumula el polvo. —Tranquila. Dan movió su cuello. —¿Dormiste mal? —No, dormí más que en los últimos meses. Dan no mintió. Había estado pasando por bastantes cosas, lo único que hacía al llegar a casa, era dormir, sin embargo, al levantarse seguía sintiéndose horrible. —¿Quieres desayunar? Dan vio a través del pasillo angosto la pequeña mesa ya preparada

